En mi sueño, voy caminando por una orilla de mar que, en vez de lucir una hermosa arena blanca, está llena de muchas piedras pequeñas. El agua está agitada y las olas se ven turbias. No es un día brillante y soleado, sino nublado y un poco fresco.
Miro hacia arriba y detrás de mí, y no veo a nadie. Me pregunto a mí mismo por qué será que debo estar en este lugar donde no es fácil caminar. El clima no es agradable y el panorama no es atractivo. Además, sobre mi hombro tengo una bolsa desgastada, grande y pesada, cuya correa ancha está raída. Adentro hay muchos pergaminos enrollados. Sobre mi otro hombro cuelga otra bolsa. Esa bolsa es enorme, muy pesada y está cerrada, de manera que los pergaminos no se pueden ver. Yo sé que acordé llevar estas bolsas, y que la bolsa abierta consiste en muchos mensajes que he compartido, conforme se me mandó. La bolsa cerrada tiene mensajes privados que sólo debían ser compartidos con individuos específicos. Lo único que se me pide hacer es entregar los mensajes.
Mientras camino he estado mirando la cantidad de piedras. Algunas son del tamaño de bolas de softbol. Cuando me detengo y miro hacia atrás, me doy cuenta de que he caminado una gran distancia. He caminado bajo muchas tormentas con relámpagos. En algunas partes soplaron vientos fuertes, y en otras cayeron grandes piedras de granizo. En otras partes todavía quedaban en el suelo gruesas capas de hielo y nieve. Además de las bolsas pesadas que llevaba, recuerdo que seguí adelante por la orilla rocosa durante tiempos muy difíciles. Me doy vuelta y sigo caminando por la orilla. Constantemente miro hacia abajo para evitar tropezar, doy vistazos hacia arriba para ver por dónde voy, y a la vez miro al cuerpo de agua y las tormentas del mar.
Miro hacia adelante y noto, todavía lejos de donde estoy, que parece haber alguien sentado sobre algo. Sé que tomará algún tiempo llegar, y la caminata no será más fácil. La bolsa cerrada sigue poniéndose más pesada con otros pergaminos—mensajes privados que debo entregar. La bolsa abierta no recibe pergaminos con igual frecuencia.
Después de mucho tiempo y distancia, me acerco a quién sea que está sentado y mirando hacia el mar agitado y tormentoso. El individuo está sentado en un banco muy ornamentado. Es muy brillante, como si emanase luz. Noto que ese individuo brilla más que el banco, y parece hacer que el área alrededor brille aún más.
Cuando finalmente me acerco al individuo sentado sobre el banco, reconozco que es el Heraldo y lo saludo. Me llama por mi nombre celestial y dice que ha sido enviado con instrucciones para un mensaje que debo preparar. Se dirige hacia la bolsa abierta que llevo y coloca dentro de ella un mensaje enrollado. Le digo que siento mucho que me tomó tanto tiempo en llegar. Le explico que la orilla es rocosa, el clima estuvo malísimo y las bolsas son muy pesadas.1
El Heraldo me sonríe y veo sus hoyuelos. Coloca sus manos sobre mis hombros y explica, “Puede ser que las correas estén tocando tus hombros, pero no cargas las bolsas.” Me pide que mire hacia ambos lados detrás de mí. Cuando lo hago, veo que dos ángeles muy grandes sostienen la parte inferior de cada bolsa en la palma de su mano, como si no pesasen nada. El Heraldo me recuerda, “Ya sabes que nunca se te ha pedido, ni jamás se te pedirá, llevar más de lo que puedes soportar. Aunque siempre deberá caer un poco de lluvia para ayudar con el crecimiento, tu caminata ha sido un paseo muy corto y placentero.” Señalando detrás de mí dice, “Mira con claridad de ojos de dónde viniste.” Cuando miro detrás de mí esta vez, veo una orilla de arena blanca cubierta de hermosos pétalos de rosa. Muchas aves cantan y vuelan en el cielo azul, y hay un oleaje muy leve. El Heraldo me asegura que debido a que soy un mensajero de Dios, Él siempre me cuida.
Entonces el Heraldo dice, “Hay algo que debes entender.” Pide que me siente en el banco cómodo hecho de agua. Está lleno de pétalos de rosa que constantemente se mueven y despiden una fragancia maravillosa que me recuerda un jardín de rosas. Cuando me siento, los dos ángeles siguen sosteniendo mis bolsas, cuyo peso constantemente aumenta.
El Heraldo sigue diciendo, “Para comenzar, el mensaje que debo compartir contigo explicará de la cantidad de personas que ora por ti y cómo yo fui probado. Entonces, para que todos entiendan plenamente, debo compartir contigo a quién servimos y qué ocurrió cuando nuestro Creador y Salvador se levantó y salió caminando de la tumba. Lo que ocurrió después no ha sido entendido.”
