[Favor de tener en cuenta que es posible que este sueño no sea apropiado para niños pequeños o muy sensibles.]
En mi sueño veo que un ángel mensajero le entrega a dos individuos un papel pequeño y bien enrollado. El Heraldo, quien ha estado parado a mi derecha, me dice que tome nota de todos los detalles pequeñitos. Él dice que nuestro Creador hace tantas cosas por nosotros cada día, que no nos percatamos de muchas de las cosas pequeñas que Él hace. Llamándome por mi nombre celestial, el Heraldo me dice que me fije atentamente en la cinta de plata pura que rodea y amarra el papel. Está compuesta de hilos más finos que un cabello humano, trenzados repetidas veces hasta formar una cinta perfecta.
Uno de los individuos tira suavemente de una punta de la cinta, la cual se desata fácilmente. El individuo comienza a leer lo que dice el papel. Entonces, ambos individuos se dan vuelta hasta estar frente el uno del otro, y en un instante desaparecen. El Heraldo me hace recordar del relato bíblico de Felipe, quien viajó unas 30 millas (unos 48 Km.) desde Gaza hasta Azoto en un instante.1
Me explica que el Espíritu Santo tomó a Felipe y lo llevó a ese lugar, y que para nuestro Creador, nada es imposible. Me dice que éstos que son harán la obra de Elías. También poseerán el carácter de Cristo y dejarán de vivir en el pecado. Ellos harán la obra que Cristo hizo: enseñar, sanar y alimentar.El Heraldo dice que ahora nosotros iremos adonde esos dos fueron llevados. Entonces me encuentro en la misma cárcel o centro de detención del sueño “Sé firme”. Los guardias no ven a los dos individuos y ellos van de un prisionero a otro. Muchos se reúnen alrededor de uno de los individuos y le cuentan del hambre que tienen. Ese individuo toma una canasta grande, vacía, y mirando hacia el cielo dice: “Padre celestial, Tú eres el del gran amor, nuestro Proveedor, el Dador de nuestras vidas. En tu nombre y por tu poder nos das todas las cosas, y todo es para tu honra y gloria. Te damos muchas gracias por lo que vamos a recibir. Gracias por los dones que nos das. En el nombre de Jesús, Amén”. El individuo baja la canasta y veo que ahora está llena de frutas y otros alimentos celestiales. Mientras la canasta pasa de una persona a otra, no se vacía. El individuo les dice que Jesús los ama, que viene muy pronto y que si permanecen fieles y se someten a la muerte, subirán para encontrarse con Él en el aire.
Entonces el Heraldo me llama la atención a la otra persona, quien va hacia una mujer que ha estado llorando, sentada con las rodillas junto a su barbilla. Esa persona se sienta junto a ella y coloca un brazo alrededor de sus hombros. Le explica a la mujer que ella y la otra persona han sido enviados por el Padre celestial, quien ve y sabe todo. Le dice que ella es una hermana en Cristo que también aguarda el regreso de Jesús. La mujer le relata que le han quitado a sus hijos, y que no sabe nada de ellos. Mientras ella sigue llorando, la persona se le acerca un poco más y le dice que sus hijos descansan, esperando la venida de Jesús, y que si ella sigue siendo fiel, los volverá a tener consigo y juntos ascenderán para estar con Jesús. Le dice que ella tendrá el privilegio de criar a sus hijos en el cielo y que ellos crecerán juntos. Le dice que debe ser valiente y decidir amar a su Creador y poner en alto sus leyes sobre lo que hayan dicho los seres humanos. Si ella está dispuesta a dar su vida por Jesús, ella gozará de una eternidad con Él. Ambas se ponen de pie y se abrazan. La mujer dice que ahora que sabe que ella, con sus hijos, podrá estar en pie delante de Jesús, puede unirse a la hilera larga de gente.
