Lo que aparece a continuación es parte sueño y parte realidad. Favor de tener en cuenta que es posible que esto no sea apropiado para niños pequeños o los que son muy sensibles.
Mi esposa, Becky, y yo estamos en un motel durante un viaje para relatar los sueños. Es en las horas de la madrugada. En mi sueño se me está torturando. Estoy sufriendo dolores espantosos. Me despierto y encuentro que tengo los brazos aprisionados detrás de mi cabeza y mis piernas están sujetadas por los muslos y los pies. Me siento como si tuviese una mano metida dentro de la garganta que me impide hablar. Sin embargo, puedo respirar por la nariz. Entonces siento una presión intensa sobre el pecho, lo cual hace difícil la respiración. Todavía siento el dolor tremendo y quiero gritas, “¡Jesús, ayúdame!” Pero no puedo hacerlo. Mi cuerpo comienza a temblar de pies a cabeza por el dolor extremo que estoy sufriendo. Me parece que no voy a salir vivo de esto. Después de unos momentos, Becky se despierta y me pregunta, “¿Qué pasa? ¿Por qué se mueve la cama? ¿Estás bien? ¿Quieres que clame al nombre de Jesús?” Entonces pude hablar y decirle que quisiera que ella se hubiera despertado antes para que me pudiera haber salvado. Le digo que se vuelva a dormir y me quedo despierto un buen rato.
Al amanecer, le expliqué a Becky el incidente. Ambos nos dimos cuenta de la importancia de suplicar a Dios no sólo que nos envíe ángeles para protegernos, sino también que aparte los ángeles malignos de día y de noche. Ahora disfrutamos de un sueño mejor del que hemos tenido en mucho tiempo. También nos dimos cuenta que el sueño de la Librería Adventista de la noche anterior mostraba el libro del Espíritu de Profecía, El Conflicto de los siglos. Comprendemos cuánto odia Satanás ese libro y los mensajes que el Señor está enviando. A continuación aparece una historia de cómo Satanás atacó a Elena de White antes de comenzar a escribir El Conflicto de los siglos.
Ataque de Satanás: “El lunes comenzamos nuestro viaje de regreso al hogar…. Mientras viajábamos en los vagones, hicimos nuestros planes para escribir y publicar el libro llamado El Conflicto de los siglos inmediatamente después de llegar a casa. En ese entonces yo estaba tan bien [de salud] como siempre. Cuando el tren llegó a Jackson, fuimos a [la casa del] Hno. Palmer. Sólo habíamos estado en la casa un corto tiempo cuando, durante mi conversación con la Hna. P, mi lengua rehusó pronunciar lo que yo quería decir, y me parecía grande y entumecida. Una sensación extraña, fría me cayó al corazón, pasó sobre mi cabeza y a lo largo del lado derecho de mi cuerpo.
Estuve sin sentido un rato, pero desperté, gracias a la voz de la oración ferviente. Traté de usar mi pierna y brazo derechos, pero estaban completamente inútiles. Durante un corto período de tiempo, yo no pensaba que iba a vivir. Por varias semanas no pude sentir la presión de una mano, ni el agua más fría vertida sobre mi cabeza. Con frecuencia tambaleaba al levantarme para caminar, y a veces caía al piso. En esa condición comencé a escribir El Conflicto de los siglos. Al principio sólo lograba escribir una hoja al día, entonces descansaba tres. Sin embargo, al progresar, mis fuerzas fueron aumentando. El entumecimiento de mi cabeza no pareció turbar mi mente y antes de terminar la obra, el efecto de la parálisis había pasado completamente.” 3SM (Mensajes Selectos, tomo 3), pp. 99-100 [Trad.]
Efesios 6:12
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
“Dios no puede utilizar a hombres quienes, en tiempos peligrosos, cuando se necesitan la fuerza, valor e influencia de todos, temen tomar un paso firme por la verdad. Él pide hombres que luchen fielmente contra el mal, que luchen contra poderes y autoridades, contra las potestades de las tinieblas de este mundo, contra las fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales. Es a tales como éstos a quienes dirá: ‘Bien hecho, buen siervo y fiel… Entra en el gozo de tu Señor.’” RH (La Revista adventista), 11 septiembre 1913.