En mi sueño, estoy en una arboleda de secoyas. El tamaño de estos árboles es impresionante. Al mirar hacia arriba, es inspirador observar su majestuosa altura. Cuando examino la base de los arboles, me impresiona el tamaño inmenso de su dimensión. Pienso cómo los cristianos verdaderos son como los árboles secoya. Se mantienen rectos por Jesús y tienen una base firme en su verdad. Ellos miran hacia el cielo en busca de la promesa del que los plantó.
Entonces, una voz conocida interrumpe mis pensamientos. Me volteo y veo que el Heraldo está de pie detrás de mí. Él dice que el Padre Celestial es el Creador Maravilloso y Gran Arboricultor. Llamándome por el nombre que sólo recuerdo en los sueños, el Heraldo dice que ha sido enviado para mostrarme algo. Me pide que lo acompañe. Le extiendo mi mano derecha, y mientras la tiene sujetada en la suya, me explica que continuaremos como otras veces, y que una escena aún no se ha cumplido porque todavía no se ha completado.
Entonces, el Heraldo y yo nos encontramos en el aire a unas cinco millas sobre la tierra. Me llama la atención hacia el oriente. Veo lo que sólo puedo describir como un cuerpo celestial que se aparta lentamente de la tierra. Me doy cuenta de que son los ángeles celestiales y los redimidos con Cristo en su viaje hacia el cielo. Mi corazón se acelera al darme cuenta de lo que veo y lo que significa. ¡Deseo tanto estar con Jesús cuando Él se vaya! Aprieto la mano del Heraldo y lo miro con lágrimas en mi rostro. Se voltea y explica, “Es por mandato suyo que estoy aquí contigo. Es con el permiso suyo que seco tus lagrimas, ya que Él es el único que reserva esa demostración de su amor. Debes saber que esto es un sueño, y que debes servir como mensajero. Observa lo que se te muestre y relátalo con exactitud. Tal como te fue dicho, si sigues fiel en el servicio del Gran Creador, quien es nuestro Señor y tu Salvador, estarás con Él cuando Él regrese a la Gran Ciudad Celestial. Ahora debes aferrarte a tu fe. Pocos fueron los que entraron en el arca. Pocos son los que oyen la tierna voz del Gran Consolador. Pocos son los que constituyen el remanente.”
Mientras el Heraldo me tiene firmemente de la mano, extiende su mano derecha para mostrarme la escena hacia el oeste y debajo de nosotros. Me volteo aterrado hacia el Heraldo como queriendo que me ampare del horror que veo por primera vez. La escena me causa un vacío como nunca antes he experimentado. Colocando su mano derecha debajo de mi barbilla, el Heraldo me mira a mis ojos y dice, “Necesitas aferrarte firmemente de tu fe. Describe lo que ves, lo mejor que puedas, porque tú has sido llamado para servir como mensajero.”
Me volteo y miro otra vez hacia el oeste. La escena delante de mí muestra el período después de que se derramen las últimas siete plagas y comiencen los mil años cuando Satanás esté encadenado a este abismo inservible. También es el principio del tiempo cuando los santos especiales dedicarán mil años a la revisión de cada vida de los que tomaron la decisión de seguir a Satanás en la tierra. Es el período cuando Dios será juzgado delante de todo el universo en cuanto a la validez de sus leyes, y se demuestre que Él es justo y el Más Perfecto de todas las Perfecciones.
