En mi sueño estoy parado en una acera mirando al lado derecho de la fachada de una iglesia muy grande. La iglesia es inmensa. Por el tamaño me parece que abarca todo una manzana. En los costados hay muchas ventanas y más ventanas encima de éstas. Noto que hay varias columnas muy grandes al frente de la iglesia. La base de las columnas está sobre las últimas gradas y se extienden hacia arriba para sostener el techo.
De repente siento un toque sobre mi hombro derecho y alguien me llama por mi nombre celestial. Volteo y veo al “Heraldo” de pie detrás de mí. Inmediatamente le digo que tengo varias preguntas que deseo hacerle. Me da una sonrisa paciente y dice, “Siempre tienes preguntas.” El Heraldo dice, “Ven, debo mostrarte muchas cosas.”
Caminamos por la acera y nos paramos al pie de las numerosas gradas que ascienden hacia el frente de la iglesia. Observo mientras mucha, mucha gente comienza a subir por las gradas. Mi ángel señala que algunos de los hombres no están pensando sobre lo que oirán en la iglesia ni de la bendición que van a recibir. Muchos piensan de su trabajo y lo que deben hacer para sobresalir y así obtener un puesto más alto. Otros piensan de lo bien que se ven con su vestimenta elegante. Otros están pensando si se encontrarán con alguien que pueda ser su pareja. Veo a otros vestidos como si fueran a un picnic o un juego de pelota. Algunos hasta visten jerséis de varios deportes.
Observo a muchas, muchas mujeres subir las gradas calzando zapatos caros y elegantes. La ropa que han elegido no es apropiada para la iglesia. Algunas visten faldas y vestidos demasiado cortos. Muchas llevan prendas de corte muy escotado y revelador. Otras llevan ropa apretada, ajustada al cuerpo. Algunas tienen pintadas las uñas de las manos y los pies. Muchas llevan joyas y muestran orgullosas sus anillos de matrimonio. Tienen el cabello arreglado a la última moda que proclama, “Mírame; soy hermosa.”
Ascendemos las gradas y entramos al vestíbulo de esta iglesia grande. Hace mucho ruido y veo máquinas vendedoras automáticas a lo largo de las paredes. También hay carritos de madera y metal que ofrecen leche, té, y café, como también roscas de pan, pasteles, y un surtido pequeño de fruta demasiado madura.
Noto que del vestíbulo se extienden muchos lugares de culto. Mi ángel y yo entramos al primer santuario y noto que adentro hay mucha gente. Oímos al predicador explicar que “Cristo pagó en la cruz por todos nosotros. Somos salvos; no hay que preocuparse por nada. Hemos sido salvados en nuestros pecados. Lo único que tenemos hacer cada día es pedir perdón y tendremos vida eterna. No hay que preocuparse si volvemos a pecar, porque Jesús ha pagado por nuestro derecho de estar en el cielo.” La congregación exclama a una voz, “Amén” y “Peca y serás perdonado; Jesús nos ha salvado.”
Salimos de esa iglesia y entramos a la siguiente. Está llena de gente. Al frente hay un bautisterio grande. Hay una fila larga de personas esperando ascender las gradas al bautisterio para ser bautizadas. Por encima y a la derecha del bautisterio hay una máquina digital contadora, como un marcador de resultados, que aumenta a incrementos cada vez que bautizan a alguien. Veo que algunos en la fila llevan maletas. Otros llevan bolsas llenas de artículos que acaban de comprar en la tienda. Las bolsas tienen artículos comestibles, material de lectura y otras cosas que un cristiano no llevaría consigo a la iglesia, especialmente cuando van a ser bautizados. Algunos tienen cigarrillos en sus bolsillos y otros están comiendo alimentos inmundos mientras esperan su turno en la fila. Mientras observo, sumergen a la gente y entonces los pasan a un lado para que salgan del bautisterio. Hombres en trajes negros discuten la máquina contadora. Me doy cuenta que éstos son hombres importantes conectados con la iglesia. Dicen que el contador tiene que incrementar más rápidamente. Deciden colocar a más ayudantes en el bautisterio para hacer que la gente entre, baje, y salga más rápidamente. Exclaman: “ENTRAR, BAJAR y SALIR!” Observo que el contador se mueve más rápidamente. El agua está sucia, y los que están en ella, también. Al salir del agua, todavía están sucios, y se les ha añadido la mugre de los que fueron bautizados antes que ellos. Miro sus rostros y tienen un aspecto cansado y desafortunado. Miro a mi ángel y comienzo a llorar y menear la cabeza.