Comienza diciendo, “Nuestro Padre celestial está plenamente consciente de los que toman una actitud negativa hacia ti, su mensajero.2
Aun los que leen las críticas son guiados por agentes demoníacos que han tomado el estandarte que llevan Satanás y los ángeles que cayeron con él. Los que buscan información publicada en correos y sitios en internet que te desacreditan, y los que pasan esa información a otros, causan dudas y desacreditan al mensajero del Padre. Ellos deben considerar seriamente: Lo que hacen, ¿lleva a otros a Jesús, o los confunde y aparta de Él? ¿Dan esas cosas gloria y honor al nombre de Dios, u obtienen ellos renombre personal gracias a lo que comparten y publican?“Todos los críticos deben reflexionar sobre la importancia de estas palabras: Los mensajes animan a muchos y los acercan al Padre. Los mensajes dirigen los corazones a Jesús. Muchos constantemente oran por ti, su mensajero, por tu esposa Becky, y por otros que ayudan al Ministerio Para Mi Pueblo. Muchos piden a Dios que los críticos confiesen y abandonen sus malos caminos. Nadie ha podido demostrar que hay error en ninguno de los mensajes.
“Como he dicho antes, yo, el que tú llamas el Heraldo, simplemente soy un mensajero. Ahora el Padre celestial, personal y directamente, se dirigirá a los críticos con sus preguntas.”
El Heraldo se para, inmediatamente se arrodilla e inclina la cabeza. Miro hacia arriba y veo que los pájaros han detenido su vuelo, como si estuviesen suspendidos en el aire. Cesa el oleaje del mar. No ocurre nada, como si el tiempo se hubiese detenido.
Entonces oigo un ruido sordo de truenos que retumban por el cielo, y siento una brisa cálida muy agradable. Un dulce aroma llena el aire. Y entonces, a lo lejos se escucha el sonido de un aguacero. Más cerca de mí se oye una lluvia suave. Pero aún más cerca, una dulce paz cual neblina me rodea. Pero el cielo está despejado, de un hermoso color azul. Las aves permanecen suspendidas, pero mueven sus cabezas como mirando alrededor.
Oigo la voz del Padre, tal como la he oído antes. No es autoritaria, sino expresa amabilidad, bondad, y un amor y paz constantes. Lo oigo mandar con gran paciencia, “Mensajero, registra estas palabras y compártelas con mi pueblo y con los que te buscan defectos. Pido a todos reflexionar sobre las preguntas que haré. También pido que los críticos resuelvan los asuntos que han resultado de sus malas acciones. Busco una respuesta de cada uno, debido a que tantos están orando por mi mensajero y mi ministerio, el ministerio que Yo he llamado Para Mi Pueblo, porque es para mi pueblo.
“Considerando que he recibido muchas súplicas en oraciones habladas y silenciosas; considerando que algunos han orado con sincera preocupación, con corazones agobiados y los ojos llenos de lágrimas; considerando que han acudido a mí a través de mi Hijo, Jesús; considerando que muchos oran en cuanto a mi mensajero Ernesto, y por Becky, su esposa que sirve a su lado, como también por los que he colocado a su lado derecho y la persona que he colocado a su lado izquierdo; considerando que hay muchos corazones preocupados por el ministerio que Yo establecí y nombré Para Mi Pueblo—ahora Yo os hago las siguientes preguntas, y de cada uno aguardo una respuesta completa.
“¿Creéis que Yo no oigo vuestras oraciones? ¿Creéis que Yo no presto atención a vuestras plegarias? ¿Dudáis, pensando que yo no vigilo cada paso que toma mi mensajero? ¿No os dais cuenta de que Yo le he asignado muchas tareas? No les asigno a todos las mismas tareas que le he dado a él. No espero tanto de los demás como lo que requiero de él. ¿Rehusáis creer que siempre lo estoy observando? ¿No comprendéis que Yo lo detendría si él estuviese haciendo algo distinto a lo que le he mandado a hacer y espero que cumpla? Desde que se establecieron los fundamentos de esta tierra, en muchas ocasiones Yo detuve a los que no servían conforme Yo les había mandado. Yo detendría a mi mensajero si él persistiese en el pecado y no creciese espiritualmente.
“Por lo tanto, pido que cada uno reflexione: Si Yo hayo que mi mensajero todavía es digno de servirme, ¿dónde está la culpa? ¿Acaso no yace con los que he señalado como CULPABLES, porque sirven a Satanás, al que una vez estuvo junto a mi trono y se rebeló contra Mí?”
Hay un corto momento de silencio, como para dar tiempo para entender. La misma voz vuelve a hablar, y esta vez se dirige al Heraldo. “Se te mandó a vindicar a quien tú sirves. Se te dio un mensaje que debías entregar a mi mensajero, para que él lo compartiese con mi pueblo. Haz un repaso de las ocasiones cuando te desempeñaste como testigo y observaste los eventos específicos que ocurrieron, comenzando con la caída de Lucero hasta la muerte de mi Hijo Jesús.”