Hasta donde mis ojos puedan ver, se presenta una escena de desolación más allá de lo que ninguna mente humana pueda concebir. Dios había instruido a los cuatro ángeles que soltasen los cuatro vientos iracundos de destrucción absoluta. Yo veo lo que parecen enormes placas tectónicas de la superficie terrestre que fueron desgarradas de sus fundamentos, luego, en muchos lugares fueron torcidas, derrumbadas y acuñadas sobre el suelo a un ángulo. Montañas altas y majestuosas, donde los alpinistas aspiraban alcanzar sus elevadas alturas, fueron arrancadas del suelo y echadas en las profundidades de los océanos. Los restos de grandes ciudades parecen haber sido mezclados con el polvo de la tierra. Los una vez altos rascacielos, construidos como monumentos a la grandeza del hombre, fueron aplastados como si sólo fuesen castillos de arena. Ciudades enteras fueron derribadas sin quedar nada en pie. No se puede identificar ningún punto de referencia. No hay ni un edificio en pie; sólo hay escombros. Los inmensos océanos han desaparecido, y no hay manera de diferenciar el este del oeste, ni el norte del sur.1
Se me dio a entender que tal como Dios habló, y todo lo que vive llegó a existir, Él hablará y toda criatura viviente dejará de existir. Los animales gigantescos que viven en el agua dejarán de existir. Cada pez, cada pájaro, todo lo que se arrastra sobre o debajo de la tierra, toda clase de animal dejará de existir. Tal como las palabras del Todopoderoso crearon esas criaturas, haciéndolas existir, sus palabras mandarán que dejen de existir. El Padre Celestial salvará solamente a aquéllos por los cuales envió a Su Hijo a salvar. Aquéllos que serán salvos, Él los reclamará como suyos y con ellos abandonará la tierra por mil años. Satanás no tendrá a quién tentar. Él y su séquito de ángeles permanecerán en esta tierra durante el milenio. En el cielo, los redimidos tendrán un descanso sabático de las maldades de Satanás durante mil años. El universo será limpiado de los tentadores encarcelados en la tierra.
Ahora me doy cuenta de que no oigo nada. El Gran Creador aun mandó que dejase de existir el sonido. Ya no hay ráfagas de viento, el chirrido de un grillo, las notas musicales de un pájaro cantor, el mugido de una vaca, ni el galopar de un caballo.
Mientras observo la tierra voltear lentamente, no hay animales, ni siquiera un insecto. Sin embargo veo hombres, mujeres y niños esparcidos sobre la superficie de la tierra, aquéllos que habían sido creados a la imagen de Dios, pero que eligieron obedecer las palabras del gran engañador en lugar de las palabras de Dios. Ellos no se mantendrán en pie durante la Segunda Venida de Cristo, porque ellos no se pronunciaron por Aquél que dio todo. Se aferraron de la mano de Satanás y recibieron sus instrucciones de él. Ahora ellos permanecerán ahí por mil años, hasta que el Rey de Todos los Reyes pronuncie su sentencia de muerte eterna. Algunos de los que yacen ahí son los que fueron resucitados, incluyendo aquéllos que golpearon, maldijeron, escupieron, se burlaron y clavaron al Hijo de Dios. Algunos son los que estuvieron vivos y vieron la Segunda Venida.2
Al analizar la escena frente a mí, me sorprende la falta de color en el cielo. Ya no tiene su tono azul ni hay hermosas nubes blancas. En ese instante recuerdo que mi ángel asistente me había explicado una vez que el azul del cielo representa el amor y ley de Dios, y las nubes blancas representan su justicia y protección. Sin éstos, toda la vida terrestre dejaría de existir. El bello azul del cielo ha desaparecido, ni siquiera se ve una nube. La tierra ya no tiene a aquéllos que merecen su justicia. Dejó de existir el día del arrepentimiento, de pedir perdón por la fe. Ha pasado el día para la reformación. Ha pasado el día cuando uno podía acercarse al Grande y Maravilloso Trono de la Gracia. El color ha sido eliminado de todo. Han desaparecido las bellas tonalidades y el sinnúmero de plantas creadas por Dios. La yerba verde exquisita, las flores con sus miríadas de colores, y las aguas azules, todo ha desaparecido—todo lo que el Gran Creador había hecho existir con su palabra. Ya no existe el color. No hay blanco ni negro. Ni el gris tiene color. El color ha muerto.
Me doy cuenta que los olores ya no existen. No se siente la fragancia que flotaba en la brisa. Ya no existe el aroma de la hierba, de los árboles, ni de las dulces flores silvestres. No existe el olor acre de los pastizales para caballos, ni la frescura de un mar salado. El aire que respiro es muy rancio. Todos los olores han muerto.