Salimos de este templo y regresamos al vestíbulo. Mi ángel y yo nos detenemos un momento y él me dice, “No llores. He sido enviado para mostrarte estas cosas. Conserva tu ánimo.”
Entonces vamos a la iglesia siguiente donde noto que hay un estandarte sobre la puerta que dice, “Iglesia Equipo.” Han sacado las bancas y colocado sillones reclinables. Muchos hablan y conversan. Lucen vestimenta relacionada con los deportes de fútbol, béisbol, baloncesto y otros deportes. Al frente, el pastor viste el uniforma de su equipo favorito. Lo oigo exclamar, “Jesús va a derrotar el equipo contrario. Con su tanto, tendremos la victoria. El partido ha sido ganado!” Oigo a la gente vitorear, alzar sus meriendas y bebidas y decir, “¡Vamos, equipo Jesús!” Salgo hacia el vestíbulo con mi ángel, y él extiende la mano, agarra el estandarte y comienza a sacarlo de su lugar. Noto que debajo hay palabras que comienzan con, “El Problema de muchos deportes.” Cuando comienzo a leerlo, varios hombres se enojan mucho y comienzan a colocar el estandarte de nuevo en su lugar.
Entonces caminamos al templo siguiente y hallamos que el pastor le habla a la gente con palabras halagüeñas. Predica que lo único que necesitamos es amor y gracia. No tenemos que preocuparnos por nada más, sólo amor y gracia. Observo mientras utiliza ciertos movimientos de la mano y el brazo al caminar lentamente de un extremo de la plataforma hacia el otro. La gente se relaja totalmente. Sólo habla de ciertas partes de la Biblia y dice que debemos aprender nuevas ideas. Habla de una “comunidad de la fe”, y de “innovación.” Veo que la gente escucha, pero está arrullada en un estupor soñoliento. Al salir de ese lugar, le doy a mi ángel una mirada de hastío.
Entramos a otro santuario donde nuevamente veo que hay mucha gente. Están cantando de pie. Al frente hay una pantalla grande que tiene palabras. Mientras la gente canta, alzan las manos y las mueven aquí y allá. El canto que cantan se repite constantemente. No tiene versos inspiradores. Entonces veo que muchos salen al pasillo donde comienzan a caminar lentamente, cantando y alzando las manos. Poco a poco comienzan a saltar, y dentro de poco comienzan a correr a lo largo del pasillo proclamando que tienen “el espíritu.” Comienzan a hablar en lenguas ininteligibles. Miro a mi ángel y le pido permiso para que nos vayamos.
Caminamos al siguiente santuario y encuentro que hay muy poca gente adentro. Los pocos que hay están sentados silenciosamente y escuchan con atención. El pastor habla de la preparación para la venida de Jesús. Habla de corazón. Miro a mi ángel y sonrío. Me coloca la mano izquierda sobre mi hombre derecho y dice, “Mira atentamente al pastor.” Entonces veo que una luz muy brillante del cielo resplandece sobre él. Noto algo que parece una llama ardiendo encima de su cabeza. Muchos ángeles portan libros y le enseñan lo que debe decir.
Salimos de este templo y regresamos al vestíbulo. Al salir de la iglesia pasamos muchos otros santuarios, las máquinas vendedoras automáticas y los carritos. El Heraldo me mira y me pregunta, “¿Me das tu mano?” Le extiendo la mano derecha y la agarra firmemente. Nos elevamos al aire unos 100 pies. Nos volteamos y por primera vez puedo ver la fachada completa de esta iglesia inmensa. Noto las columnas grandes que sostienen el techo. Precisamente debajo del techo hay un letrero grande, tallado profundamente con las palabras: “IGLESIA ADVENTISTA DEL SÉPTIMO DíA.”
Me mira y dice, “Aférrate firmemente a tu fe.” Mientras observo, la iglesia entera comienza a temblar desde la izquierda hacia la derecha, hacia atrás y hacia adelante. La iglesia entera se tuerce de lado a lado. Mientras observo veo que mucha gente es arrojada por las ventanas. Muchos salen y descienden las gradas corriendo. Las máquinas vendedoras automáticas y los carritos de golosinas se desploman gradas abajo. Mucha, mucha gente cae rodando por las gradas. Me parece que voy a ver derrumbarse la iglesia. Le aprieto la mano a mi ángel, porque temo a lo que le va a pasar a mi iglesia. Me mira y dice, “Aférrate firmemente a tu fe.” Tan repentinamente como comenzó, terminó el zarandeo. Noto que todas las columnas aún están intactas. Descendemos y nos paramos sobre el escalón más alto. Veo que las gradas no han sufrido ningún daño. Volteo y veo que mucha gente asciende las gradas de la iglesia. Su aspecto es recatado y muchos cantan un himno inspirador. Noto que todos han dejado a un lado el yo y están enfocados en Jesús. Han dejado a un lado todos los pensamientos mundanos. Los observo mientras entran al vestíbulo. Nosotros entramos al vestíbulo y notamos que algunos murmuran quedamente y hay una sensación de reverencia a lo largo del vestíbulo grande.