Nuevamente todo queda en silencio. De repente, el agua se vuelve a mover, y los pájaros vuelven a volar y cantar.
El Heraldo se levanta y se para frente a mí. En las manos tiene tres tabletas de vidrio. Dice, “Éste es el mismo mensaje que me fue dado en el mensaje que compartiste titulado, ‘Amor y reprensión.’ Éste es un mensaje para todos los que lo acepten y estén dispuestos a escuchar.”
Dice la tableta, “El que está montado debe bajar y postrarse ante Jehová de los ejércitos, el Creador del universo, el que vino para ser creado. Inclínate ante tu Maestro y confiesa tus pecados para que todos oigan de tu rebelión. Un mensaje fue enviado a un mensajero escogido, y tú negaste el oído de tu Señor y convenciste a otros a rechazarlo. Arrepiéntete ahora y pide perdón para que el Padre te escuche y vuelva su rostro hacia ti. Pide esto por medio y en el nombre de su Hijo. Arrodíllate y confiesa tus pecados, para que no se sequen los ríos y las corrientes y no muera el caballo que bebe, para que no camines por la faz de la tierra y cada oído se aparte de ti, y las palabras que hables caigan como piedras de tu boca. Arrepiéntete para que el Señor Jehová no te vomite de su boca, cual agua de mar ardiente.
“El que tiene las llaves de la caja fuerte debe arrepentirse del mal que ha hecho y hablado contra Mí y mi siervo. Debe postrarse ante el Maestro Fabricante de Llaves, pedir perdón y no andar más en el camino de sus errores. Debe confesar ante todos por haber tergiversado lo que él sabe que es cierto, tal como se le ha mostrado. Debe confesar ante todos, para que las llaves no le sean quitadas de la mano de un golpe y colocadas en las manos de otro.
“Este individuo debe humillarse ante el Señor de la verdad por haber hablado errores. Debe reconocer que ha sido orgulloso y jactancioso, y debe pedir humildad. Este individuo debe reconocer su falta de usar una lengua que habla en contra de la verdad, para que esa lengua no sea cortada y ande mudo por la tierra.
“Todos los que han hablado mal contra el mensaje y el mensajero que he enviado deben postrarse ante el trono de Dios. Pidan perdón en el nombre de su Hijo. Admitan su culpa, tomen su cruz y sigan el sendero de Jesús. Deben hacer esto antes de que se cierre el libro y sus nombres no queden escritos en el libro.”
El Heraldo baja las tres tabletas. Me dice que el Padre es la fuente de todo amor y no quiere que nadie perezca. Con un corazón de tanto amor, Él desea que acuda a Él y se arrodille ante su trono cada uno que ha pecado, cada uno que tiene escrito en la frente, CULPABLE. Pide que cada uno confiese y se arrepienta. Entonces, después de confesar ante el Padre, cada individuo debe confesar públicamente el mal que ha cometido. Confesar sólo ante el Padre y no abiertamente, a oídos de todos, no será aceptable.
Ahora el Heraldo extiende otra tableta de vidrio. Él dice, “Repito lo que está escrito en 1 Juan 4, versículos 1, 2 y 3, para los que escriben cosas en contra de lo que he compartido. Doy fe de estas palabras.”
Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo.
El Heraldo sigue diciendo, “De estas palabras sagradas debe entenderse claramente que Jesús vino a esta tierra como un humano. Él dejó todos sus poderes celestiales en el cielo. Su poder venía como resultado de haberlo pedido a su Padre celestial, tal como los humanos pueden pedir y recibirlo. Un individuo que cree esto es de Dios.
“Es necesario entender que un espíritu de Satanás rehusará y no podrá declarar esto. Los individuos con un espíritu de Satanás afirman que Jesús no nació como un ser humano común. Ellos creen que cuando Jesús estuvo en la tierra, todavía poseía todo el poder que tenía en el cielo, y que mientras estuvo en la tierra hizo todo con su propio poder. Un individuo tal no es de Dios, sino que sirve a Satanás y posee su espíritu.
“Delante de todos, y como antes, vuelvo a declarar: Doy fe de que Cristo Jesús vino en carne humana. Con mi testimonio como testigo de todo lo que he visto, me presento delante de mi Creador, del Padre celestial, del Espíritu Santo, y de todos sus seres creados por todo el universo. Abiertamente y sin reservas declaro con mi voz: Sí, Cristo Jesús, Hijo del Padre, vino en carne humana.”
El Heraldo baja la tableta y sigue diciendo, “Como un testigo verdadero, volveré a declarar lo que he observado. Me presento como un testigo delante de mi Padre, de Jesús y del Espíritu Santo, a quienes sirvo, y delante de ti, cuyos nombres son la Verdad y Ernesto. Como mensajero de Dios, tú compartirás mi declaración validada acerca del Dios a quien nosotros los ángeles servimos.”