Lo único que veo ahora es muerte. La vida animal, los colores, el sonido, y los olores han desaparecido. El Creador ha eliminado todas las formas de vida que Él creó hace miles de años, desde las enormes criaturas en el agua hasta los microbios más pequeños. Sin la presencia de esos organismos creados por Dios, todos los de muchas generaciones quedarán donde están y por mil años no se pudrirán.
Es como si Jesús le dijera a Satanás, “Tú eres el dueño de este mundo. Por medio del engaño de mis primeras creaciones—Adán y Eva—tú compraste este planeta. Ya que tienes las llaves de esta tierra y la reclamas como tuya, esta tierra es tuya. Sin embargo, no tendrás las otras cosas que he creado. No tendrás el cielo azul ni las nubes blancas para darte sombra. No tendrás el viento ni las estaciones. No tendrás las aves del aire, los animales que caminan o se arrastran, ni los peces ni los otros animales que viven en el agua. No tendrás las creaciones minúsculas que ojos normales ni pueden ver. No tendrás las plantas multicolores, ni la variedad de los aromas. No tendrás los inmensos océanos. Te dejaré el sol y la luna que, a pesar de estar oscurecidos, iluminarán lo suficiente para que puedas ver cómo tú has gobernado durante seis mil años. Los ángeles que yo creé y que te siguieron, verán la obra de sus manos, el resultado de seguir tus instrucciones. Ahora podrás caminar y gobernar lo que es tuyo por mil años. Cuando terminen los mil años, regresaré para destruir lo que reclamas, y Yo gobernaré como Rey del universo y también de la tierra nueva.” Ahora se me hace saber que durante el milenio, Satanás mirará a aquéllos que engañó, los que ahora yacen en el suelo. Ya no puede tentarlos más.3
Entonces me volteo hacia el Heraldo y, mirándome con ojos compasivos, dice, “Tienes un Salvador cuyo amor tú has denominado el amor del amor de los amores.” Coloca su mano derecha sobre mi hombro y dice, “Ya han pasado mil años. Mira hacia arriba.” Yo miro hacia arriba y veo a mi hermoso Jesús con un séquito de ángeles y los de la tierra que decidieron seguirle. Entonces lo observo descendiendo al frente de todos. El sonido de su voz destroza la muerte del sonido, y se escucha alrededor de la tierra y hasta las profundidades del planeta. Entonces, Jesús manda a los que yacen esparcidos sobre el suelo y en las grietas más profundas de la tierra que se levanten y se pongan de pie. Es un gentío que no se puede contar, y se paran tal como estaban el día cuando descansaron de los tormentos de sus vidas. No aparecen como los justos que resucitaron cuando Jesús los llamó al venir por segunda vez, vestidos de inmortalidad eterna y sin ningún atributo físico causado por el pecado. No, éstos aparecen con las manchas del pecado escritas en su ser.4
Luego el Heraldo me muestra un grupo innumerable de hombres y mujeres que comienza a unirse y pararse juntos. Es como si el Gran Juez hubiese dispuesto que se unieran para recibir su sentencia. Veo que los este grupo están en pie tal como estaban cuando fueron a su descanso. Muchos llevan los resultados obvios causados por las prácticas inmorales del pecado manifiesto. Se me hace saber que su estilo de vida fue permitido porque muchos aseveraron que era políticamente correcto. El Heraldo interrumpe el silencio y dice, “Hace seis mil años que el universo observó cuando el Creador metió su mano en el suelo y del polvo de la tierra formó un hombre perfecto, creado a su imagen. Entonces decidió que sería bueno que ese hombre tuviera una ayuda idónea, alguien con quien él pudiese hablar, disfrutar, y tener compañerismo, y alguien que fuese su igual a él. El Creador hizo que ese hombre durmiese, y de ese hombre creó a la mujer a su imagen. Él los creó hombre y mujer. En ningún otro sitio del universo hay hombre o