En mi sueño, Becky y yo estamos caminando hacia las gradas de la entrada de una inmensa Iglesia Adventista del Séptimo Día. En la entrada, los ujieres nos abren la puerta para saludarnos. Uno nos estrecha la mano y dice, “Bienvenidos.” Otro nos dice, “Feliz sábado,” y nos ofrece un boletín. En el vestíbulo, tres diáconos se nos acercan rápidamente. El del medio dice, “Sabemos quién es usted. Está bienvenido para unirse a nosotros, pero entre, siéntese y no diga nada.”
Al entrar al santuario, notamos que es inmenso. Tiene varias columnas grandes y redondas que sostienen el balcón. Caminamos hacia el frente por el pasillo izquierdo y cuando vamos por la mitad, varios ancianos se acercan a nosotros y nos detienen. Uno dice, “Sabemos quién es usted. Siéntese y quédese callado. Le estaremos vigilando.”
Becky y yo seguimos adelante y nos sentamos a unas pocas hileras del frente. Ahora veo que tres pastores nos miran desde detrás de una cortina al extremo derecho de la plataforma. Vienen hacia nosotros y nos ponemos de pie con las manos extendidas para saludarlos. Ellos miran nuestras manos, luego nos miran a nosotros, y el pastor del medio dice, “Yo soy el obispo superior de esta iglesia. Tanto yo como mis dos asistentes sabemos quién es usted. Hemos avisado a nuestro personal que lo vigilen. Usted puede unirse a nosotros para nuestra gran presentación, pero tiene que sentarse y guardar silencio. No queremos consejos ni oír ninguna de sus historias.” Noto que la congregación, de más de 2,000 feligreses, está atenta a la discusión que se desarrolla, pero no pueden escuchar lo que se ha dicho. Sin embargo, debido a que los tres pastores sonríen continuamente, tienen la impresión de que ellos nos están dando una bienvenida muy cordial.
Los tres se voltean y regresan al salón de la derecha, detrás de la cortina. Ahora escuchamos el sonido del órgano magnífico . Mientras todos nos arrodillamos, una procesión de los que se van a sentar en la plataforma entra desde el lado derecho. Todo el mundo mira fijamente a los 3 diáconos y los 3 pastores, seguidos por 4 ancianos, y terminando con 3 diáconos más. Todos visten mantos ostentosos que llegan hasta el suelo y decorados con oro fino y plata. Los diáconos y los ancianos visten mantos negros. Dos de los tres pastores llevan mantos azules con fajas muy decoradas, cinturones y cordones que cuelgan desde sus hombros, cuello y cintura. El pastor del centro, el que se llama a sí mismo el obispo superior, lleva un manto blanco engalanado con joyas, fajas y cordones con borlas decorativas. En su cabeza lleva una mitra. Una parte desciende sobre su espalda y otra parte le cae por el frente hacia el pecho. Mientras habla, hace gestos lentos con una mano, y con la otra, siempre tiene dos dedos señalando hacia arriba. Él habla del único gran Dios que salvó este mundo y dice que él gobierna esta tierra. Explica que no debemos tener otros dioses aparte de él, que él es el dios de este mundo y que debemos adorarle y honrarle en todo lo que hacemos.
De repente, durante su charla de apertura, el órgano, el cual es controlado por computadora, comienza a tocar la marcha de salida para los que están en la plataforma. Todos se dan cuenta de que la computadora tiene un defecto. El órgano está detrás del santuario, por el lado izquierdo, en un cuarto cerrado. Los seis diáconos de la plataforma corren hacia el micrófono, haciendo retroceder al obispo superior, y comienzan a vociferar órdenes a los diáconos secundarios, los que en realidad trabajan, para que corrijan el problema de inmediato.
Entonces, muchos diáconos se apresuran a buscar la llave que corresponde a la puerta gruesa y ostentosa. Noto que muchos miembros se levantan para captar toda la escena. Se dan cuenta de que los “pontífices” en la plataforma tienen cara de estar muy molestos. Hace pensar que si los que están buscando las llaves fuesen empleados, serían despedidos por ser incompetentes. Los pontífices están pensando, “Esto es terrible. Este servicio debe ser una presentación perfecta con mucha pompa. Esto es una gran catástrofe.” Ahora los de la plataforma me miran y el obispo superior me mira fijamente como diciendo, “Es tu culpa; tú provocaste esto.”
