En mi sueño, estoy de pie junto a mi ángel. Él me dice que observe a un hombre que está enseñando una clase de Escuela Sabática. Está vestido con una camisa y traje lavados y planchados profesionalmente. Su corbata combina con el traje y lleva un pañuelo en el bolsillo de su saco y en la solapa, un pequeño alfiler a manera de cruz. Sus zapatos parecen haber sido pintados con una pintura muy brillante. Parece alguien que en excelente forma física. Su abundante cabellera está bien cuidada, con cada cabello en su lugar. Cuando sonríe su dentadura perfecta es de un blanco radiante. Sus manos no tienen callos y sus uñas parecen haber recibido una manicura profesional. Él habla con una pronunciación perfecta, como si seleccionara estratégicamente cada palabra y la pronunciara en su mente antes de expresarla en voz alta. Sus ademanes y movimientos son planeados, como si cada gesto de sus manos estuviese coordinado con cada palabra que dice. Cuando habla, se nota por todo su estudio que es alguien muy bien educado. Parece un individuo que goza de éxito financiero. Él invita a ciertas personas para leer versículos seleccionados de la Biblia o del folleto de la lección.
La Escuela Sabática termina y comienza el segundo servicio. El hombre ahora se sienta en la plataforma como un anciano. Nuevamente cada movimiento y cada palabra son planeados con anticipación. Él invita a todos los que puedan que se arrodillen para la oración pastoral. Saca un papel de su Biblia y lee una oración muy elocuente, llena de palabras floridas que parecen flotar a través del santuario. Parece poseer un carácter cristiano perfecto.
Ahora se me presenta a este mismo individuo durante varias ocasiones de la semana. A veces es deshonesto con sus compañeros de trabajo y con otras personas. No le hace ningún caso a un mendigo que le pide dinero. Su manera de manejar su auto corresponde a los que hacen cualquier cosa para superarse a los demás. Su tiempo de oración privada es corto y las palabras son apuradas, no como las de sus oraciones públicas.
Ahora mi ángel me lleva nuevamente a la clase de Escuela Sabática y me dice que observe a otro individuo. Ése no es esbelto como el otro hombre; viste pantalones sencillos y una camisa de vestir sin corbata. Las puntas de sus zapatos están desgastadas, como si hubieran sido lijadas. Él escucha los comentarios de la lección de la Escuela Sabática, que consisten de conceptos teológicos avanzados. El maestro, el hombre bien vestido, pide a ciertas personas que lean pasajes.
Más tarde, el maestro le pide al hombre sencillo que lea de su Biblia. Alguien sentado a su lado se inclina para ayudarle a encontrar el libro y el versículo. Él se pone de pie y comienza a leer, pero aun las palabras más sencillas le causan dificultad. El maestro le interrumpe y dice “Está bien, yo leeré el versículo.” Mira el texto como volviendo a revisarlo, lo lee y luego alza la vista como si fuese un artista que acaba de declamar. Todos quedan muy impresionados con esa exhibición de su talento para la lectura. El hombre sencillo se sienta, avergonzado.
Entonces se me muestra a ese mismo hombre durante su semana laboral. Se incomoda a sí mismo para poder ayudar a otros. Ve una familia en la autopista cuyo vehículo se ha descompuesto y se detiene para ayudarlos. A una mujer con un niño en los brazos y otro pequeño correteando, le ayuda a colocar sus comestibles en su auto. Entonces lo veo escuchando grabaciones de la Biblia y del Espíritu de Profecía. Él trata de seguirlos con su Biblia. Después de pasar horas escuchándolos, se arrodilla y entonces comprendo por qué las puntas de sus zapatos están desgastadas. Él ha estado más tiempo de rodillas que caminando. Pasa mucho tiempo mientras el ora en voz alta una plegaria fluida. Las palabras se difunden cual aroma maravilloso, como si cada palabra fuese una mariposa delicada y hermosa. Cada palabra proviene de su corazón, no planeada con anticipación ni escrita para entretener a otros. Entonces noto en la habitación una figura de luz brillante y muchos ángeles de pie con él. Una figura brillante se arrodilla a su lado derecho, y con la mano izquierda le cubre el hombro con su manto.
Isaías 59:17
“Pues de justicia se vistió como de una coraza, con yelmo de salvación en su cabeza; tomó ropas de venganza como por vestidura, y se cubrió de celo como de manto.”
Conflicto y valor, p. 99
“Cuando Elías, divinamente dirigido en la búsqueda de un sucesor, pasó al lado del campo en el cual Eliseo estaba arando, echó sobre los hombros del joven el manto de la consagración. . . Era para él la señal de que Dios le llamaba a ser sucesor de Elías.”
Los Hechos de los apóstoles, p. 17
“Para continuar su obra, Cristo no escogió la erudición o la elocuencia del Sanedrín judío ni el poder de Roma. Pasando por alto a los maestros judíos que se consideraban justos, el Artífice Maestro escogió a hombres humildes y sin letras para proclamar las verdades que habían de llevarse al mundo. A esos hombres se propuso prepararlos y educarlos como directores de su iglesia. Ellos a su vez habían de educar a otros, y enviarlos con el mensaje evangélico. Para que pudieran tener éxito en su trabajo, iban a ser dotados con el poder del Espíritu Santo. El Evangelio no había de ser proclamado por el poder ni la sabiduría de los hombres, sino por el poder de Dios.”