mujer, excepto en la tierra. El Creador santificó esa unión como marido y mujer y los pronunció casados. Toma nota de que esa fue la segunda institución que el Gran Fundador creó. La primera institución fue el séptimo día, el sábado. Entonces el Creador ordenó que esos dos en su unión matrimonial, por medio de la santa institución del matrimonio, fueran fructíferos y se multiplicaran. Ellos debían poblar la tierra. Ellos no fueron creados con la composición genética de un hombre y un hombre ni de una mujer y una mujer para que viviesen en esa santa unión, ni para tener una relación sexual. El Gran Fundador creó una unión perfecta entre un hombre y una mujer, entre un esposo y una esposa en la santidad que Él llamó matrimonio. Él nunca creó una composición genética que resultase en una vida homosexual. Aquéllos que han escogido ese camino no lo han escogido debido a un rasgo heredado ni un desorden genético. Nada de eso está relacionado con el maravilloso diseño del Gran Creador. Aquéllos que viven ese estilo de vida, la viven debido a lo que ellos han elegido. No es a través de lo que fue creado. Aquéllos que ocupan puestos de consejería que no ayudaron a corregir a los que viven ese estilo de vida, aquéllos que los aprobaron y les hablaron cosas suaves y blandas, rendirán cuentas al Gran Juez.”
Entonces mis ojos miran a aquéllos que cometieron este pecado de pisotear el matrimonio, la sagrada institución de Dios. Hay hombres parados con hombres, y mujeres con mujeres, porque ellos prefirieron pecar en vez de vivir la vida matrimonial que Dios instituyó en el Jardín del Edén. Se me hizo ver claramente que ellos se levantarán para recibir la recompensa de haber pisoteado una de las instituciones de Dios y por violar su santa ley, cosa que trae a la recompensa de la muerte eterna. Cada uno reconoce que tomó esa decisión y que ha pecado.5
El Heraldo me llama por mi nombre celestial y dice, "Sigue analizando y relata a quiénes ves de pie en esta segunda resurrección". Al contemplar la superficie del mundo, me siento abrumado al darme cuenta que la mayoría de los que vivieron en la tierra ha seguido a Satanás. Sin embargo, el Gran Creador conocía a cada uno personalmente. Mientras mis ojos examinan la inmensa multitud, me doy cuenta que incluye individuos desde el principio, hasta el momento cuando Jesús llegó para llamar a la vida a cada santo justo que ascendió con Él durante su Segunda Venida. La multitud también incluye gigantes de antes del gran diluvio. Veo a muchos que sobresalieron como líderes mundiales, aunque no para la gloria del Gran Líder, sino conforme a sus propias ideas y avaricia. Ahora, durante la tercera y última venida de Cristo, cada ser injusto de toda la tierra está de pie mirando el rostro de su Creador.
Entonces veo individuos a quienes me sorprende mucho verlos de pie para recibir la muerte eterna. Ellos han ocupado posiciones elevadas en la última iglesia remanente de Dios, y muchos los siguieron en su manera de creer. Hay otros que se metieron como agentes para engañar y extraviar al pueblo escogido de Dios. Muchos han hablado verdad y error, incluyendo líderes de la iglesia remanente de Dios. Debido a su servicio a favor del gran engañador es que ahora están de pie mirando la venida de Jesús, tal como dijo vendría la tercera vez. Muchos de ellos reprendieron, condenaron e hicieron caso omiso de los profetas y mensajeros de Dios, y ahora están de pie con aquéllos que descarriaron. Ellos tuvieron la oportunidad de orar y estudiar para conocer la verdad por sí mismos, pero permitieron que sus ancianos, pastores y oficiales de la conferencia los descarriaran. Ahora están de pie y ven regresar a Jesús, no para darles la bienvenida a la vida eterna, sino para darles su justa recompensa de muerte eterna.