Finalmente, un diácono insignificante encuentra la llave correcta, abre la puerta, entra y apaga la música. Cuando reina el silencio, una pantalla desciende detrás de los que están en la plataforma, y aparece una película que muestra a todos los presentes las vidas privadas y pecados ocultos de los que están sentados en la plataforma. Nuevamente los diáconos tratan de detener el video y callar el sonido, pero no pueden hacerlo. Los que están en la plataforma tratan de permanecer tranquilos y poner caras inocentes. Las escenas y el lenguaje de la película ilustran las más degradantes lujurias carnales.
Mientras observo a los que están en la plataforma, todos ataviados en mantos sacerdotales, recuerdo que ésta es una de nuestras iglesias Adventistas del Séptimo Día más destacadas. Uno por uno se fijan en mí los que me ordenaron a sentarme y guardar silencio. El del centro, el que se denomina sí mismo el obispo superior, me mira fijamente, como si todo fuese culpa mía. Estoy sentado con las manos cruzadas sobre el pecho. Entonces me inclino hacia Becky y le digo que aunque ésta es una de las iglesias de Dios, éste no es su culto. Le explico que pronto vendrá el día cuando la Gran Mano va a sacudir esta iglesia cual salero, echando fuera a todos los que no son su sal. Pronto su iglesia será restaurada y todos sus cultos serán sagrados, reverentes y darán gloria y honor al nombre de Dios. Hoy en día, todo se trata de glorificar al ser humano con escenas de entretenimiento. Pronto Dios va a zarandear su iglesia y quitará la inmundicia de aquéllos que se sirven a sí mismos y no a Dios.
Ahora yo me paro y le digo a Becky que nos vamos a ir, que es mejor adorar a nuestro Salvador en casa que ser contaminados con los malvados en estos salones. Le digo que hay otros que buscan la pureza de un culto reverente. Ellos son los que buscan una iglesia atenta al culto y honra de Dios y no del hombre. Hay otros que desean de todo corazón una iglesia que realmente adore a nuestro Padre, una iglesia que no sea un edificio, sino una iglesia formada por un pueblo unido.
Proverbios 16:18
“Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu.”
Números 32:23
“… y sabed que vuestro pecado os alcanzará.”
Mateo 5:13
“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.”
Primeros Escritos, pp. 124-125
“Me fueron mostrados aquellos que creen poseer el último mensaje de misericordia y la necesidad que tienen de estar separados de los que están bebiendo diariamente nuevos errores. Vi que ni los jóvenes ni los ancianos debían asistir a sus reuniones; porque es malo alentarlos así mientras enseñan el error que es veneno mortal para el alma, y mientras presentan como doctrinas los mandamientos de los hombres. La influencia de tales reuniones no es buena. Si Dios nos ha librado de tales tinieblas y error, debemos destacarnos firmemente en la libertad con que nos emancipó y regocijarnos en la verdad. Dios siente desagrado hacia nosotros cuando vamos a escuchar el error, sin estar obligados a ir; porque a menos que nos mande a aquellas reuniones donde se inculca el error a la gente por el poder de la voluntad, no nos guardará. Los ángeles dejan de ejercer su cuidado vigilante sobre nosotros; y quedamos expuestos a los golpes del enemigo, para ser entenebrecidos y debilitados por él y por el poder de sus malos ángeles, y la luz que nos rodea se contamina con las tinieblas.”
“Vi que no tenemos que desperdiciar tiempo escuchando fábulas. Nuestros pensamientos no deben ser distraídos así, sino ocuparse con la verdad presente y en la búsqueda de sabiduría, a fin de obtener un conocimiento más cabal de nuestra posición, para que con mansedumbre podamos dar razón de nuestra esperanza basándonos en las Escrituras. Mientras que doctrinas falsas y errores peligrosos se inculcan en la mente, ésta no puede espaciarse en la verdad que ha de preparar a la casa de Israel para que subsista en el día del Señor.”
Si fuese necesario, a continuación aparece una opción.
La Revista Adventista, 14 de octubre de 1884.
“El sábado, con algunos amigos nos reunimos en la sala de Edson para celebrar la Escuela Sabática. Hay cuatro familiar—doce personas por todo—que suelen reunirse para hacer culto. Cuando está en casa, Edson dirige la Escuela Sabática. Después de la Escuela Sabática tienen un estudio bíblico o un culto de oración y testimonios. Esto es tal como debiera ser. En cada hogar se debe establecer un altar familiar; y si en cualquier localidad no hay más de dos ó tres que compartan la misma fe preciosa, deberían unirse. ‘Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó, y fue escrito un libro de recuerdo delante de él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre. Y ellos serán míos, dice Jehová de los ejércitos, mi propiedad personal en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve.’”