Este sueño fue dado en cuatro partes. Cada noche el sueño contenía una repetición del sueño de la noche anterior.
En mi sueño, me encuentro mirando lo que parece ser un gran sala de correo. Veo mucha gente sentada ante mesas y llenando sobres con material. Observo con más detenimiento y veo que están colocando una Biblia y un libro titulado, Espíritu de Profecía dentro de los sobres. (Este libro representa todos los libros del Espíritu de Profecía por Elena G. White.) También el sobre contiene un pedazo de papel azul que dice, “¿Estás listo? Jesús viene pronto.”
A mi derecha está un capataz que lleva puesto un casco de construcción muy blanco con rayas doradas y plateadas. Me señala hacia la izquierda donde hay muchas mesas cargadas de Biblias, libros del Espíritu de Profecía y esa hoja de papel azul para ser colocados en los sobres. Entonces me dice que mire hacia el gran reloj en la pared. El reloj marca las 2:00 p.m. El capataz dice que hay muchos sobres por llenar y que sólo faltan algunas horas para que termine la semana laboral. Me explica que antes de clausurar hay que llenar todos los sobres y ponerlos en las manos de la gente. Miro a los trabajadores y noto su aspecto cansado. Sin embargo, todos sonríen y continúan con la tarea que se les encomendó.
Miro hacia a la derecha y veo a muchos colocando los sobres en ranuras del correo. Cuando se llena una ranura, otro trabajador coloca los sobres en una bolsa de correo con destino a esa localidad. Más hacia la derecha veo muchas bolsas de correo llenas y listas, pero hay pocos encargados de envío para cargar los camiones.
El capataz me dirige a la sala de control y me muestra en un mapa todas las áreas donde estos paquetes deben ser entregados rápidamente. Al observar el mapa, tal parece que la tarea jamás se va a completar al paso que va. Me dirijo al capataz y le pregunto si no se debería obtener más ayuda. Responde que algunos dijeron que ayudarían. Llegaban, trabajaban un par de horas y se iban porque tenían otras cosas que hacer. Algunos creían que ya habían hecho todo lo que debían que hacer.
Entonces el capataz me dirige a una ventana y me dice que habían puesto avisos pidiendo ayuda. Al mirar por la ventana veo que no hay nadie para ayudar. Me dice que son muy pocos los que creen que estos sobres con su contenido deben ser enviados. Muchos piensan que ya se ha hecho lo necesario y que no hace falta enviar más sobres. Tienen dudas respecto al proyecto y dicen que no es necesario enviar los tres elementos. El capataz dice que otra compañía está enviando los sobres, pero sin Biblia, Espíritu de Profecía ni el mensaje que Jesús viene. Menciona que están enviando libros de otro autor.
El capataz me guía a través de este gran almacén hasta que llegamos afuera. Señala hacia arriba y dice que solamente hay Uno que puede suplir todas nuestras necesidades. Mira hacia arriba y dice: “Padre, los trabajadores son pocos y el trabajo es mucho.” De repente, observo como el cielo se divide en dos y ángeles con alas grandes comienzan a descender desde lo alto. Mientras miro, me siento abrumado de ver todos esos ángeles descender. Al aterrizar observo cómo sus alas se doblan y siguen doblándose hasta que desaparecen en sus espaldas. En lo que miro, los ángeles se transforman en trabajadores para el almacén. Algunos son jóvenes, otros son mayores; algunos son hombres y otros mujeres. Todos sonríen mientras se ponen en fila para entrar al almacén.
Ahora el capataz me lleva de regreso al almacén. Miro alrededor y todos están contentos y sonrientes. No puedo distinguir los ángeles de los seres humanos. Las pilas de Biblias, libros del Espíritu de Profecía y los papeles azules han desaparecido. El trabajo de llenar los sobres ha terminado. Los que colocaban los sobres en las ranuras terminaron. Miro hacia donde se llenaban las bolsas de correo y ya no hay más bolsas. Muchos están terminando de cargar el último camión y están cerrando su puerta trasera.
Me dirijo al capataz y le pregunto: “Siendo que ya se cargó la última bolsa de correo en el camión, ¿vendrá la destrucción y entonces regresará Jesús?” El capataz voltea y pide que uno de los trabajadores le traiga el otro casco suyo de construcción. Al acercarse el trabajador al capataz, inclina su cabeza y le extiende un casco de oro puro. El capataz se pone el casco nuevo. Se voltea hacia mí. Al mirarme, yo le miro los ojos y reconozco quién es. Exclamo: “¡Eres tú!” Comienzo a llorar y Él enjuga mis lágrimas con sus manos. Me dice: “No llores, porque tú eres el atrevido que Yo creé”. Sonrío y le digo que tengo tantas preguntas. Él me dice que hay poco tiempo. Rápidamente le pregunto por qué repetidas veces se me ha mostrado la destrucción venidera en muchos de mis sueños, pero Él me ha dicho que no divulgue los detalles. Él me contesta: “Muéstrame tu reloj.” Levanto mi brazo izquierdo para mostrárselo. Él me dice: “Dame tu mano derecha. Quiero mostrarte algo.” Le extiendo mi mano derecha y Él la coloca en su mano izquierda. Me mira, sonríe y me llama por mi nombre celestial (el que he escuchado en otros sueños) y me dice que no tema, sino que sepa que Él siempre está conmigo.