Entonces me impresiona profundamente ver miembros de mi propia familia a quienes se les había dado la verdad, pero el orgullo entró en ellos y no se humillaron, mintieron y condenaron los mensajes que Dios me había dado. Es necesario hacer la pregunta: ¿Cuándo se ha visto que Satanás invite a la gente a arrepentirse y cambiar sus vidas, a orar fervientemente, a leer y estudiar la Biblia y el Espíritu de Profecía? ¿Cuándo se ha visto que Satanás lleve a muchos a entregar sus corazones y vidas a Jesús y a afirmar que Él es su Salvador? Ahora, en vez de recibir una corona de vida, a estos miembros de la familia se los condena a muerte eterna. Me parte el alma porque serán considerados responsables por descarriar a otros. Sin embargo, yo sé que esto es un sueño, y sé que nunca los volveré a ver a menos que se arrepientan antes de que para siempre sea demasiado tarde.6
Yo veo aquéllos que una vez caminaron muy cerca de Dios mientras servían como pastores, ancianos y amigos íntimos, pero entonces se apartaron de Dios. Recibieron la oportunidad de arrepentirse y echar sus pecados a los pies de Jesús. Ahora están de pie mientras Jesús echa a sus pies de ellos su decreto de muerte. No tengo palabras para describir las expresiones en los rostros de mi propia familia, amistades, ancianos y pastores. Ellos creían que vivían la vida de un cristiano genuino, muchos como cristianos Adventistas del Séptimo Día. Pasmados, de pie esperan reunirse con Jesús en el aire. Pero ahora son como aquéllos a quienes Cristo dice “No os conozco.” Muchos claman a voz en cuello de las buenas obras y los milagros que realizaron, de cómo hablaron en el nombre de Jesús. Pero ahora están de pie sin poder moverse, sólo esperando recibir su castigo.7
Cuando veo a Jesús descender del cielo, Él está rodeado de sus ángeles y sus redimidos, incluyendo los que no recibieron la marca de le bestia. Los fieles que fueron castigados, privados de alimentos, torturados o muertos en su nombre ahora están de pie con Él. Ahora cada ojo mira hacia el Gran Redentor.
Entonces el Heraldo me dice que mire hacia donde está señalando. Veo que Jesús disminuye de velocidad y sus pies desnudos tocan el Monte de las Olivas, desde donde Él se fue hace dos mil años. Al contacto con Jesús, pareciera que la montaña le obedece y transforma su altura en una planicie lisa y llana. El Heraldo me dice que mire hacia arriba una vez más. La Gran Ciudad Celestial está descendiendo lentamente. Debajo de ella parece haber capas y más capas de nubes. Por encima de la Gran Ciudad se ven como si fueran muchas capas de bóvedas cristalinas, las cuales producen un arco iris maravilloso a la vista. Esas capas no reflejan el sol, sino la poderosa presencia del Padre Celestial sentado en su trono glorioso. La Gran Ciudad Santa brilla con tanto fulgor, que hace que el sol parezca un pequeño círculo oscuro en el cielo. Entonces, la Ciudad Santa se posa en la inmensa planicie que Jesús le preparó.8
Entonces, todo el mundo mira hacia arriba, mucho más allá de la Ciudad Santa, para ver el evento que ningún ser puede negar. Aun aquéllos que no tienen ojos pueden verlo perfectamente. Miran un trono de belleza indescriptible. Parece ser de un oro que irradia energía perfecta. Sobre ese trono se sienta el Hijo de Dios, es el Sol de Justicia. A cada lado de Él hay ángeles acompañantes. El más noble de los ángeles, quien yo sé es Gabriel, amorosamente coloca una corona de perfección santa en la cabeza de Jesús. Está coronando a Jesús como Rey del universo. Todos a través del universo entero observan la escena. Satanás observa lo que él podría haber estado haciendo en esa posición si él hubiese permanecido obediente a Dios. Al mirar al Heraldo, sonrío. Él me mira y dice, “El servicio de un mensajero celestial es un puesto de servicio continuo hecho con toda humildad.” Una vez que Jesús recibe su corona, todos los seres creados vivientes a través de todo el universo lo reconocen como el Rey de Reyes.