El Heraldo se acerca a la orilla del agua y extiende la mano. Aparece una gran lámina de agua. Él comienza a hablar, y cuando lo hace, las siguientes palabras aparecen en la lámina.
“Observé cuando Lucero discrepó con el Padre en el cielo, y quería ser igual a Jesús.
“Observé cuando Lucero y los ángeles que creyeron en él fueron echados a la tierra.
“Observé cuando Lucero llevó el pecado al mundo.
“Observé cuando el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo discutieron el plan para salvar a sus seres creados. Vi un amor tan grande, que el Padre permitiría que Jesús temporalmente dejase su lugar en su trono.
“Observé cuando se decidió que Jesús iría a la tierra en calidad de un ser creado. Aunque Jesús había creado, ahora Él se convertiría en uno de los creados. Jesús, el Creador, se convirtió en lo que había sido creado a su propia imagen. Vino a un mundo pecador como nuestro ejemplo. Él podría haber pecado, pero eligió no pecar.
“Observé cuando Jesús se despidió del Padre, y el Espíritu Santo lo colocó como una semilla en una matriz. Fue colocado en una matriz pura, sin contaminación, que nunca había sido tocada.
“Observé y noté el silencio en el cielo, porque Jesús ya no estaba sentado en su trono junto al Padre.
“Observé al Padre ver el trono de Jesús vacío y anhelar el día cuando su Hijo volvería.
“Observé a Jesús crecer en esa matriz virgen.
“Observé cuando llegó el día, y nadie le daba a Jesús un lugar donde nacer.
“Observé cuando todos los seres del universo fueron testigos del nacimiento de Jesús.
“Observé a muchos cuidar a Jesús, cuyo nombre en la profecía era Emanuel (Dios con nosotros).
“Observé a Jesús crecer y aprender a caminar.
“Observé a Jesús caer y lastimarse.
“Observé a ángeles celestiales proteger a Jesús, pero a veces se les impidió hacerlo.
“Observé a Jesús llegar a ser un joven.
“Observé cuando Jesús fue bautizado y el Espíritu Santo descendió sobre Él.
“Observé cuando el Espíritu Santo envió a Jesús al desierto, donde lo tentó Satanás.
“Observé a Jesús enseñar, sanar y obrar otros milagros.
“Observé a muchos seguir a Jesús, y algunos lo aceptaron como el Mesías.
“Observé cuando Jesús fue capturado y acusado por agentes malignos que deseaban destruir al Hijo de Dios. Yo estaba listo y esperaba una palabra para liberar a mi Maestro de los que lo golpeaban.
“Observé a seres humanos burlarse de Jesús y empujar sobre su cabeza una corona hecha de un arbusto espinoso.
“Observé cuando los soldados romanos acostaron a Jesús sobre una cruz y clavaron sus manos y sus pies.
“Observé cuando los soldados levantaron la cruz de Jesús, y la dejaron caer en un agujero en la tierra.
“Observé cuando Jesús de Nazaret, nacido de una virgen, nacido como un hombre creado, dirigió sus ojos hacia el cielo y dijo, ‘Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.’
“Observé que el Padre no pudo mirar esa escena y apartó la vista cuando su Hijo murió.
“Observé cuando Jesús fue colocado en una tumba, y el lugar de su descanso fue protegido durante el sábado.
“Observé cuando fue retirada la piedra que cerraba la entrada de la tumba.
“Observé cuando Jesús salió de la tumba victorioso sobre Satanás, lo cual completó el plan de ofrecer la salvación a sus seguidores fieles.”
El Heraldo baja la mano y la lámina de agua regresa a las olas suaves. Permanece en silencio mirando abajo hacia el agua, dándome tiempo para asimilar todo lo que contó.
Pienso que el Heraldo no sólo ha servido como un mensajero, sino también como testigo de todo lo que observó. Me recuerdo a mí mismo quién es el Heraldo. Éste es el ángel Gabriel, el mismo que estaba al lado de Lucero junto al trono de Dios. Pero cuando Lucero se rebeló y fue echado del cielo, Gabriel—el Heraldo—tomo su lugar, y ahora él se para junto al trono de Dios. En otras palabras, éste es el capitán de todos los ángeles. Creo que, si el Heraldo fuese a comentar sobre mis pensamientos, diría que quiénes somos no es importante. El único nombre digno de ser mencionado con alabanza y exaltación es Jesús, Cristo Jesús.
El Heraldo me mira y dice, “Ernesto.” Entonces, sonríe y me llama por mi nombre celestial. “Nuestro Hacedor, nuestro Creador, nuestro Padre, nuestro Salvador no puede esperar mucho más. Ellos son todo amor y toda paciencia. No quieren que ninguno pierda su derecho de entrar por las puertas del cielo. Los que todavía están vivos y no han ido al descanso para esperar el día del juicio, todavía tienen una oportunidad de arrepentirse. La marca de los que han sido señalados como culpables puede ser quitada, pero deben confesar su pecado antes de que sea demasiado tarde. Dad gloria al Padre y a su Hijo, vuestro Hermano Jesús.”