Ahora veo que esa persona halla a un hombre tendido en el suelo y sufriendo un dolor tremendo. Le han partido las piernas por encima de la rodilla, y los huesos se ven salidos de la piel. Tiene la cara hinchada porque la metieron en un aparato que destrozó los huesos de su quijada y mejillas. Hicieron eso para callarlo, porque estaba cantando. Cuando miro a sus ojos, veo dolor, pero también veo una serenidad que sólo revela el amor de su Salvador. Cada aliento le causa dolor, porque su vía respiratoria está casi cerrada debido a la hinchazón. El Heraldo me explica que se le dijo a ese hombre que debía renunciar a su decisión de guardar el séptimo día santo. Debido a que rehusó hacerlo, le negaron agua y alimento. Le dijeron que tenía que aceptar el domingo, y debido a que siguió rehusando, le partieron la pierna izquierda. Nuevamente, le dijeron que aceptara el domingo, y porque rehusó, le partieron la pierna derecha. Gritando del dolor, proclamó que Jesús lo salvaría, y que él iba a pararse y cantar alabanzas a su amado Maestro, Salvador y Hermano—Jesús.2
Entonces veo que esa persona coloca sus manos sobre cada una de las piernas partidas y en voz baja le dice que sus oraciones han sido escuchadas, y que es por medio del poder del Padre celestial, y en el nombre de su Hijo, Cristo Jesús, que su cara y piernas serán sanadas para que nuevamente pueda ponerse en pie. Cuando ella quita las manos de sus piernas, no queda señal alguna de que habían sido lastimadas. Entonces, tiernamente envuelve el rostro hinchado en sus manos, e instantáneamente queda sano.
Con lágrimas en mis ojos veo que ese hombre se pone en pie. Mira hacia el cielo y con voz clara exclama: “En el nombre de Jesús mando a callar el ruido que inunda este lugar”. Todo ese tiempo, los grandes altoparlantes colocados por todo el recinto han estado emitiendo un ruido detestable. Eran pulsaciones en tonos bajos, diseñadas para que los latidos del corazón fueran irregulares. El propósito de esa música era trastornar profundamente el sistema nervioso. Los guardias llevan audífonos para cancelar el ruido que repite, día y noche, el mismo “canto” sin parar. De repente, como si alguien hubiese desconectado la electricidad, hay silencio. Todos se miran sorprendidos. Cuando ese hombre habla, su voz se extiende por todo el recinto, de manera que muchos le escuchan. Otros lo miran espantados, al ver que ha sido sanado. Entonces todos miran o escuchan a ese hombre fracturado, el que habían dejado a un lado para que muriera. Él dice que su Salvador escuchó las palabras pronunciadas en oración y que el Padre celestial las recibió. Está en pie en el nombre de Jesús y por el poder del Padre. Ahora puede caminar y cantar de nuevo y se presenta ante todos como un milagro. Entonces, el hombre mira hacia la hilera larga que se está formando y se une a ella. Toda la gente guarda un silencio solemne. Entonces el hombre comienza a cantar, “Salvador, a ti me rindo”, y los tonos claros de su voz solitaria inundan el recinto, llenando a muchos de esperanza.
Los guardias están muy quietos, espantados por lo que ven. Tres de los guardias, los que habían herido al hombre, ahora recuerdan las últimas palabras valientes que él les había dicho antes de que le destrozaran la cara. Él les había dicho que Jesús lo salvaría y que nuevamente se pondría de parte de su Salvador y cantaría alabanzas a su amado nombre. Esas palabras, como si hubiesen sido una promesa, permanecían frescas en sus mentes.
Uno de los guardias le dice a los otros dos guardias que lo que acaba de ver es una señal, cual piedra inconmovible, que ese hombre ha sido sanado para proclamar una gran promesa. Dice que “el Cristo” que ahora camina por el mundo no puede sanar huesos partidos, tal como lo ha visto en el saneamiento de ese hombre. Dice que es claro que se está llevando a cabo un gran engaño. En vez de sufrir una muerte lenta y dolorosa, ese hombre está en pie, sano. El guardia confiesa que eso testifica que el hombre sanado sirve al Dios verdadero. Explica que él ha estado sirviendo a un dios falso, quien hace promesas falsas y demanda que todos lo adoren, pero no demuestra un amor verdadero como el que posee el hombre sanado. El guardia se quita el uniforme y proclama que él sólo servirá al Dios a quien sirve el hombre sanado, un Dios que sana en verdad y que cumple sus promesas. Entonces el guardia camina hacia el fin de la hilera y se para detrás del hombre sanado. Le dice que siente mucho haberle causado daño, que sus ojos han sido abiertos, y le pide perdón. Dice que va a seguirlo, y va a tomar la misma decisión a favor de Jesús.3
Entonces los otros dos guardias se unen al primero, y también le piden perdón al hombre que había estado destrozado. La hilera se alarga porque muchos se añaden. Se sigue oyendo la voz clara del hombre que canta, mientras cada individuo se detiene un momento para decidir a quién servirá—al que pretende ser Jesús y camina por esta tierra llena de problemas, o al Jesús que vendrá en las nubes y llamará a todos los fieles a irse con Él.
