Durante los últimos dos meses he recibido mensajes electrónicos aseverando que lo que mi ángel, el Heraldo, me ha estado diciendo está equivocado. Me han aconsejado a no hacer caso a lo que el Heraldo dice, y que debo pedirle a Dios que envíe sus ángeles para llevarme a un lugar seguro. Me han aconsejado que quite mi sitio en el internet. Se me ha dicho que el Heraldo es un ángel de Satanás.
Varios me han aconsejado que debo “probar los espíritus”. Se me ha aconsejado a seguir 1 Juan 4:1-3 donde dice:
Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo.
Como sabemos que un ángel de Satanás sólo puede contestar que Jesús no vino en cuerpo humano, si el Heraldo dijera eso probaría que él es un agente de Satanás que desea engañar a muchos. Sin embargo, si el Heraldo contestase que Jesús sí vino en cuerpo humano, entonces eso significaría que yo no estoy siendo engañado. Teniendo en cuenta esos versículos, invité a algunos a unirse conmigo en oración. Pedimos al Padre que si Él me enviase otro sueño, que se me permitiera hacerle esta pregunta al Heraldo. Esta mañana recibí el sueño siguiente.
En mi sueño yo había decidido hacer una caminata entre los helechos y árboles secoya en la tranquilidad del bosque. Iba caminando, meditando y orando que Dios me diese una respuesta a los problemas que han resultado del sueño “Sé firme”. Le dije al Padre que ha surgido mucha oposición. Al andar, me parecía que Jesús estaba caminando junto a mí, pero yo estaba completamente solo. Al seguir, disfrutaba del olor de los secoya y noté que podía ver mi aliento en la humedad fresca. Todo estaba tranquilo y silencioso. Entonces vi una rama de árbol caída, atravesando el sendero. Me esforcé por arrastrar y sacar esa rama del camino para que otros que pasaran por ahí no encontraran ese obstáculo. Seguí adelante, dando gracias a Dios por un lugar hermoso donde caminar y anhelando nuestras caminatas juntos en los bosques del cielo.
De repente vi que tres ángeles descendían lentamente frente a mí. El primer ángel dijo, “No temas, porque hemos sido enviados por el Padre que está en el cielo.” El segundo ángel dijo, “Venimos proclamando Filipenses 2:5-11.” El tercer ángel recitó:
Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Me llené de adoración absoluta, ¡una emoción tan grande! Buscaba palabras, pero sólo pude exclamar, “Alabado sea Jesús; gracias, Padre.” El primer ángel dijo, “Hemos sido enviados para llevarte con nosotros.” Le pregunté al ángel, “¿A dónde?” El ángel contestó, “Al lugar donde nuestro Creador nos ha pedido que te llevemos. Por favor, ¿me das tu mano derecha?” Entonces me di cuenta que iba a estar seguro, porque lo que el ángel acababa de citar indicaba que éstos eran ángeles de Dios y no de Satanás. Esos tres ángeles acababan de cumplir con el criterio de cómo probar los espíritus. Le extendí mi mano derecha y ascendimos rápidamente. Viajamos muy velozmente. Sus alas parecían ser de pura luz.
De repente nos acercamos a un edificio grande con dos grandes puertas de madera. Mientras un ángel me tenía asido de la mano, los otros dos ángeles se apresuraron a adelantarse. Cada uno tomó una manija y abrió una puerta. Mi ángel y yo volamos a través de la abertura y a lo largo de un pasillo largo. Al final vi otras dos puertas. Nuevamente, los otros dos ángeles nos pasaron volando y abrieron las puertas. Entramos a un salón y nos detuvimos por completo. Al mismo frente del salón vi una baranda que corría desde la izquierda hasta la derecha del salón. Detrás de la baranda había muchas personas que estaban allí para observar y escuchar. Al frente de la baranda y al lado derecho del salón, había tres individuos—una mujer y dos hombres. Pude reconocer a dos por una foto que había visto anteriormente. No reconocí al tercero, pero supe quién era. Uno tenía un letrero en la mano que decía, “El Heraldo proviene de Satanás.” La mujer se puso de pie y proclamó con orgullo, “Yo he estudiado y sé todo lo que hay que saber. Tengo todas las respuestas y yo corregiré tus errores. Sólo debes escuchar lo que yo digo.” El tercer hombre, el que no reconocí, estaba contando dinero. Le oí decir, “Todo el dinero le pertenece a Dios y debe ser guardado sólo en mi alfolí.”