Dice el Heraldo, “Todavía hay un mensaje importante que debo darte con detalles que no han sido compartidos anteriormente. En mi servicio como mensajero, comparto información, y en calidad de testigo, confirmo los hechos. Ver que algo ocurre y servir como testigo de ese evento son dos cosas distintas. Además de observar los eventos que ocurren, también he confirmado esos eventos.”
El Heraldo extiende la mano y me pide que vaya con él, porque debe mostrarme algo que como mensajero debo escribir y compartir. Tomo su mano y subimos muy lejos en el aire. Cuando miro a lo lejos y hacia abajo, veo que la tierra gira lentamente. Mientras se mueve, observo distintos tipos de clima, como nubes que se desplazan en distintas direcciones. En algunas partes veo relámpagos y nubes oscuras; en otras partes sólo hay un cielo azul o la oscuridad de la noche.
El Heraldo comienza extendiendo su mano, como para controlar el movimiento de la tierra. Hace girar la tierra en la dirección contraria, y ella gira hacia atrás muy rápidamente. Mientras lo hace, me dice que lo que veo es para ayudarme a entender. No debo pensar que es literal. Después de varios giros muy rápidos, el Heraldo extiende la mano como para impedir que la tierra siga girando. Sigue diciendo, “Debemos comenzar desde el principio. Cuando habló nuestro Creador, apareció el planeta que estás mirando. Tal como se te mostró anteriormente, Él metió las manos y formó un ser del lodo de la tierra. Pero, por primera vez, era un ser formado a la imagen y semejanza exacta del Creador. Además, Él creó el género humano como hombre y mujer. Entonces, mandó al hombre y a la mujer a procrear otros seres a su semejanza. Esos seres también se asemejarían al Creador. Y de esa manera comenzó el mandato fructificad y multiplicaos.
El Heraldo sigue diciendo, “Los seres de este planeta fueron muy fructíferos. Pero en los primeros días después de la creación, Satanás, el que había sido expulsado del cielo, engañó a la primera pareja y así se apoderó de esta tierra. De esa manera entró el pecado. Una maldición fue pronunciada sobre la tierra y los seres humanos. El universo fue testigo cuando uno de los seres procreados en la tierra mató a otro. Con el paso del tiempo, abundó la avaricia, y muchos tipos de pecado se volvieron comunes. Cuando los seres construían una casa o criaban animales, venían otros y se llevaban lo que querían, como la esposa, los hijos y los animales. Muchos de estos seres ya no seguían al Creador, sino que cada uno iba por su propio camino.
“Sin embargo, hubo muchos que mantuvieron una relación íntima con su Creador. Ellos enseñaban a otros del que había creado todas las cosas vivas. Cada día honraban y agradecían a su Hacedor por todo lo que les había dado. Sabían de la maldición heredada de los primeros dos seres que introdujeron la muerte.
“Pasó mucho tiempo, y la tierra siguió girando. Al aumentar el pecado, cada vez menos individuos seguían caminando con el Creador. Satanás produjo formas feas de vida a través de la experimentación genética con los animales que Dios ya había creado. Dios no podía permitir que siguieran existiendo, porque destruirían todo lo que Él había creado.
“Hoy en día se hallan y estudian los restos esqueléticos de esas bestias. Debido a que la mayoría no cree en la creación de Dios, honran a Satanás al hacer que los dinosaurios sean populares y fascinantes para niños y adultos.
“Incluso al hombre se le exploró su composición genética. En los museos exhiben los restos de los que llaman cavernícolas. Sin embargo, Dios no creó los cavernícolas. Lo que Él creó fue perfecto. Lo que produce Satanás es un ejemplo repugnante del pecado.3
Dios sabía que los corazones de la mayoría eran continuamente malvados.4 Como resultado de esto y la amalgama de los hombres y las bestias, Dios destruyó todo lo viviente, y sólo salvo a los ocho que entraron en el arca con los animales que Él había creado.“Dios escogió a un hombre llamado Noé, el cual enseñó a sus tres hijos del verdadero Creador. Él le dio a Noé instrucciones específicas sobre cómo construir un arca. Dios explicó que iba a llevar al arca los animales que deseaba salvar, pero destruiría los dinosaurios y las otras criaturas producidas a través de las amalgamas de Satanás.
“Durante la construcción del arca, Dios le mandó a Noé a enseñar, predicar y preparar a la gente para la destrucción que vendría como resultado de un diluvio mundial. Con el paso del tiempo, mucha gente oyó las palabras de Noé. Aunque muchos se burlaron, criticaron y se rieron de él, el Espíritu Santo guio a otros que escucharon su mensaje y recibieron el sello de Dios.