El himno sigue inundando el recinto, donde hacía momentos se escuchaba la música del mundo. Inmediatamente, otros comienzan a cantar, y pronto todos los que están en fila cantan ese himno, como si estuvieran haciéndole una promesa a su Padre celestial y a su Salvador.
Miro más hacia el frente de la hilera y veo a la mujer que fue separada de sus hijos. Ella está mirando hacia el cielo, como si buscara el rostro de su bendito Salvador, con la certeza de que ella y sus hijos pronto se volverán a ver. Ahora comprendo que ésta es la hilera que vi en el sueño “Sé firme”. Todas esas personas han tomado la decisión de rendir todo a Jesús.
Dice el Heraldo que me va a mostrar otra cosa. Nos vamos, y al instante estamos en otro lugar y en este tiempo. Veo un hombre, a quien reconozco como Ted Wilson, el presidente de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día. El Heraldo me indica que debo observar y aprender lo que se me muestre. Ted Wilson está de pie delante de muchos, y mientras habla, sus palabras fluyen suave y fácilmente. Los que escuchan alzan sus manos al aire o aplauden lo que dice. Cuando habla, pareciera que otros le han dicho lo que debe decir. Veo algo que sólo puedo describir como esponjitas o dulces de malvavisco (marshmallow) que fluyen de su boca. Pareciera que le han quitado el polvo a cada esponjita, de manera que cada una ha quedado lisa y suave. Como si fueran burbujas de jabón, cada una flota unos momentos antes de caer al suelo. Veo que los que trabajan con Ted Wilson llevan puesta una máscara de yeso que cubre sus caras, y sus ojos parecen ser negros. Caminan alrededor repartiendo esponjitas a todos los asistentes. Escucho que Ted Wilson habla de la necesidad de que todos oren y pidan el Espíritu Santo. Dice que todos necesitamos arrepentirnos, unirnos y orar pidiendo un reavivamiento, una reforma y la lluvia tardía. La gran asamblea alza las manos y las agita en el aire. Muchos comienzan a repetir: “Espíritu Santo. Arrepentimiento. Espíritu Santo. Arrepentimiento”. Veo y escucho muchas discusiones mientras la gente rápidamente proclama que Ted Wilson es guiado por Dios, y cuán maravilloso es que está pidiendo un reavivamiento, arrepentimiento y reforma.
Entonces veo que Ted Wilson se baja de la plataforma y lo sigo a un parqueadero o sitio de estacionamiento muy grande. Lo acompañan seis grupos de personas. Lo veo pararse junto a un auto cubierto de lodo, grasa, trozos de insectos y savia de árboles. Le dice al primer grupo que ese auto nos representa a cada uno, y que debemos ofrecernos a nosotros mismos para ser lavados de los pecados de este mundo. Le dice al grupo que deben lavar el auto hasta que quede limpio. Así que el primer grupo lava y restriega el auto. Algunos lavan el techo, otros la capota. Algunos limpian la maletera o valija y otros lavan el guardabarros del frente y otros el de atrás. Algunos limpian las ruedas y las llantas. Dedican mucho tiempo a lavar y fregar el auto. Entonces, cada uno toma una toalla blanca para secar y lustrar el auto. Cuando terminan, el grupo regresa a pararse donde había estado antes.
Entonces veo que Ted Wilson regresa a la asamblea de los seis grupos pequeños. Les dice que Jesús le dijo a Naamán que se bañara siete veces en el río. Debido a que ese vehículo representa a cada persona que desea recibir el Espíritu Santo, les dice que hay que lavarlo seis veces. Entonces le dice al segundo grupo que lave y seque el auto. De manera que ellos comienzan a lavar y restregar el auto minuciosamente, desde el techo hasta los guardabarros, desde la capota hasta la maletera, y desde los lados hasta las ruedas y las llantas. Al terminar, secan el auto con toallas blancas. Comienza el tercer grupo, entonces el cuarto, el quinto y el sexto, cada uno después de haber terminado el grupo anterior. Cuando termina el último grupo, Ted Wilson se para delante de ellos y les dice que así es como tienen que llegar a ser para servir al Señor. Les explica que tienen que arrepentirse y lavarse de sus pecados, para poder estar en pie delante del Señor tan limpios y brillantes como el auto, y que ahora pueden orar pidiendo el Espíritu Santo.
