Mi sueño comienza en el espacio interestelar donde acabo de visitar un planeta en una galaxia lejana. Estoy volando muy rápidamente, abarcando billones de años luz en los microsegundos que toma el pensamiento, hacia mi hogar—la Tierra Nueva. La velocidad a la que viajo no se puede comprender de la manera como pensamos ahora. Viajar a través del universo parece muy fácil, ya que noto que está dispuesto en círculos concéntricos y yo me dirijo al centro de todos los círculos. Cuando la Tierra Nueva se presenta a la vista, veo como ha sido hecha nueva, junto con los planetas circunvecinos.
Al aproximarme al inmenso valle, lejos a la izquierda de la ciudad, modero la velocidad y mis pies tocan el suelo suavemente. Me dirijo hacia mi hogar en el campo, caminando por un sendero que yo formé con lo que parecen ser piedras lisas y a la vez suaves. A la derecha e izquierda advierto muchos árboles que yo planté hace mucho tiempo. Detrás de los árboles, hacia la derecha, hay campos de hierba y flores. El perfume de los árboles, hierba y flores no puede dejarse de sentir. A la izquierda veo que he utilizado láminas transparentes de piedras para formar los paneles para un acuario largo, ocho pies de alto, que tiene muchos peces. Donde rozan las hojas de los árboles con la superficie del agua del acuario, los peces se comen las hojas.
Al contemplar mi casa, construida penetrando la falda de una loma delante de una montaña, me doy cuenta que también utilicé láminas grandes de piedra transparente para fabricar el techo y las paredes. Muchas de las láminas no son planas, sino curvas conforme las he hecho caer una sobre la otra. Esto permite que el agua que fluye desde un arroyo en lo alto, pase sobre la casa, a lo largo de una pared y baje al acuario. El extremo lejano del acuario tiene un desagüe que se torna en un arroyo que fluye hacia el valle.
Cuando llego a mi hogar, veo que sobre el dintel de la puerta hay un letrero con mi nombre celestial. Al entrar, mi mascota me da la bienvenida. Tiene ojos grandes y redondos, y pelo largo y ondeante muy suave al tacto. Por los lados del pescuezo y debajo de las orejas tiene lo que parecen ser agallas secas y parcialmente cubiertas con pelo. Se me acerca a cuatro patas, entonces se para en las traseras y me dice una palabra para hacerme saber que quiere un alimento especial que yo le preparo. Me doy cuenta que le he enseñado a hablar palabras sencillas. Le digo que venga conmigo y salimos afuera, hacia un huerto. Por allí crece una hierba especial. Mi mascota vuela a un árbol bajo para mirarme. Mientras murmura por las agallas, silba un canto hermoso. El murmullo es un sonido bajo que acompaña los sonidos más altos del silbido. Extiendo la mano hacia el tallo de una planta para arrancar lo que parecen ser vainas de semillas. En mis manos, las semillas se hinchan para formar el alimento, semejante a cerezas. Mi mascota baja del árbol de un salto y se para junto a mí murmurando fuertemente. Cuando le extiendo mi mano, extiende sus patas para tomar el alimento. Cada pata tiene varios dedos suaves con lo que parecen ser copas de succión en las puntas. Al comer el alimento dice, “Bueno.”
Ahora regreso a la casa y mi mascota me sigue andando en dos patas. En el camino mi vecino me saluda y conversamos un ratito. Me pregunta dónde he viajado y qué vi, y me dice que pronto desea ir a ese lugar. Me relata dónde él ha ido y me describe lo que vio. Concluimos nuestra charla y nos decimos el uno al otro que es hora de alistarnos. Entro a mi casa donde me ocupo haciendo algunas cosas.
Entonces salgo de mi casa y comienzo a caminar a lo largo del sendero. Me detengo para arrancar algunas hojas de un árbol que cuelga sobre mi acuario. Desmenuzo las hojas, las salpico sobre el agua y observo como los peces se acercan y comen los trocitos de las hojas. Entonces me doy vuelta y sigo por el sendero. Al mirar hacia adelante, veo que he trabajado los árboles para que formen un marco alrededor del panorama de una montaña con una catarata que cae hacia un lago grande abajo. Ese lago crea arroyos pequeños que fluyen en varias direcciones.
Sigo el sendero hasta su final. Miro a la izquierda. Veo la gran ciudad con las hermosas murallas iluminadas desde adentro. No tengo palabras para describir la belleza con que resplandecen. Mientras camino un rato hacia la ciudad, disfruto de los senderos entre prados, entre árboles, hierba alta y vistosa, y flores de mil colores y formas. Muchas aves de distintas formas y colores vuelan y cantan. Al acercarme, muchos salen volando de la hierba alta. Veo muchos, muchos animales distintos. Algunos reconozco de la tierra vieja, pero hay muchos nuevos de distintos tamaños. Me maravilla toda la vida que veo. Todo es nuevo y lozano, pero más grande de lo que jamás me hubiera imaginado. Constantemente me siento abrumado por todo lo que veo.
Al seguir, veo muchas otras casas construidas en esta área que parece no tener fin. Para mejor contemplar la gran ciudad que está delante, decido volar y subo a gran altura sobre el suelo. Entiendo que cada una de las cuatro murallas mide unas 1,700 millas. La altura de la muralla es de unos 300 pies. El espesor de las murallas no es tan grande como las vigas que se asientan sobre la muralla y se extienden desde una columna hasta la siguiente. Las vigas y las columnas son transparentes y del mismo grosor. Las columnas son de tamaño imponente. Al contemplar la escena, el tamaño grande de todo me deja boquiabierto.