Mi ángel y yo vamos de santuario a santuario. Cada culto es reverente y cada pastor enseña el camino a Jesús. Seguimos al templo donde están bautizando a la gente. Los ministros están orando y estudiando con cada individuo antes de que se ponga en fila. Hay un cuarto donde los individuos van para deshacerse de sus maletas y bolsas de compras. Hay un basurero donde tiran sus cigarrillos y otros artículos de tabaco. Observo mientras un individuo entra lentamente al bautisterio. El ministro está al lado. Le habla del cometido que está por hacer no sólo ante los que están observando, sino ante todo el cielo. Al bajar el individuo al agua, noto que está sucio. Mi ángel me instruye a mirar hacia arriba. Al mirar a través del techo, atravesando el firmamento hasta el cielo, veo ángeles cantando y aclamando mientras cada individuo es bautizado. Vuelvo a mirar a los individuos al salir lentamente del bautisterio. Al salir, están muy limpios. La ropa que llevan es de un blanco brillante y sus rostros resplandecen de gozo.
Al seguir a lo largo del vestíbulo a cada templo, noto que la iglesia no sufrió ningún daño. Ni siquiera hay una grieta en las paredes. Recuerdo como observaba mientras este edificio se torcía y sacudía, y como temía que se iba a caer.
El Heraldo y yo nos volteamos, salimos y bajamos las gradas. Lo miro y le pregunto cuándo esto va a acontecer. Me da una sonrisa afectuosa y nuevamente, como en otros sueños, noto sus hoyuelos. Coloca sus manos sobre mis hombros y dice, “Cuando despiertes, prepara lo que te he mostrado. Envíalo a la hermana Z. Ella va a hacer la redacción. Una vez que ella termine, debe pedirle a su esposo que lo repase. Él sabrá si algo falta, porque a él ya se le ha mostrado. Cuando él esté de acuerdo con lo que ha sido preparado, debe ser enviado inmediatamente al hermano S para que lo coloque para el pueblo de Dios.” Le pregunté al Heraldo si el hermano Z había recibido el sueño. Dijo que a muchos se les muestra y ellos lo comparten. A muchos se les muestra y temen compartirlo. A muchos se les muestra y no lo recuerdan. A muchos se les muestra y lo recuerdan después del tiempo designado. Y a muchos se les muestra por medio del Espíritu del Padre.”
El Heraldo me llama por mi nombre celestial y dice, “Ahora debes despertar y compartir lo que te he mostrado.”
“El Problema de muchos deportes. –Los alumnos deben hacer ejercicio vigoroso. Pocos males deben ser más temidos que la indolencia y la falta de propósito. Sin embargo, la tendencia de la mayor parte de los deportes atléticos es causa de preocupación para los que se interesan por el bienestar de la juventud. Los maestros se sienten turbados al considerar la influencia que tienen estos deportes, tanto sobre el progreso del estudiante en la escuela, como sobre su éxito en la vida ulterior. Los juegos que ocupan una parte tan grande de su tiempo, apartan su mente del estudio. No contribuyen a preparar a la juventud para la obra práctica y seria de la vida. Su influencia no tiende hacia el refinamiento, la generosidad, o la verdadera virilidad. Algunas de las diversiones más populares, como el fútbol y el boxeo, se han transformado en escuelas de brutalidad. Desarrollan las mismas características que desarrollaban los juegos de la antigua Roma. El amor al dominio, al orgullo de la fuerza bruta, la temeraria indiferencia hacia la vida, ejercen sobre los jóvenes un poder desmoralizador que espanta. Otros juegos atléticos, aunque no son tan brutales, son apenas menos objetables, a causa del exceso al cual son llevados. Estimulan el amor al placer y a la excitación, fomentando la antipatía hacia el trabajo útil, la tendencia a esquivar las responsabilidades y deberes prácticos. Tienden a destruir el gusto por las serias realidades de la vida y sus gozos tranquilos. Así se abre la puerta a la disipación y a la ilegalidad, con sus terribles resultados.” El Hogar cristiano, p. 454