Yo estaba solo, parado al lado izquierdo. Frente al sitio donde estaba había un estrado y encima yacía una Biblia muy grande con letras muy grandes. El Heraldo se paró en el medio del salón mirándonos a nosotros. Los tres ángeles que me escoltaron hasta ese lugar fueron rápidamente a colocarse, uno a la izquierda, uno a la derecha, y el otro directamente detrás del Heraldo. Noté que el Heraldo era un poco más alto que los otros tres ángeles. Varios ángeles vestidos de batalla entraron al salón y se pararon a la derecha y a la izquierda del salón.
Entonces oí una voz que venía desde arriba cuyo sonido parecía una catarata tronando, un riachuelo fluyendo tiernamente y un chorro tranquilo de agua, todo simultáneamente. La voz dijo, “Pide que todos puedan ver a quién sirve mi Heraldo.”
El Heraldo tomó un paso adelante. Yo miré hacia la Biblia, cuyas hojas inmediatamente se abrieron solas a 1 Juan 4. Me fijé allí y en voz alta leí los versículos 1, 2 y 3. Entonces volví a mirar al Heraldo. Aunque él no sonreía, su semblante demostraba serenidad y su porte era humilde. Él dijo, “Esta es una pregunta que muchos no comprenderán si la contesto rápidamente. Muchos dirán que es demasiado vaga. Muchos dirán que no les fue explicada lo suficiente para que la pudieran aceptar. Por favor, permítanme decirles con gran detalle para que ninguno dude, sino que todos reconozcan a quién sirvo yo. Lo hago para que todos prosigan, como un solo hombre, a hacer la obra que tenemos por delante.” El Heraldo hizo una pausa de unos segundos, miró hacia arriba, entonces me miró a mí y dio un vistazo hacia los tres individuos que estaban de pie al lado derecho del salón.
Entonces el Heraldo dijo, “Yo observé cuando Lucifer discrepó con el Padre en el cielo y quería ser igual a nuestro Creador. Observé cuando Lucifer y muchos de sus seguidores fueron echados a la tierra. Yo vi cuando Lucifer llevó el pecado al mundo. Observé cuando el Padre, el Hijo y el Espíritu de Dios presentaron un plan para salvar a sus seres creados. Yo observé cuando fue decidido que Jesús iría a la tierra como un ser creado. Él, el Creador, llegaría a ser uno de los creados. Advertí cuando Jesús, nuestro Creador, se despidió del Padre y el Espíritu Santo lo colocó a él cual semilla en la matriz. Fue colocado en una matriz pura, sin contaminación, una que jamás había sido tocada. “Escuché el silencio en el cielo porque el Creador ya no estaba sentado en el trono junto al Padre. Advertí al Padre mirar y hallar vacío el trono junto al suyo. Vi al Padre anticipar el día cuando se le devolvería a su Hijo. Sin embargo, vi el amor tan grande que tenía el Padre, que permitió que su único Hijo cediera su lugar en el trono y se convirtiera en un Ser creado. Jesús, el Creador, se hizo un ser humano. Se convirtió en lo que había sido creado en su imagen de Él. Es más, Jesús no sólo iría como un hombre como Adán, sino que Jesús vino como Adán en pecado. Jesús no vino con propensión al pecado. Jesús pudiera haber pecado, pero no lo hizo. Advertí cuando nuestro Creador crecía en esa matriz virginal. Vi que llegó el día, y nadie le daba un lugar donde poder nacer. Mientras todo el cielo y todo el universo anticipaban el nacimiento del Creador, lo vi tornarse en un ser creado. Advertí que muchos protegían al Niño, cuyo nombre sería Emanuel. Vi a ese Niño crecer y aprender a caminar. Observé cuando ese Niño se caía y lastimaba. Cuando