Entonces el Heraldo explica que esos grupos han hecho un gran esfuerzo por limpiar ese vehículo, y que ahora van a invitar al Espíritu Santo que venga a morar allí. Miro hacia los seis grupos guiados por Ted Wilson, y los veo orando fervientemente, pidiendo que el Espíritu Santo venga, porque cada uno ha preparado un vehículo limpio porque lo han lavado y le han quitado todos los pecados. Entonces el Heraldo me dice que mire atentamente mientras el Espíritu Santo se acerca al auto. Veo al Espíritu Santo representado por una luz blanca brillante. Se acerca desde la derecha y lentamente pasa alrededor del auto. Veo lo que parece ser su mano, con un guante blanco, deslizarse por la superficie del auto. Entonces levanta la mano para inspeccionar el guante blanco. Cuando comienza a abrir la puerta del auto, desaparece instantáneamente. De la puerta abierta veo salir toda clase de basura y desperdicios, papeles, líquidos, fango, tierra, grasa y latas.
El Heraldo revela que esto ha mostrado un elemento muy importante que falta, algo que los dirigentes de la Asociación General no están enseñando. Se me ha mostrado esta importancia muchas veces en mis sueños. Es algo muy sencillo, pero aun las mentes más agudas parecen incapaces de comprenderlo. Para ser dignos del Espíritu Santo, el individuo tiene que arrepentirse, reformarse y comenzar un reavivamiento de la verdad. Es importante primeramente reconocer y confesar el pecado propio, decidir no volver a cometerlo, y entonces pedir perdón. Nuestro Padre espera para que todos pidan perdón, pero que no cometan el pecado de pedir perdón y entonces volver a cometer el mismo pecado. Uno puede limpiar el exterior 6 veces o 6.000 veces, pero hasta que el templo del cuerpo esté limpio adentro y permanezca limpio (ya no comete o atesora el pecado), el lavado exterior no es sino alarde. Si se sigue pidiendo un reavivamiento, arrepentimiento y reforma, pero no se limpia el interior, eso no es más que una serie de palabras suaves. Los políticos hablan de esa manera para lograr ser elegidos. Hacen promesas huecas.
Dice el Heraldo que Ted Wilson pide un reavivamiento, arrepentimiento y reforma. Sin embargo, cada uno debe examinar los frutos de sus palabras. ¿Se ha llevado a cabo un verdadero arrepentimiento en la Iglesia Adventista del Séptimo Día? Si miramos los cultos obscenos veremos que esa pregunta merece un “no”. ¿Se ha reformado la iglesia, o se encuentra todavía en un estado laodicense? ¿Está la iglesia en medio de una apostasía? ¿Corre desenfrenado el espiritismo por la iglesia de la cual Ted Wilson es presidente? Un “sí” rotundo es la única respuesta a cada una de estas preguntas.4
El Heraldo dice que me va a mostrar algo para ayudarme a entender. Me lleva a un río largo y ancho que corre por el centro de un pueblo. Parte del pueblo se halla a un lado del río, y la otra parte del pueblo se encuentra al otro lado del río. De la única manera como los habitantes pueden ir de un lado al otro del río es por un barco que sólo navega durante ciertas horas. Se celebró una elección y eligieron un presidente del pueblo. Veo al presidente pararse delante de muchos y proclama que necesitan un puente grande que vaya desde un lado del pueblo, cruce el río, y llegue hasta el otro lado del pueblo. El presidente dice que van a necesitar fondos para pagar a los ingenieros que harán planes para el diseño del puente y a los que supervisarán a los obreros. Dice el Heraldo que se estableció un fondo para el puente grande y que los fondos aumentaban regularmente. El presidente seguía hablando de cómo los ingenieros iban a diseñar el puente y de los obreros que serían supervisados mientras se construía el puente grande. La gente gritaba de alegría y proclamaba que él era el presidente perfecto y que él traería la unidad a ese pueblo dividido.
