[Aunque el motivo de este sueño es para la circunstancia de un individuo en particular y es una respuesta a oración, servirá de beneficio a otros también. Todos tenemos que escoger entre este mundo y el Señor, aunque se comprometa la familia.]
En mi sueño, tengo varios hijos. Veo una balanza. Al lado izquierdo de la balanza están mis hijos, y al lado derecho hay una tablilla con sujetapapeles. Muchos ángeles rodean a mis hijos, algunos con las manos sobre los hombros de los niños. Muchos ángeles rodean la tablilla con sujetapapeles, pero estos ángeles son distintos. Algunos sujetan libros, otros tienen alas ardientes, y otros cargan espadas y escudos.
Miro a mis hijos, a quienes amo más que ninguna otra cosa, y luego a la tablilla con sujetapapeles. Es transparente, como vidrio claro sin nada encima. Sé que debo escoger entre mis hijos y la tablilla con sujetapapeles. Yo amo y deseo estar con mis hijos, pero me doy cuenta que debo tener fe y escoger la tablilla con sujetapapeles, seguro que mis hijos van a estar a salvo.
Por encima del armazón de la balanza, veo un estandarte pequeño que tiene un rótulo incrustado en oro. Dice, “Deuteronomio 30:19.”
[“A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia.”]
Levanto la tablilla con sujetapapeles. Ahora que he elegido la tablilla con sujetapapeles, veo una escritura centrada en la parte superior que dice en letras mayúsculas de oro: “PARA SU PUEBLO.” Hacia la izquierda aparece un renglón de letras pequeñas plateadas que dice, “Josué 24:15.”
[“Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová.”]
Cuando volteo la tablilla sujetapapeles noto que dice lo mismo en ambos lados, a pesar de ser transparente.
Miro a mis hijos que todavía están de pie en la balanza, y les digo que los amo, pero que he elegido. Apretando la tablilla sujetapapeles a mi corazón, volteo y me voy, confiado de haber tomado la decisión perfecta, y que mis hijos están siendo vigilados. Salgo del salón y comienzo a caminar.
Me encuentro en la ladera de un monte muy escarpado, en una vereda muy pequeña y angosta llena de piedras. Es difícil caminar y lucho por encontrar apoyo para mis pies. Miro la tablilla sujetapapeles. Dice: “SIGNS OF THE TIMES, 22 de junio de 1904.”
“Entren por la puerta estrecha. Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que conduce a la destrucción, y muchos entran por ella. Pero estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la vida, y son pocos los que la encuentran.”
Las dos sendas mencionados se dirigen en direcciones contrarias; una es estrecha y escarpada, la otra es más ancha y plana, pero termina en destrucción. Los que viajan por estas dos sendas son distintos en carácter, vestimenta, y conversación. Aquéllos que van por la senda estrecha son serios y sinceros, pero alegres. El Varón de dolores les abrió el paso, y él mismo la atravesó. Ven sus pisadas, y se alientan. Al andar, hablan del gozo y felicidad que les espera al terminar la jornada.
Aquéllos que van por la senda ancha se ocupan con pensamientos de placeres mundanos. Se entregan libremente a las risas y alegría, sin acordarse del fin de su jornada.
Por el sendero hacia la muerte todos pueden ir con su mundanalidad, egoísmo, orgullo, falta de honradez, y degradación moral. Hay cabida para las opiniones y doctrinas de todos, espacio para seguir sus tendencias y hacer todo lo que su amor propio mande. Para andar por la senda que lleva a la destrucción no hay que buscar el camino, porque la puerta es ancha, y los pies naturalmente se dirigen al sendero que termina en la muerte.
Sin embargo, el sendero a la vida es estrecho y la entrada, recta. El que se aferre a cualquier pecado dominante hallará que la puerta es demasiado estrecha para entrar. Para seguir la senda del Señor, habrá que abandonar los caminos, voluntad y hábitos propios, y las costumbres que no se asemejan a Cristo. Aquél que desea seguir a Cristo no puede seguir las opiniones del mundo ni cumplir con el criterio del mundo. La senda celestial es demasiado estrecha para admitir que rango o riquezas viajen con gran pompa, demasiado estrecha para los planes de ambición egoísta, demasiado pendiente y escabrosa para que la escalen los amadores de la comodidad. El esfuerzo, paciencia, sacrificio, reproche, pobreza, la contradicción de pecadores contra sí mismo, fueron la parte de Cristo, y deben ser la nuestra si alguna vez logramos entrar al Paraíso de Dios.
Sin embargo, no hay que concluir que el sendero hacia arriba es el duro, y que el que va hacia abajo es el fácil. A lo largo del sendero que va hacia la muerte hay dolores y penas, hay tristezas y desilusiones, hay advertencias a no proseguir. El amor de Dios hace difícil que los imprudentes y obstinados se destruyan a sí mismos. Es verdad que el sendero de Satanás parece ser atractivo, pero es todo un engaño. En la senda del mal hay remordimiento amargo y ansiedad consumidora. Nos puede parecer agradable seguir el orgullo y la ambición mundana, pero el fin es dolor y tristeza. Los planes egoístas pueden presentar promesas halagadoras y ofrecer la esperanza del deleite, sin embargo, hallaremos que nuestra felicidad está envenenada y nuestra vida amargada por ansias concentradas en el yo. A lo largo del camino que desciende la puerta puede estar adornada con flores, pero hay espinas en el sendero. La luz de la esperanza que brilla a la entrada se disipa en la oscuridad de la desesperación, y el alma que sigue este sendero desciende a las sombras de una noche eterna.
El sendero hacia el cielo es estrecho, pero nadie debe dejar de hallarlo. La mano del Padre lo ha trazado claramente. Ni un solo pecador tembloroso debe dejar de andar a su luz pura y santa. Aunque el sendero hacia arriba es a veces difícil y con frecuencia fatigoso, aunque el cristiano tenga que soportar luchas y conflictos, debe proseguir con regocijo, confiado como un niño en el cuidado amoroso de Aquél que “guarda los pies de sus santos”, sabiendo que el sendero por donde camina al fin lo llevará a las mansiones que Cristo ha ido a preparar para aquéllos que le aman. “El sendero de los justos se asemeja a los primeros albores de la aurora: su esplendor va en aumento hasta que el día alcanza su plenitud.” Signs of the Times, 22 junio 1904. [Trad].