muchos de nosotros anhelábamos recoger a nuestro Creador para que no se cayera ni lastimara, noté que nuestras manos fueron detenidas. “Observé el día cuando fue bautizado y el Espíritu Santo descendió sobre Él. Lo vigilé mientras enseñaba. Vi a muchos aceptarle. Noté que muchos eran sanados, veían milagros divinos, dejaban todo y le seguían. Vi que muchos eran enviados de las cortes celestiales para cuidarlo constantemente. Observé cuando fue enviado al desierto, donde Satanás trató de tentarlo. Yo aguardaba una señal para librarlo, pero el Padre detuvo toda mano salvadora. Yo vi cuando fue capturado y lo acusaban aquéllos que eran presionados por agentes malignos, deseando destruir al Hijo de Dios. Yo estaba en alerta, listo para librar a mi Maestro de aquéllos que le pegaban. Observé cuando sus seres creados lo acostaron sobre una cruz y martillaron los clavos. Clavaron a mi Creador, a mi Maestro. Yo vi cuando alzaron la cruz y la dejaron caer dentro del hueco en la tierra. Vi cuando se burlaban de Él, el Creador del universo, y le empujaron sobre la cabeza una corona hecha de un arbusto espinoso. Advertí cuando el Padre ya no pudo mirar esa escena y apartó la vista cuando su Hijo murió. Yo vi cuando Jesucristo de Nazaret, nacido de una virgen, nacido como un hombre creado, tornó sus ojos hacia el Padre y dijo, ‘Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.’ Observé cuando fue colocado en la tumba y el sitio de su descanso vigilado durante el sábado. Vi cuando la piedra sobre la tumba fue removida. Yo vi a mi Creador salir victorioso sobre Lucifer. El Maestro había completado el plan para salvar a sus seres creados.
“Me preguntan si yo confieso que Jesucristo vino en carne humana. De pie ante mi Creador, ante el Padre, el Espíritu Santo y todos sus seres creados a través del universo, doy mi testimonio, atestiguando todo lo que yo he visto. Abiertamente y sin reserva alguna declaro con mi voz: Sí, Jesucristo, Hijo del Padre, vino en carne humana.”
De repente vi que los tres ángeles que habían estado de pie a la derecha, izquierda y directamente detrás del Heraldo, volaron hacia arriba como si fueran disparados. Sus alas parecían luz a alta velocidad. Los vi subir hacia arriba y a la distancia como si fueran tres rayos de pura luz. Miré cuando regresaron de la misma forma, cada uno trayendo una tableta de vidrio transparente. Cada uno se acercó al Heraldo y, uno a la vez, le entregaron una tableta de cristal. Él recibió las tabletas y las colocó una encima de la otra. Las tres tabletas se tornaron en una sola.
El Heraldo tomó un paso adelante y dijo a todos, “Comprendan que yo soy el Heraldo. Soy un mensajero de Dios. Como he dicho antes, mi nombre verdadero no es importante. Soy simplemente un mensajero. El nombre que debe ser invocado es el nombre de Jesús. Ése es el nombre que todos debieran llevar en sus labios. Ése es el nombre que todos debieran cantar y alabar. Él ha puesto en mis manos un mensaje para todos. Es un mensaje de amor, pero también es un mensaje de reprensión. Es un mensaje de amor y reprensión. Voy a leer lo que Él ha enviado y depende de ustedes recibir la reprensión y andar en la luz que ha sido dada. Si ustedes que son suyos están dispuestos a recibir el testimonio que acabo de compartir, como también los mensajes que Dios ha enviado a su siervo que está de pie aquí, deben reconocer que estos mensajes provienen de Dios.”
