En mi sueño, estoy en una iglesia de pie delante de la congregación. Estoy hablando de cómo Dios llama a individuos quienes Él sabe pueden ser usados para hacer su obra, pero quienes nosotros como humanos no tomaríamos en cuenta. Mientras hablo, me llama la atención un hombre sentado en el lado izquierdo de la gran congregación. Por su apariencia, sé que es un mecánico y que no tiene estudios de teología. Explico cómo Dios puede usar una persona iletrada. El individuo puede ser alguien que vive cada día dirigido por Dios, aunque tenga alguna discapacidad para aprender y le sea difícil leer las palabras más sencillas. Explico que Dios no se fija sólo en la apariencia o en la educación del hombre. Él no sólo mira cuán bien puede leer o recitar de memoria. Dios no sólo mira la mente del individuo, sino su corazón y sus motivos.
Veo que el pastor de la iglesia está sentado al extremo derecho de la congregación y le pido que venga a la plataforma para ayudarme. Él acepta y cuando ambos estamos detrás del púlpito, le susurro que por favor me apoye con una ilustración. Lo presento como un pastor muy respetado y acreditado, alguien que ha escrito muchos libros. Explico que él es uno de los pocos pastores genuinos que quedan, y que cuando él habla, dice la verdad, guiado por el Espíritu Santo. Le pregunto a la congregación si todos están de acuerdo de que él es alguien a quien Dios ha llamado para ser un pastor fiel. Todos dicen “Amén”.
Entonces camino por el pasillo hacia el mecánico y le pido que me acompañe en la plataforma. Él acepta, aunque no le gusta estar al frente y se siente más feliz cuando está trabajando con sus manos. Él es un hombre de pocas palabras y no habla a menos que se le pida que conteste. Cuando llegamos a la plataforma, le susurro que confíe en mí, que no tengo ninguna intención de hacerle pasar vergüenza y que esté confiado que la presencia de Dios está allí y que todo va conforme a su plan.
Me dirijo hacia la congregación y explico, “Aquí hay dos individuos distintos. Su pastor es un hombre muy ilustrado y posee varios títulos académicos. Todos aquí saben de su conocimiento extenso de la Biblia y del Espíritu de Profecía.” Le pregunto al pastor si conoce algo de la mecánica automotriz. Él admite que el no puede distinguir entre una llave inglesa y un destornillador. Me dirijo hacia el mecánico y le susurro nuevamente que confíe en mí y que sepa que esto será para la gloria de Dios. Lo presento como un hombre diestro en su propio oficio. Le pregunto cuánta educación formal ha recibido. Él explica que abandonó la escuela secundaria en su segundo año, pero que luego obtuvo su Diploma de Educación General y que está certificado tanto en la reparación de motores de gasolina y diesel como en transmisiones automáticas.
Dirigiéndome hacia el pastor, le pido que nos lea el libro de Tito. Él sonríe al tomar su Biblia muy gastada y marcada, y sin voltear ni una página, la abre precisamente en el primer capítulo de Tito. Sin mirar la Biblia, comienza a recitar de memoria cada palabra de los tres capítulos. Cuando termina, me dirijo hacia el mecánico y le pido que busque el libro de Tito. Le entrego una Biblia y aunque no está avergonzado, me mira preocupado y susurra, “Yo no sé donde se encuentra ese libro.” Yo le ayudo a encontrarlo. Él mira a las palabras, me vuelve a mirar a mí y susurra, “Yo no leo bien.” Yo le susurro, “Confíe en mí. Dios desea que todos aprendan de esta ilustración.” Miro a todos los reunidos allí y explico que el mecánico no conoce los libros de la Biblia, así que no puede encontrar el libro de Tito.
Entonces, pido que a la congregación saque la Biblia de la banca frente de ellos, y que se pongan de pie con la Biblia en la mano. Una vez que todos están de pie, les pido que busquen el libro de Tito y que lo mantengan marcado para poder encontrarlo rápidamente, y luego que se sienten. Algunos encuentran el libro rápidamente y se sientan. Muchos tienen que ayudar a otros a encontrar el capítulo. Le susurro al mecánico, que él no es el único que no sabe dónde se encuentra Tito y que tampoco es el único que tiene problemas para leer. Le aseguro que Dios usa a quienes Él necesita usar.