El presidente viajaba y seguía hablando de cómo el puente traería felicidad, unidad y, por fin, y solidaridad a los lugareños. Hablaba de la necesidad de ese puente y de la gran necesidad de fondos. Hablaba de cómo ese pueblo dividido se uniría gracias a ese gran puente. Por medio del barco, viajaba por todo el pueblo, de un lado al otro. Seguía viajando y hablando.
Pasó mucho tiempo, y el presidente seguía hablando del gran puente que uniría al pueblo. Durante ese tiempo, se recaudaron muchos fondos. Habían recogido tantas donaciones que cada lado del pueblo se vio obligado a construir un gran banco para guardarlas. Allí estaba el dinero, pero los discursos en cuanto al gran puente seguían. El presidente seguía hablando del gran puente y cómo uniría al pueblo.
Llamándome por mi nombre celestial, el Heraldo dijo que la Iglesia Adventista del Séptimo Día no está lista para el derramamiento del Espíritu Santo. Necesita ser purificada. Muchos son engañados por dirigentes que llevan una máscara blanca. Los lideres siguen hablando del “gran puente” y de la necesidad de reavivamiento y reforma. Sin embargo, hasta que en realidad “construyan el gran puente”, no son más que palabras. El Espíritu Santo no será derramado hasta que haya un pueblo dispuesto a construir el puente. Hace falta un presidente que tome en sus manos pala y martillo, no sólo que haga comentarios sobre cómo el puente va a traer la unidad.5
Tristemente, los dirigentes de la iglesia escogida de Dios se sientan y hacen planes de pedir un reavivamiento para que sea derramada la lluvia tardía. Muchos están dormidos a la corrupción maligna de la iglesia. La lluvia tardía no puede caer, ni caerá, hasta que se construya el puente. Antes de la lluvia tardía tiene que caer la lluvia temprana. Cada uno debe comprender que cuando pedimos el Espíritu Santo en el poder de la lluvia temprana, no sólo hay que limpiar el exterior, sino también el interior. Se limpió el exterior del auto en el parqueadero, pero nadie prestó atención a la condición del interior del vehículo. Cuando el auto quede limpio por dentro y por fuera, entonces Dios derramará su Espíritu Santo. Entonces caerán la lluvia temprana y la tardía. Entonces, se harán grandes cosas, todas en el nombre de Él.6
1. | ↑ | Hechos 8:39
Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, pues siguió gozoso su camino.
Recibiréis Poder, p. 279
Dios mira hacia abajo desde su trono, y envía a sus ángeles a esta tierra para cooperar con los que enseñan la verdad. Lea el registro de la experiencia de Felipe y el eunuco. "Pero un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, al camino que desciende de Jerusalén a Gaza. Es un desierto. Él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, alto funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba a cargo de todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar, volvía sentado en su carro, y leyendo el profeta Isaías” (Hechos 8:26-28) . . . El incidente muestra el cuidado que el Señor tiene por cada persona que acepta la verdad. Podemos ver cuán íntimamente está relacionado el ministerio de los ángeles celestiales con la obra de los siervos del Señor en la tierra. A Felipe se le infundió el deseo de entrar en lugares nuevos, y de abrir camino. Un ángel, que estaba observando toda oportunidad posible de relacionar a los hombres con sus semejantes, le dio las instrucciones. Felipe fue enviado “hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto” Hechos 8:26. Esto lo puso en contacto con un hombre de mucha influencia, quien, una vez convertido, comunicaría a otros la luz de la verdad. El Señor, obrando por medio de Felipe, hizo que el hombre se convenciera de la verdad, y fuera convertido y bautizado. El fue un oyente del camino, un hombre de buena posición, que ejercería una fuerte influencia en favor de la verdad. Hoy, al igual que entonces, los ángeles del cielo están esperando para guiar a los hombres a sus semejantes. Un ángel le mostró a Felipe dónde encontrar a este hombre que estaba listo para recibir la verdad, y hoy los ángeles de Dios guiarán y dirigirán los pasos de los obreros que permitan que el Espíritu Santo santifique sus lenguas y refine y ennoblezca sus corazones. |