Entonces, Jesús se pone de pie. A su derecha hay un libro grande. Él rompe su sello y el libro se abre. Todos los impíos están de pie mirando al rostro de Jesús, e instantáneamente recuerdan cada pecado que hayan cometido.9
Sobre el trono observo una representación de la cruz vacía en la que Jesús murió por todo aquél que le aceptase. Debajo de la cruz hay una grabación de la vida de Cristo, desde su nacimiento importuno hasta su bautismo y ministerio, desde su juicio y tortura, su crucifixión y muerte, hasta su resurrección y ascenso desde el Monte de las Olivas. Todos los ojos están fijos en las escenas que aparecen delante de ellos. Cada ángel malvado y Satanás mismo tienen que ver lo que su rebelión ha causado.10
Entonces, todos están de pie para que se les imponga su recompensa en justicia y misericordia por Aquél sentado como Rey de Reyes—Aquél que mira los corazones de cada uno con esos ojos de amor. Él es el Único autorizado a ese derecho. Los pecados de los que han seguido las instrucciones de ciertos dirigentes son transmitidos a esos líderes, cuyos pecados son transmitidos a otros líderes. Al final, todos los pecados son transmitidos a Satanás.
Entonces, Jesús levanta su mano y, con el poder otorgado del Padre, fuego baja del cielo, y la tierra comienza a ser consumida. Escucho los llantos de aquéllos en la Ciudad Santa que ven sufrir a miembros de su familia, amigos, y seres queridos, y le ruegan a Cristo que abrevie su agonía. Otros miran a los que se burlaron de ellos, los torturaron, y mataron, y piden misericordia por ellos mientras están muriendo. Los justos saben que aquéllos que son consumidos no hubiesen sido felices en el cielo. Dios, en su amor y misericordia infinitos, sabe que ellos no habrían sido felices. Aquéllos de la santa iglesia remanente que fueron infieles, arden por días. Los que tenían pocos pecados son consumidos rápidamente. Algunos se van instantáneamente. Todo es según sus obras. Primero se consumen los cuerpos, lo último en consumirse es la naturaleza pecaminosa o el carácter del individuo. Satanás y sus ángeles arden por más tiempo, pero Satanás es el último en ser consumido. De manera de poder destruir la malicia de todos, especialmente de Satanás, el fuego es el más intenso calor térmico puro. Una vez que él ha sido destruido, las llamas purificadoras siguen quemando la tierra hasta que no queda nada, excepto el suelo donde yace la Ciudad Santa. Las llamas consumen el primer cielo, hasta que cada vestigio del pecado haya sido eliminado del universo. Los únicos recuerdos que quedarán del pecado por toda la eternidad serán las cicatrices en la cabeza herida, las manos, pies y costado de Jesús.11
Entonces veo que Jesús levanta su mano hermosa y manda que haya un nuevo primer cielo y una nueva primera tierra, porque los anteriores fueron destruidos en el fuego purificador. Ahora los santos redimidos, los ángeles celestiales, y el universo entero proclaman a una voz la santidad del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo, y alaban al Rey de Reyes, quien es el Amor del Amor de los Amores.
