En mi sueño, estoy de pie en una oficina muy grande que parece una universidad. Hay dos escritorios, uno para el presidente y otro para el vicepresidente/tesorero. Entonces oigo una conversación entre los dos hombres. El tesorero le dice al presidente que están afrontando una crisis financiera muy seria y que pronto tendrán que cerrar las puertas. El presidente comenta como a través de los años Dios los ha guiado en tantas maneras. Menciona que muchas veces le había parecido que Jesús estaba de pie con los brazos abiertos, esperando acompañarlo y guiarlo por el sendero. “Pero ahora”, dice el presidente, “parece que Jesús y yo ya no caminamos lado a lado. Pareciera que yo camino solo”.
El tesorero ha estado sentado frente a su escritorio mirando papeles. Entonces menciona las muchas cuentas, préstamos pendientes y acreedores que piden su dinero. Dice que no hay cómo obtener los fondos necesarios, porque la suma que deben es tan grande.
De repente, el tesorero de pone de pie; en una mano tiene una carta y en la otra, un cheque. Lee la carta muy emocionado la carta que dice que el cheque adjunto viene de un fondo de asistencia gubernamental que ayuda con asuntos financieros. La carta explica que con esa ayuda, quien la recibe acepta todas y cada una de las decisiones expedidas por el gobierno. El tesorero dice que la suma es suficiente para pagar todas las deudas y arreglar todo para seguir adelante. El presidente dice que tienen que examinar la carta asociada con el cheque con mucha oración, y que la muerte está inminente con o sin el cheque. Le explica al tesorero que las condiciones mencionadas en la carta destruirán completamente todo lo que han creído. El presidente repite que la muerte es inminente.
Sin embargo, en vez de orar en cuanto a la situación, el tesorero llama a muchos que están relacionados con la institución a reunirse en la oficina para recibir noticias. Se mete debajo del escritorio como si estuviese buscando algo, pero me doy cuenta que lo hace para llamar la atención cuando aparezca de allí para hablar. Pronto se llena la oficina. La mayoría son estudiantes y algunos profesores.
Primero, comienza a hablar el presidente. Explica cuán importante es andar muy cerca de Jesús cada día. Menciona la importancia de hallar la paz y la seguridad con Cristo, nuestro refugio, aun en la noche cuando nos acostamos a dormir. La canción del alma debe ser morar con Él. Dice que Jesús espera con brazos abiertos que vayamos a Él para morar en sus brazos—un puerto y refugio seguros.1
Veo que ángeles vienen y rodean el grupo reunido y yo comienzo a tararear el himno, “Señor Jesús, el día ya se fue”.2
Los ángeles de unen y cantan la letra del himno. El grupo no los ve ni oye. Los ángeles cantan lentamente, como si estuvieran meditando en cuanto al significado de cada palabra.Señor Jesús, el día ya se fue; la noche cierra, oh, conmigo sé;
Sin otro amparo, por tu compasión, al desvalido da consolación.
Veloz se va la vida con su afán; su gloria, sus ensueños pasan ya;
Mudanza y muerte veo en derredor; no mudas tú: conmigo sé Señor.
Tu gracia en todo tiempo he menester. ¿Quién otro pueda al tentador vencer?
¿Qué otro amante Guía encontraré? En sombra o sol, Señor, conmigo sé.
No temo el mal si tú conmigo vas; al enemigo tú lo vencerás.
En medio de miseria y de dolor, Señor Jesús, sé tú mi auxiliador.a
Ahora, el tesorero aparece de su escondite debajo de su escritorio para hacer su “salida a escena”. Interrumpe las palabras de consagración del presidente diciendo, “Sí, es importante que vivamos cada día tomando en cuenta cada decisión y cada paso que tomamos. Cada día debemos apartarnos para meditar y contemplar tranquilamente la importancia de nuestra propia supervivencia y nuestras decisiones. Debemos dedicar cada momento a la unidad de pensamiento. Igualmente, todos debemos tomar la determinación de unir nuestros pensamientos. Tenemos que apartarnos para unirnos como un solo hombre”. Mientras él sigue hablando, uno a la vez, los ángeles dejan de cantar, bajan la cabeza y se van de allí. Las palabras que escuchan no glorifican a su Maestro y Señor, sino que deshonran su nombre.3
Entonces el tesorero dice que necesitan un canto con el cual puedan sentirse alegres. De repente un ruido detestable sale del fondo de su escritorio. Tiene un ritmo fuerte con vaivén. Él comienza a cantar, “Todos deben venir acá, venir acá, venir acá. Todos nos debemos unir, unir”. El concluir cada repetición, oigo un “tun”, “tun”, “tun”. Veo que todos en el grupo comienzan a menearse de un lado a otro, y entonces comienzan a bailar con el ritmo de la música. El tesorero logra que cada persona se emocione al escuchar la repetición de las mismas palabras.
Ahora, el presidente comienza a sacar cosas de las gavetas de su escritorio. Rápidamente las echa en una caja vacía grande. Entonces, toma artículos que están encima de su escritorio y los tira en la caja. Entonces, saca cosas de su librero y rápidamente las echa en la caja. Lo oigo decir, “Lo único que debíamos haber hecho era morar con Jesús. Hemos llegado al fin, y ya las puertas se van a cerrar. Pero, lo que hay es un deseo de apartarse y unirse, cuando lo que tenemos que hacer es permanecer con Jesús”. El presidente recoge su caja rápidamente y se va, sabiendo a dónde debe acudir para poder estar a salvo.
1. | ↑ | Salmo 91:2-11 Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré. Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga es su verdad. No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya. Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; mas a ti no llegará. Ciertamente con tus ojos mirarás y verás la recompensa de los impíos. Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada. Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. |
2. | ↑ | Review and Herald (La Revista Adventista), 9 de diciembre de 1893 Dice el apóstol: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”. ¡Cuán claramente esto representa la seguridad, la paz, el descanso, la confianza que podemos gozar en el amor de Dios. Ningún ser humano, ningún poder, puede obligarnos a abandonar nuestro refugio. Dice Jesús: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, sino permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí, nada podéis hacer”. Demos gracias a Dios de alma y corazón por un refugio seguro. “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste [si vuestra vida está escondida con Cristo en Dios], entonces vosotros también seréis manifestados con Él en gloria”. [Trad.] |
3. | ↑ | Mensajes Selectos, tomo 1, p. 206 Nuestros miembros de iglesia ven que hay diferencias de opinión entre los dirigentes y ellos mismos entran en controversias acerca de los temas en disputa. Cristo demanda unidad. Pero no nos demanda que nos unamos en prácticas erróneas. El Dios del cielo traza un nítido contraste entre las puras, elevadoras y ennoblecedoras verdades y las falsas doctrinas que descarrían. Da al pecado y a la impenitencia el nombre adecuado. No recubre el error con una capa de argamasa deleznable. Insto a nuestros hermanos a que se unifiquen en una base verdadera y bíblica. Ibíd., tomo 3, p. 471 Tenemos un mensaje decisivo que dar, y se me ha instruido para que diga a nuestro pueblo: “Uníos, uníos”. Pero no debemos unirnos con los que se apartan de la fe, prestando oído a espíritus seductores y a doctrinas de demonios. Con nuestros corazones enternecidos, bondadosos y fieles, tenemos que avanzar para proclamar el mensaje, sin prestar atención a los que se desvían de la verdad. |
a. | ↑ | La letra del himno ha sido adaptada para asemejarse más a la poesía original de Henry F. Lyte. |