Él mira hacia arriba y los dos comenzamos a ascender. Miro hacia abajo y veo que mis pies se despegan del suelo, el cual desaparece rápidamente mientras ascendemos. De repente el cielo azul se abre, aminora nuestra velocidad y nos detenemos. Me señala cuatro ángeles muy grandes. Cada uno tiene agarrada una punta de lo que parece ser una vela de barco muy, muy, pero muy grande. Los ángeles se parecen al ángel que vi a la entrada de la ciudad en mi sueño del cielo. Pregunto si son ángeles. Jesús se dirige hacia mí, me llama por mi nombre celestial y dice, “Estás demasiado interesado en detalles finitos y estás pasando por alto detalles importantes”. Señala y me dice que mire de nuevo. Noto que los ángeles están usando todas sus fuerzas para contener lo que está dentro de la gran vela. Escucho truenos fuertes y detrás veo la luz de relámpagos y lo que parecen ser grandes objetos redondos tratando de traspasar la tela. El ruido que proviene de detrás de la vela es muy fuerte y a veces ensordecedor. La gran vela que parece tela tiembla, y parece que los ángeles hunden sus pies en tierra para mantener su posición, pero no hay tierra. Los músculos de los brazos se flexionan y me pregunto si sufren con el gran esfuerzo que veo. Al observar más detalladamente, me doy cuenta que la tela de la vela es la misma que los ángeles visten.
Mientras me encuentro allí, con Jesús a mi derecha, temo por mi vida y trato de esconderme detrás de Él. Recuerdo el sentido que tuve de la perdición inminente que Él va a permitir que ocurra. Miro a Jesús y comienzo a temblar y llorar. Todavía asido de mi mano derecha, descendemos rápidamente. Al hablarme, el sonido de su voz calma mis temores. Cuando miro a sus ojos, todavía no puedo detectar de qué color son. Lo único que puedo ver es un amor que no se asemeja a nada que haya visto ni experimentado. Me llama por mi nombre celestial y dice: “¿Por qué tienes miedo? Te dije que siempre estaré contigo. ¿Dónde está tu fe?” Me vuelve a enjugar las lágrimas con sus manos. Me dice, “No temas porque te tengo en la palma de mis manos y nunca te soltaré.” De nuevo me pide que le muestre mi reloj. Al extender mi brazo izquierdo, Él me pregunta si creo que mi reloj tiene la misma hora que el de Él. Entonces me dice que hay mucho trabajo por hacer, pero muy poco tiempo.
Sigue sosteniendo mi mano mientras continuamos el descenso a la tierra. Ahora veo cordilleras y ríos. Continúo observando mientras me aproximo lentamente al suelo y mis pies tocan tierra. Miro hacia Él y me dice: “Debes ir y decirles que ya voy. Diles que estén listos y a la expectativa, porque ya voy. Cuando dé el tiempo señalado, les diré a los de gran fuerza que suelten. Entonces derramaré mi ira. Ese tiempo es por mi reloj. Pero diles que se preparen. Porque me hacen desaire y adoran otros dioses y tratan de provocar mi ira con todas las obras de sus manos, derramaré mi ira sobre ellos.” Entonces escribe en el cielo y me dice que lea y comparta lo que le indicó a su profetisa, Elena de White, que escribiera. Miro al cielo azul oscuro y veo escrito en letras de oro oscuro, “EVANGELISMO, páginas 36 y 37.”
Todavía sosteniendo mi mano, Jesús dice: “Ahora ve y diles que ya voy. No temas porque tengo tu mano en la mía. Recuérdales que si necesitan ángeles, diles que los pidan y que estarán allí antes que terminen de pedirlos.” Me mira y sonríe. Me siento inundado de paz cual brisa cálida. Mientras miro a sus ojos veo el amor del amor de los amores.
Evangelismo, páginas 36 y 37 dice como sigue:
“Una escena muy impresionante pasó ante mí en visiones nocturnas. Vi una inmensa bola de fuego que caía en medio de un grupo de hermosas casas que fueron destruidas instantáneamente. Oí a alguien decir: "Sabíamos que los juicios de Dios visitarían la tierra, mas no pensábamos que vendrían tan pronto". Otros dijeron en tono de reproche: "Vosotros que sabíais estas cosas, ¿por qué no dijisteis nada? ¡Nosotros no lo sabíamos!" Y por todas partes oía reproches parecidos.
“Me desperté angustiada. Volví a dormirme y me pareció encontrarme en una gran asamblea. Un Ser de autoridad hablaba al auditorio, señalando un mapamundi. Decía que aquel mapa representaba la viña de Dios que debemos cultivar. Cuando la luz celestial brillaba sobre alguno, debía transmitirla. Debían encenderse luces en los diferentes lugares y de estas luces se encenderían otras.
“Vi focos de luz que brillaban desde las ciudades y los pueblos, en las montañas y los llanos. La Palabra de Dios era obedecida y como resultado en cada ciudad y cada pueblo se levantaban monumentos a su gloria. Su verdad era proclamada en todo el mundo.
“Habrá hombres de fe y de oración que se sentirán impelidos a declarar con santo celo las palabras que Dios les inspire. Los pecados de Babilonia serán denunciados. Los resultados funestos y espantosos de la imposición de las observancias de la iglesia por parte de la autoridad civil, las invasiones del espiritismo, los progresos secretos pero rápidos del poder papal, todo será desenmascarado. Estas solemnes amonestaciones conmoverán al pueblo. Miles y miles de personas que nunca habrán oído palabras semejantes, las escucharán. Asombrados oirán el testimonio de que Babilonia es la iglesia, caída a causa de sus errores y de sus pecados, porque ha rechazado la verdad que le fue enviada del cielo.”