“Durante casi dos mil años, la tierra giró muchas veces, y se cumplió el mandato de ser fructíferos y multiplicarse. Grandes cantidades de personas vivieron desde los días de Adán y Eva hasta la época de Noé, y muchos de ellos murieron antes de llegar el diluvio. Antes de morir, un gran número recibió un nombre en la frente que mostraba que eran propiedad de Dios. Éstos llevaban nombres en la frente, tales como Seleccionado, Escogido, Probado, Aprobado, Reconocido, Bienvenido y Consagrado. Sin embargo, también hubo muchos que rehusaron escuchar la voz de Dios. Eran muy altos y parecían físicamente perfectos y simétricos, pero, debido a que hicieron caso omiso de los mensajes que les fueron enviados, Dios no podía bendecirlos, y murieron con una señal en la frente que decía, CULPABLE. Durante todo ese tiempo, el universo observaba para ver cómo las cosas continuarían en la tierra. Cada ser sin pecado sabe que Dios es justo y que sus caminos siempre son los correctos.
“Entonces Noé, su esposa, sus tres hijos y sus esposas entraron al arca, y Dios envió ángeles para guiar al arca los animales que Él había creado. Luego, un ángel del cielo cerró la puerta y la selló.”
El Heraldo pausa brevemente y dice, “Miremos el mundo de una manera un poco diferente. Descendemos en planeo cerca del suelo y vemos cómo eran las puertas del arca. Veo dos puertas grandes cerca del fondo donde el arca descansaba en el suelo. Se había colocado una sustancia interesante y pegajosa a lo largo de la costura de la abertura de la puerta. Una puerta tenía bisagras en el extremo derecho, y la otra en el extremo izquierdo. Una vez que una puerta estaba cerrada, la segunda se doblaba hasta encontrarla. La puerta había sido diseñada para cerrarse con una superposición especial que ocultaba las puertas. Desde el exterior, el área de la puerta tenía una superficie lisa que no mostraba una costura.
El Heraldo sigue diciendo, “Una vez que la puerta del arca había sido cerrada y sellada, el Creador destruyó todo lo vivo que existía fuera del arca. Antes de que se formaran los cimientos de la tierra, el Creador sabía que el diluvio debía ocurrir.
“Cuando la puerta del arca finalmente fue abierta y quitaron el sello, había otra puerta que bajaba al suelo y formaba un tablón muy largo. No era empinado, sino casi al nivel del suelo, para que los animales pudiesen salir sin caerse. Me maravilla cómo Dios diseñó las puertas y tomó en cuenta los problemas que podría causar un tablón empinado.
“Las creaciones de Dios comenzarían de nuevo. Esto indicó el fin del capítulo 1 de la tierra y el comienzo del capítulo 2. Sin embargo, la comida ya no sería abundante y fácilmente disponible. Ahora, el hombre tendría que trabajar para cultivar alimentos. Había desaparecido todo rastro de la belleza que Dios había creado. La superficie había sido desgarrada, dejando grandes roturas en muchos lugares. En ninguna parte se veían los restos de la gente y los animales que habían sido destruidos. Dios los había enterrado profundamente debajo de la superficie de la tierra. Habían desaparecido las amalgamas que Satanás había producido.
“Cuando Noé y su familia salieron del arca, vieron que Dios había puesto en el cielo un arco colorido que nunca habían visto. Ese primer arco iris fue muy hermoso; ningún otro jamás sería como ése. Era una señal y una promesa dada por Dios que nunca más destruiría la tierra con un diluvio.”
Entonces, el Heraldo explica que los hijos de Noé serían responsables de cumplir el mandato de ser fructíferos y multiplicarse. De ellos vendrían los que seguirían reverenciando al Dios verdadero.
El Heraldo sigue explicando, “Jesús mismo instituyó el sacrificio de los animales en el Jardín del Edén después que pecaron Adán y Eva. El mató a un animal y usó la piel para hacer una prenda para calentarlos. La caída de ellos hizo que el Creador tomara la vida de una criatura a la cual Él había dado vida. Este servicio, iniciado con Adán, debía ser continuado por sus descendientes. Las familias que salieron del arca debían seguir su ejemplo y enseñar a sus hijos cómo construir un altar, ofrecer un sacrificio, e ir a Dios con arrepentimiento.
“Un tiempo después, Noé estaba en su carpa ebrio por consumir jugo de uva que se había fermentado. Uno de sus hijos lo vio desnudo en su carpa y se burló de él. Debido a que Noé caminaba cerca de Dios, pudo maldecir a su nieto, al sentirse ofendido por la falta de respeto de su hijo.”
El Heraldo y yo nuevamente nos elevamos de la tierra. Él extiende la mano, y en forma simbólica hace que la tierra gire hacia adelante. No gira tan rápido como cuando la giró hacia atrás.