Muchas otras personas están volando o caminando hacia la puerta de la ciudad. Al acercarme a la muralla, sé que esta apertura está en el medio de la muralla occidental. Me doy cuenta que a gran distancia, tanto hacia la derecha como hacia la izquierda, hay otras aperturas. También sé que las murallas del norte, sur y del oriente tienen una configuración parecida a la de la muralla occidental. Al acercarme a la puerta, noto que ya no hay guardia. Aterrizo y entro. Adelante, a mi derecha, está el templo en el cual estuve un rato antes que todo hubiese sido hecho nuevo. Me dirijo hacia la izquierda y noto como las calles son transparentes, pero con un matiz amarillo. Sin embargo, puedo ver hasta abajo. Hay muchos edificios y árboles distintos. Hay flores y hierba a cada lado de las calles. Veo distintas clases de animales, aves, y tanta gente. Todos casi medimos la altura de las personas más altas que había visto en el cielo. Por todas partes hay ángeles. De las calles se extienden aceras pequeñas hechas de la misma substancia transparente. Al andar a lo largo de una de esas aceras, veo que aceras más pequeñas van hacia edificios grandes y hermosos. Cada una de estas casas han sido construida distinta para cada individuo. No soy capaz de describir su arquitectura.
Caminando una buena distancia, sigo disfrutando de todo lo que veo, huelo y oigo. Después de un rato, volteo y ando por una acera pequeña hacia mi casa en la ciudad. Me doy cuenta que tengo un sentido claro acerca de lo que es mío. Me detengo a mirar asombrado a la casa grande que fue hecha para mí. Al mirar el frente, veo lo que parece ser un vestíbulo con techo y paredes. Sobre la primera pared hay un diamante rectangular muy grande. Tiene grabado mi nombre celestial, el cual fulgura y brilla. Más allá de este techo y paredes hay otros techos y paredes más pequeños, y entonces otros más. Esto sigue hasta que entro a mi casa. No hay puerta. Noto como cada habitación forma un marco para mi corona, la cual está situada sobre un anaquel. Veo algo que sólo puedo describir así: Le sacaron una tajada a la pared y entonces colocaron ese trozo dentro de la pared para formar un anaquel. Al contemplar mi corona, me doy cuenta que no se parece en nada a lo que yo me imaginaba. Es de muchos metales distintos y tiene piedras hermosas. También noto que parece tener cuero y pelaje, aunque sé que no puede ser. Recuerdo que al principio, cuando Jesús me la colocó en la cabeza, era mucho más pequeña, pero ahora es más grande, tal como yo he crecido al tamaño que tengo.
Miro hacia la izquierda y veo a mi manto colgado sobre la pared. Es largo y tiene sogas y cuellos en contorno del área del cuello. Es difícil describirlo. Ahora entran dos ángeles y me preguntan si deseo que me ayuden a poner el manto. Les contesto y ellos alzan el manto del colgadero y lo colocan sobre mis hombros. Me llama la atención que este manto no pesa nada. Uno de los ángeles se acerca a mi corona y me pregunta,”¿Me permites llevarte la corona?” Le contesto, y él va y coloca mi corona sobre mi cabeza. También noto que la corona no pesa nada. Nos miramos y sonreímos, porque comprendemos el significado de la corona y el manto. Los ángeles me dicen cuánto les complace ayudarme con mi manto y corona. Yo les digo cuánto aprecio todo lo que han hecho por mí. Digo que es hora de ir a la reunión. Estamos emocionados y sentimos mucha ilusión.
Salimos de mi casa y comenzamos a caminar. Sabemos que tenemos que viajar una distancia grande, porque vamos a reunirnos al extremo oriente de la gran ciudad. Decidimos volar, y tan pronto nos alzarnos del suelo, descendemos al lado oriente. Ahora estoy de pie con otros como yo, formando un cuadrado perfecto frente a una plataforma grande. En el cielo sobre nosotros hay una hueste sinnúmero de ángeles. En ambos lados y detrás de nosotros hay una gran multitud de ángeles dispuestos de tal forma para cantar en armonía. Detrás de estos grupos de ángeles hay una gran multitud que no puede ser contada. Observo mientras un ángel de aspecto noble y magnífico camina al centro de la plataforma. Observo mientras Dios el Padre y Jesús caminan desde el lado izquierdo de la plataforma al centro. El Padre se sienta y entonces Jesús se sienta a la diestra del Padre. (No puedo ver el aspecto físico del Padre en este sueño, pero sé que es Él. Lo que veo es una luz muy brillante.) El ángel en el centro de la plataforma canta una nota. De repente, los ángeles a la izquierda comienzan a cantar, entonces se unen los ángeles a la derecha y después los que están detrás. Entonces entran los ángeles que están arriba, les seguimos nosotros, los que pertenecemos al grupo “éstos que son”, y entonces la gran multitud. Durante el coro hacemos una pausa y oímos el cantar de muchos a través del universo. Después del coro, todos nos unimos a una voz. Es un sábado muy feliz.
Nota: Me desperté de este sueño muy desilusionado, sin embargo, sintiendo una felicidad sin descripción. Ahora comprendo por qué se nos insta a “esforzarnos por formar parte de los 144,000.”