2. | ↑ | Los Hechos de los Apóstoles, p. 150 Cuando Pablo fue arrastrado fuera de la ciudad, este joven discípulo [Timoteo] se hallaba entre aquéllos que se quedaron al lado de su cuerpo aparentemente sin vida, y que le vieron levantarse, magullado y cubierto de sangre, pero con alabanzas en los labios, porque se le había permitido sufrir por Cristo. |
3. | ↑ | Mateo 27:54 El centurión y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían acontecido, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente, éste era Hijo de Dios. |
4. | ↑ | El Cristo Triunfante, p. 349
No es ahora tiempo para claudicar en nuestros esfuerzos, ni embotarnos o perder nuestro entusiasmo, ni tiempo de ocultar nuestra luz debajo de un almud, ni de hablar con delicadeza, ni de profetizar engaño. Debemos emplear toda nuestra energía en la causa de Dios. Debemos ser obedientes, testificando en favor de Dios y de la verdad. Nadie se desvíe ante cualquier sugerencia que el mundo pueda hacer. Nadie haga concesiones, hay una causa por delante de vital importancia para el pueblo remanente de Dios hasta el mismo fin de la historia de esta tierra. Por esta razón, están involucrados intereses eternos. En la antesala de la crisis no es tiempo de ser hallado con un corazón envilecido por la incredulidad y alejado del Dios viviente. La apostasía original comenzó con la incredulidad y el rechazo de la verdad, pero si hemos de triunfar, debemos tener los ojos de la fe fijos en Jesús, el Capitán de nuestra salvación. Debemos seguir el ejemplo de Cristo. En toda actividad de Jesús aquí en la tierra, él tuvo sus ojos puestos en la gloria de Dios... En Cristo, la divinidad y la humanidad estaban unidas, para que pudiera revelarnos el propósito de Dios y conducirnos a una estrecha relación con él. Esta unión nos capacitará para vencer al enemigo, pues por medio de la fe en Cristo, estará a nuestra disposición el poder divino. Nuestro número está creciendo, nuestros medios se están extendiendo y todo esto requiere unión entre los obreros y plena consagración y devoción por la causa de Dios. No hay lugar en la obra de Dios para obreros sin entusiasmo, ni para quienes no sean calientes ni fríos. Los guardas de los muros de Sión deben ser vigilantes y no deben dormitar ni de día ni de noche. Si no han recibido el mensaje de labios de Cristo, sus trompetas darán un sonido incierto. Hermanos y hermanas, el Señor los llama, tanto a pastores como a laicos. Escuchen su voz cuando les habla por medio de su Palabra. Permitan que su verdad sea recibida en sus corazones, para que puedan ser espirituales gracias al poder vivificante y purificador. Entonces, permitan que los diferentes mensajes para este tiempo se transmitan de un atalaya a otro de los muros de Sión. |
5. | ↑ | 2 Crónicas 31:1 Hechas todas estas cosas, todos los de Israel que habían estado allí salieron por las ciudades de Judá, y quebraron las estatuas y destruyeron las imágenes de Aserá, y derribaron los lugares altos y los altares por todo Judá y Benjamín, y también en Efraín y Manasés, hasta acabarlo todo. Después se volvieron todos los hijos de Israel a sus ciudades, cada uno a su posesión. |
6. | ↑ | Joel 2:23
Vosotros, pues, hijos de Sión, alegraos y gozaos en Jehová vuestro Dios; porque os ha dado la primera lluvia con justa medida, y hace descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía, como al principio.
Maranata: El Señor Viene, p. 226
El talento o una experiencia prolongada no transformarán a los hombres en canales de luz a menos que se coloquen bajo los brillantes rayos del Sol de Justicia y sean llamados, elegidos y preparados mediante la gracia del Espíritu Santo. Cuando los hombres que manejan cosas sagradas se humillen bajo la poderosa mano de Dios, el Señor los ensalzará. Los transformará en hombres de discernimiento, hombres ricos en la gracia de su Espíritu. Verán sus rasgos de carácter, ásperos y egoístas, y su obstinación, a la luz que emana de Aquél que es la luz del mundo. “Vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido” Apocalipsis 2:5. Encontrarás al Señor si lo buscas con todo tu corazón. No debemos descuidar la gracia representada por la lluvia temprana. Sólo los que están viviendo a la altura de la luz que tienen, recibirán mayor luz. A menos que estemos avanzando diariamente en la práctica de las virtudes cristianas activas, no reconoceremos las manifestaciones del Espíritu Santo en la lluvia tardía. Podrá estar derramándose en los corazones en torno de nosotros, pero no la discerniremos ni la recibiremos. |