Mientras la tierra gira hacia adelante, el Heraldo habla de algunos grandes momentos en la historia de la tierra que han sido registrados en la Biblia, tales como el nacimiento, la educación y la vida de Moisés, su caminar y el sendero que se le pidió seguir. Habló de su muerte y resurrección, y como ahora sirve en el cielo con el Padre. El Heraldo contó historias de Enoc, Matusalén, Noé, Abraham, David, Elías, Eliseo, Isaías, Daniel y muchos otros que fueron llamados y probados en gran medida. Sin embargo, sirvieron conforme a la dirección planeada por el Padre celestial.
Me detengo para meditar de algunos grandes hombres y el significado de sus nombres. El nombre de Adán significaba “hombre” y también rojizo, o un color muy bronceado. El nombre de Matusalén significaba, “Cuando esté muerto, será enviado”. El nombre de Isaac significaba “risa”. Creo que ese niñito debe haber provocado mucha risa por ser el hijo de dos personas muy ancianas. Entonces tenemos el caso de Oseas. Recuerdo que Dios le dijo cuáles nombres debía dar a los niños que su esposa tendría de otros hombres. Me detengo a pensar de los nombres como “No me compadeceré”, “Yo castigaré”, “No sois mi pueblo.” ¿Qué tal si nombrasen a un niño, “Mi madre no sabe quién es mi padre”? El Heraldo me mira, sonríe y dice, “Y a ti te pusieron el nombre ‘Verdad.’”
Entonces, el Heraldo extiende la mano y hace que el mundo gire más lentamente, para darse más tiempo para contar su historia. Sonríe en anticipación del gran evento del cual va a hablar, y dice, “Recordarás que Jesús vino a esta tierra y plantó un árbol muy especial que crecería a una altura específica para ser utilizado de la manera que el Creador necesitaba.
“Recordarás que Jesús volvió al Padre y dijo, ‘Ya es hora.’ Entonces, cuidadosamente y con mucha precisión atenta dobló su manto y lo colocó en el centro exacto de su trono. Se quitó la corona y la colocó encima de su manto.”
El Heraldo sigue diciendo, “Jesús se dio vuelta, caminó y se paró frente al trono del Padre, despojado de todo lo que simbolizaba y representaba quién Él era. El Padre se paró y abrazó a su Hijo mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. En ese momento, el Padre absorbió todos los poderes que Jesús poseía. Entonces, Jesús dijo, ‘Ahora voy a hacer tu voluntad.’”
Llamándome por mi nombre celestial, el Heraldo dice que todo el cielo, y cada ser a lo largo del universo, quedó en silencio presenciando lo que vi. Entonces añade, “Observé al Espíritu Santo tomar a Jesús, el Alfa y el Omega, la personificación plena de quién era Jesús, pero despojado de todos los poderes. Cuando el Espíritu Santo lo tocó, Él se tornó en un pequeño óvulo fertilizado. Entonces, el Espíritu Santo viajó a la tierra y lo colocó como un óvulo en la matriz virgen de una joven.
“El trono de Jesús en el cielo estaba vacío, excepto su manto y su corona. Por primera vez, Él no estaba sentado allí con su Padre. Reinaba un gran silencio por los pasillos, habitaciones y patios del cielo. Pero en esta tierra, muchos ángeles invisibles constantemente vigilaban a Maria quien llevaba al Príncipe del universo. Pero este Príncipe ya no tenía el poder que antes poseía. Él ya no podía con su propio poder hablar y lograr que lo que dijo se cumpliese. Ya no podía estar en muchos lugares a la vez. Ya no sabría todo. Allí, en esa matriz estaba el Príncipe que caminaría, se caería, lloraría, comería y dormiría. Ahora Jesús era un ser creado. Jesús, el que había creado a los seres humanos parecidos a sí mismo nacería humano.”
El Heraldo se acerca, sonríe y dice, “Podríamos dedicar mucho tiempo a la discusión de todas las cosas maravillosas que hizo Jesús. Hasta este momento, su nacimiento fue el acontecimiento más grandioso que el universo jamás haya presenciado.” El Heraldo vuelve a sonreír y añade, “Te he dado esta información de una manera que puedas entender, pero tengo algo nuevo que debo contarte.” Gira la tierra un poco para adelantar el tiempo y habla de cómo Jesús enseñó a mucha gente. También menciona a aquellos que Jesús allegó más íntimamente a sí mismo, para instruirlos más plenamente cómo enseñar y servir a otros.
El Heraldo extiende la mano y detiene el movimiento de la tierra. Entonces dice que cuando nació Jesús, la tierra terminó su Capítulo 2 y comenzó el Capítulo 3. Sin embargo, el Capítulo 4 es el que el universo espera ver.