Ahora pregunto cuántos saben, sin duda alguna, que su pastor ha sido llamado por Dios para dar un mensaje. Se oye un fuerte “Amén.” Me dirijo hacia el mecánico y digo, “El mecánico no sabía dónde se encuentra el libro de Tito, porque él tiene un problema con la lectura. Por lo tanto, mi pregunta es, ¿Puede Dios sólo usar a su pastor o puede usar al mecánico también?” Le pregunto al mecánico si él había escuchado el libro de Tito antes de que el pastor lo recitara. Él contesta que no lo había escuchado.
Dirigiéndome hacia la congregación, digo “Su pastor conoce el libro de Tito, y estoy seguro de que él nos puede explicar estos tres capítulos, pero recuerden que Dios llama a aquéllos que nosotros no creeríamos que Él pueda usar. A veces, Él llama a los iletrados para enseñar a los muy educados. Él llama aquéllos a quienes otros no pensarían escuchar. Él llama a aquéllos que se prestan para ser enseñados.” Entonces le digo al mecánico, “Dios lo ha llamado hoy para que le sirva de maestro. Enséñenos en sus propias palabras lo que el Espíritu Santo le ha enseñado en cuanto al libro de Tito.”
Mientras el pastor y yo nos volteamos y sentamos en la plataforma, el mecánico se arrodilla, junta sus manos, e inclina la cabeza. El santuario queda en silencio. Con voz suave y muy clara, con toda reverencia, el mecánico ora en alta voz. “Nuestro santo y gran Padre celestial, Tú me has llamado aquí hoy para compartir algo de lo que nada sé. Apenas acabo de escuchar las palabras recitadas. Te pido ahora que me llenes con las palabras que necesitas que le diga a tu pueblo. Oro, no como un hombre de honor sino como un hombre a quien haz llamado. No hablo porque quiero hacerlo, sino por fe, porque tú me lo has pedido. Rodéame con tus ángeles. Perdona mis ofensas para que sea digno de ser tu portavoz. Te pido estas cosas en el nombre de Jesucristo, mi Salvador, nuestro Salvador. Amén.”
El mecánico se pone de pie, regresa al púlpito y se detiene por un momento para mirar hacia el púlpito vacio. Luego él mira a la congregación y comienza a hablar con voz clara. Durante los próximos treinta minutos, el mecánico predica, por el poder del Espíritu Santo, en cuanto a algo que él no había escuchado antes. Él explica que Pablo le está escribiendo a Tito. Habla en cuando a la importancia de la fe y de la organización de la iglesia. Advierte en contra del legalismo judío y detalles insignificantes, en contra de la pereza y la falsedad. Habla de la perfección del carácter, de la justificación por misericordia de Dios, la cual es un regalo, y de la santificación a través de la obediencia. La congregación escucha atentamente, siguiendo con sus Biblias abiertas mientras el mecánico comparte el Pan de Vida, presentando de corazón las palabras derramadas del altar de Dios.
Manuscritos, tomo 12, p.9
Para llevar adelante con éxito los grandes diseños del evangelio, a menudo Dios ha empleado tanto el ejemplo intachable de un hombre pobre e iletrado como el trabajo del ministro alabado por su talento y elocuencia. El poder y la sabiduría del Señor son revelados en el obrero humilde y devoto qué vive su religión, más que en el hombre educado que no depende tan completamente de la ayuda de Dios.” [Trad.]
Eventos de los Últimos Días, p. 209
“De los labios de los iletrados saldrán palabras con tal poder convincente y sabiduría que se producirán conversiones a la verdad. Miles se convertirán bajo su testimonio.”
La Revista Adventista, 21 de septiembre de 1905
El Señor dice, Tomaré hombres iletrados, hombres insignificantes, y obraré entre ellos por medio de mi Espíritu para llevar a cabo mis planes en la obra de la salvación de las almas. El último mensaje de misericordia será dado por un pueblo que me ama y teme. ‘No con ejército ni con fuerza, sino por mi Espíritu.’ Debemos dar a los hombres dispuestos y consagrados todo el apoyo posible para que vayan adelante, y en su manera humilde demuestren su integridad hacia Dios y su lealtad a los principios.” [Trad.]