Entonces el Heraldo vino y se paró frente a mí. Me dijo, “Todos los mensajes que Dios te ha dado y que se han escrito y compartido, provienen de Él, y tú debes seguir compartiéndolos en el sitio del internet. Hiciste mal en compartir tu respuesta respecto al diezmo con algunos que tenían preguntas sobre el sueño, ‘Sé firme.’ Debes comprender que tanto tú, como yo, sólo somos mensajeros. Te fue dicho que si ellos no comprendían, tú SOLAMENTE debías decirles que llevaran sus preguntas a Aquél que tiene las llaves del Gran Alfolí. Hiciste mal al compartir tus estudios. ¿Cómo van los demás a aprender y a depender de Dios si tú estudias por ellos? ¿Cómo van a aprender a tener una relación íntima con el Padre si tú no les permites orar? Cada uno debe llevar sus preguntas y reservas al Creador. Cada uno debe aprender a quedar en pie individualmente ante el Padre.”
Entonces el Heraldo dio un paso hacia atrás y caminó al centro del salón. Extendió las tres tabletas como una sola y dijo, “Éste es un mensaje para todos los que deseen aceptar y estén dispuestos a escuchar.” La tableta dice, “El que está montado debe bajar y postrarse ante Jehová de los ejércitos, el Creador del universo, el que vino para ser una criatura. Inclínense ante su Maestro y confiesen sus pecados para que todos oigan de su rebelión. Se envió un mensaje a un mensajero escogido, y ustedes negaron el oído de su Señor y convencieron a otros a rechazarlo. Arrepiéntanse ahora y pidan perdón para que el Padre los escuche y torne su rostro hacia ustedes. Pidan esto por medio y en el nombre de su Hijo. Arrodíllense, confiesen sus pecados para que no se sequen los ríos y corrientes y no muera el caballo que bebe, para que no caminen por la faz de la tierra y cada oído se aparte de ustedes, y las palabras que hablan caigan como piedras de sus bocas. Arrepiéntanse para que el Señor Jehová no los vomite de su boca, cual agua de mar ardiente.
“El que tiene las llaves de la caja fuerte debe arrepentirse del mal que ha hecho y hablado contra Mí y mi siervo. Póstrese ante el Maestro Fabricante de Llaves y pida perdón y no ande más en el camino de sus errores. Debe confesar ante todos por haber tergiversado lo que él sabía que era cierto, tal como se le ha mostrado. Debe confesar ante todos para que las llaves no le sean quitadas de la mano de un golpe y colocadas en las manos de otro.
“Ese individuo, por haber hablado errores, debe humillarse ante el Señor de la verdad. Debe reconocer que ha andado orgulloso, jactancioso, y pedir humildad. Ese individuo debe reconocer su falta de usar una lengua que habla en contra de la verdad, para que esa lengua no sea cortada y ande mudo por la tierra.
“Todos los que han hablado mal contra el mensaje y el mensajero que he enviado deben postrarse ante el trono de Dios. Pidan perdón en el nombre de su Hijo. Admitan su falta, tomen su cruz y sigan el sendero de Jesús. Hagan esto antes que se cierre el libro y sus nombres no queden escritos en el libro.”
Ahí terminó mi sueño. Creo que para todos los que queremos andar con Dios, es importante atenerse al consejo que se nos ha dado.
Para terminar, únanse conmigo leyendo las palabras de Proverbios 1:22-31.
¿Hasta cuándo, oh simples, amaréis la simpleza, y los burladores desearán el burlar, y los insensatos aborrecerán la ciencia? Volveos a mi reprensión; he aquí yo derramaré mi espíritu sobre vosotros, y os haré saber mis palabras. Por cuanto llamé, y no quisisteis oír, Extendí mi mano, y no hubo quien atendiese, sino que desechasteis todo consejo mío Y mi reprensión no quisisteis, también yo me reiré en vuestra calamidad, y me burlaré cuando os viniere lo que teméis; cuando viniere como una destrucción lo que teméis, y vuestra calamidad llegare como un torbellino; cuando sobre vosotros viniere tribulación y angustia. Entonces me llamarán, y no responderé; me buscarán de mañana, y no me hallarán. Por cuanto aborrecieron la sabiduría, y no escogieron el temor de Jehová, ni quisieron mi consejo, y menospreciaron toda reprensión mía, comerán del fruto de su camino, y serán hastiados de sus propios consejos.