1. | ↑ | Apocalipsis 16:20 Y toda isla huyó, y los montes no fueron hallados. |
2. | ↑ | Jeremías 25:33 Y yacerán los muertos de Jehová en aquel día desde un extremo de la tierra hasta el otro, no se endecharan ni se recogerán, ni serán enterrados; como estiércol quedaran sobre la faz de la tierra. |
3. | ↑ | El Conflicto de los siglos, p. 716-717
Según se desprende de otros pasajes bíblicos, es de toda evidencia que la expresión "abismo" se refiere a la tierra en estado de confusión y tinieblas. Respecto a la condición de la tierra "en el principio," la narración bíblica dice que "estaba desordenada y vacía; y las tinieblas estaban sobre la haz del abismo." (Génesis 1: 2.) Las profecías enseñan que será reducida, en parte por lo menos, a ese estado. Contemplando a través de los siglos el gran día de Dios, el profeta Jeremías dice: "Miro hacia la tierra, y he aquí que está desolada y vacía; también hacia los cielos miro, mas no hay luz en ellos. Miro las montañas, y he aquí que están temblando, y todas las colinas se conmueven. Miro, y he aquí que no parece hombre alguno, y todas las aves del cielo se han fugado. Miro, y he aquí el campo fructífero convertido en un desierto, y todas sus ciudades derribadas." (Jeremías 4: 23-26, V.M.) Aquí es donde, con sus malos ángeles, Satanás hará su morada durante mil años. Limitado a la tierra, no podrá ir a otros mundos para tentar e incomodar a los que nunca cayeron. En este sentido es cómo está atado: no queda nadie en quien pueda ejercer su poder. Le es del todo imposible seguir en la obra de engaño y ruina que por tantos siglos fue su único deleite. |
4. | ↑ | Apocalipsis 20:5 Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Ésta es la primera resurrección. |
5. | ↑ | Romanos 1:26-27 Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza. Y de igual modo también los hombres dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. |
6. | ↑ | Mateo 10:36
Y los enemigos del hombre serán los de su casa.Maranata, el Señor viene, p. 204
Descubriremos que tendremos que desprendernos de todas las manos excepto de la de Jesucristo. Los amigos demostrarán su perfidia y nos traicionarán. Nuestros familiares, engañados por el enemigo y convencidos de que están sirviendo a Dios, nos harán frente y pondrán su máximo empeño para ponernos en situaciones difíciles con la esperanza de que reneguemos de nuestra fe. Pero podremos poner confiadamente nuestra mano en la de Cristo en medio de las tinieblas y el peligro.
Los seguidores de Cristo deben saber que han de tropezar con el desprecio. Serán vilipendiados. Sus palabras y su fe serán tergiversadas. Es posible que la frialdad y el desdén sean más difíciles de soportar que el martirio… Los padres se opondrán severamente a los hijos que acepten la verdad impopular. Los que sirvan escrupulosamente a Dios serán acusados de rebelión. |
7. | ↑ | Maranata, el Señor viene, p. 215 Muchos que tienen gran luz dejarán de andar en la luz, porque no han logrado ser uno con Cristo. |
8. | ↑ | Signs of the Times (Las Señales de los tiempos), 6 de marzo de 1879 En el cielo hay un arco iris alrededor del trono, y también sobre la cabeza de Cristo, como símbolo de la gracia de Dios que circunda la tierra. Cuando el hombre, por su gran maldad, provoca la ira de Dios, Cristo, el intercesor del hombre, ruega por él, y señala al arco iris en la nube como prueba de la gran compasión de Dios por el hombre errante; también al arco iris sobre el trono y sobre su cabeza, emblemas de la gloria y misericordia de Dios que reposan allí para beneficiar al hombre arrepentido. [Trad.]El Conflicto de los siglos, p. 720 Cristo baja sobre el Monte de los Olivos, de donde ascendió después de su resurrección, y donde los ángeles repitieron la promesa de su regreso. El profeta dice: “Vendrá Jehová mi Dios, y con él todos los santos.” “Y afirmaranse sus pies en aquel día sobre el monte de las Olivas, que está frente de Jerusalén a la parte de oriente: y el monte de las Olivas, se partirá por medio . . . haciendo un muy grande valle.” “Y 721Jehová será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre.” Zacarías 14:5. 4, 9. La nueva Jerusalén, descendiendo del cielo en su deslumbrante esplendor, se asienta en el lugar purificado y preparado para recibirla, y Cristo, su pueblo y los ángeles, entran en la santa ciudad. |
9. | ↑ | Primeros escritos, p. 290
Después vi tronos en los cuales estaban sentados Jesús y los redimidos. Los santos reinaban como reyes y sacerdotes de Dios. En unión con los suyos juzgaba Cristo a los impíos muertos, comparando sus acciones con el libro del estatuto, la Palabra de Dios, y fallando cada caso según lo hecho con el cuerpo. Después sentenciaban a los impíos a la pena que debían sufrir de acuerdo con sus obras, y quedaba escrita frente a sus nombres en el libro de la muerte. También Satanás y sus ángeles fueron juzgados por Jesús y los santos. El castigo de Satanás había de ser mucho más terrible que 291el de aquellos a quienes engañó. Su sufrimiento había de ser incomparablemente mayor. Después de perecer todos los que fueron engañados por él, Satanás iba a continuar viviendo para sufrir mucho más tiempo.
El Conflicto de los siglos, p. 723-724, 726El profeta de Dios dice: “Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en el, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.” Apocalipsis 20:11-12 Apenas se abren los registros, y la mirada de Jesús se dirige hacia los impíos, éstos se vuelven conscientes de todos los pecados que cometieron. Reconocen exactamente el lugar donde sus pies se apartaron del sendero de la pureza y de la santidad, y cuán lejos el orgullo y la rebelión los han llevado en el camino de la transgresión de la ley de Dios. Las tentaciones seductoras que ellos fomentaron cediendo al pecado, las bendiciones que pervirtieron, su desprecio de los mensajeros de Dios, los avisos rechazados, la oposición de corazones obstinados y sin arrepentimiento—todo eso sale a relucir como si estuviese escrito con letras de fuego. ... Todos los impíos del mundo están de pie ante el tribunal de Dios, acusados de alta traición contra el gobierno del cielo. No hay quien sostenga ni defienda la causa de ellos; no tienen disculpa; y se pronuncia contra ellos la sentencia de la muerte eterna. |
10. | ↑ | El Conflicto de los siglos, p. 724 Por encima del trono se destaca la cruz…. |
11. | ↑ | Eventos de los últimos días, pp. 244-245Es la gloria de Dios ser misericordioso, lleno de paciencia, bondad y verdad. Pero la justicia revelada al castigar al pecador es tan ciertamente la gloria del Señor como lo es la manifestación de Su misericordia. En nuestros días se representa el amor de Dios como de un carácter tal que impediría que Él destruyese al pecador. Los hombres razonan en base a su propia norma inferior de lo correcto y justo. En ningún reino ni gobierno se les permite decir a los transgresores de la ley qué castigo debe ejecutarse contra aquéllos que han violado la ley… Dios es un gobernador moral así como un Padre. Es el Legislador. Hace y ejecuta sus leyes. La ley que no tiene penalidad, no tiene fuerza. Ibíd., p. 283 ¿Podrían acaso aquellos cuyos corazones están llenos de odio hacia Dios y a la verdad y a la santidad alternar con los ejércitos celestiales y unirse a sus cantos de alabanza? ¿Podrían soportar la gloria de Dios y del Cordero? No, no; años de prueba les fueron concedidos para que pudiesen formar caracteres para el cielo; pero nunca se acostumbraron a amar lo que es puro; nunca aprendieron el lenguaje del cielo, y ya es demasiado tarde. Una vida de rebelión contra Dios los ha inhabilitado para el cielo. La pureza, la santidad y la paz que reinan allí serian para ellos un tormento; la gloria de Dios, un fuego consumidor. Ansiarían huir de aquel santo lugar. Desearían que la destrucción los cubriese de la faz de Aquél que murió para redimirlos. La suerte de los malos queda determinada por la propia elección de ellos. Su exclusión del cielo es un acto de su propia voluntad y un acto de justicia y misericordia por parte de Dios. Malaquías 4:1 Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejara ni raíz ni rama. El Conflicto de los siglos, p. 732 Mientras la tierra estaba envuelta en el fuego de la destrucción, los justos vivían seguros en la ciudad santa. La segunda muerte no tiene poder sobre los que tuvieron parte en la primera resurrección. Mientras Dios es para los impíos un fuego devorador, es para su pueblo un sol y un escudo. (Apocalipsis 20: 6; Salmo 84: 11.) "Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra han pasado." (Apocalipsis 21: 1, V.M.) El fuego que consume a los impíos purifica la tierra. Desaparece todo rastro de la maldición. Ningún infierno que arda eternamente recordará a los redimidos las terribles consecuencias del pecado. |