Sigue diciendo el Heraldo, “Cuando terminó el Capítulo 2, Jesús vino a la tierra para ofrecer la salvación a los que elijan obedecerle. Jesús mismo plantó una semilla que llegó a ser un árbol. Ese árbol fue cortado, y Jesús fue crucificado sobre él. La muerte de Jesús puso fin a los sacrificios a Dios por el perdón de los pecados. Jesús se ofreció a sí mismo como un sacrificio final, para que todos pudiesen ser perdonados y liberados de los tormentos de Satanás.
“Aquellos que cumplieron con la instrucción de colocar un sacrificio sobre un altar, pidiendo que sus pecados fuesen borrados de su registro, recibieron el sello de Dios sobre sus frentes. Un ángel celestial marcó el lugar donde cada uno descansó. Comenzando con Adán y Eva, cada individuo que aceptó a Jesús como su sacrificio será levantado de la tumba y recibirá la vida eterna. Pero aquellos en cuyas frente estaba escrito ‘CULPABLE’ permanecerán en sus tumbas hasta su juicio final.”
Pienso de Enoc, el bisabuelo de Noé, alguien que era muy allegado al Padre celestial y fiel en todo. Dios confió tanto en él que le mostró el futuro, como la destrucción de la tierra por un diluvio. Él nombró a su hijo Matusalén, que significaba “Cuando esté muerto, será enviado.” Poco después de la muerte de Matusalén, vino el diluvio. A Enoc también se le mostró el nacimiento, la muerte y la resurrección de Jesús, pero especialmente su segunda venida.5
Después de caminar por la tierra 300 años, Dios envió ángeles para llevar a Enoc al cielo, para que él y el Padre pudiesen caminar lado a lado.Miro al Heraldo y él me sonríe, como esperando con paciencia que yo vuelva a escucharlo. Dice que gran parte del tiempo Enoc reside con el Padre. Sin embargo, en calidad de embajador y con un gran séquito de ángeles, él también viaja a otros planetas para hablar y enseñar. Esos seres escuchan de primera mano de uno hecho a la imagen de Dios. Muchos seres creados a su imagen todavía no saben quiénes son.
El Heraldo sigue diciendo, “Cuando Jesús fue bajado de ese árbol—la cruz sobre la cual fue crucificado y murió—fue colocado en una tumba. No había ningún aliento en sus pulmones. Ningún mandato salía de sus labios. Ese sábado, mientras Jesús yacía inánime en la tumba, en los recintos del cielo reinaba el silencio. Esa tumba había comenzado como un gran monte de piedra sólida que Jesús simplemente había mandado a existir. Ahora, esa roca en una tumba que hombres hechos a su imagen habían cincelado y ahuecado.”
El Heraldo se queda quieto y mira hacia abajo, como sintiendo un gran vacío. Entonces, poco a poco alza la cabeza y un fulgor ilumina su rostro. Sonríe y sus hoyuelos se vuelven muy pronunciados. Se da vuelta, me mira y me llama por mi nombre celestial. Entonces pronuncia mi nombre terrenal, Ernesto, y dice, “Mensajero, ahora estamos en lo que llamaremos el Capítulo 3.”
Oigo una trompeta tocar una tonada que he escuchado otras veces. Al instante, el Heraldo y yo estamos de pie en una inmensa pradera con flores silvestres a orillas de un gran bosque. Ahora veo al ángel Anunciador con un grupo muy grande de otros ángeles; algunos de los cuales reconozco de otros sueños.
El ángel Anunciador entrega su trompeta a otro ángel cerca de él. Quizás es un ángel que lo atiende. Entonces, el ángel Anunciador me mira con una gran sonrisa de alegría. Se me acerca y dice que está muy contento de que se le pida compartir más sobre el comienzo del Capítulo 3. Mira al Heraldo y de nuevo a mí y dice, “Aquél a quien llamas el Heraldo no te contaría todos los tremendos detalles que ocurrieron después, porque iría contra su naturaleza muy humilde. Pero yo te los contaré, porque yo me paro junto a él en el cielo, cerca del trono de nuestro Creador. También estuve junto a él durante lo que ocurrió después de que Jesús fue colocado en la tumba. Estoy encantado de poder contarte más de eso.
“Se me mandó a decirte que, como mensajero suyo, debes anotar esta información claramente. Debes prestar atención especial a todo lo que veas. Escribe tus pensamientos usando palabras claras, para que todos entiendan con el corazón lleno de gozo lo que vio el universo entero.”
Veo al ángel Anunciador mirar al Heraldo y sonreír, como diciéndole muy respetuosamente que se siente y permita que él relate los datos. Veo al Heraldo acercarse y, mientras extiende la mano, una silla grande de agua brota de la pradera llena de flores. Muchos ángeles lo siguen a la pradera y entonces se paran detrás de él. Todos llevan una amplia sonrisa en sus rostros mientras esperan escuchar el relato.
El ángel Anunciador comienza diciendo, “Para seguir el mismo método que él usó al dar su testimonio (señala al Heraldo), yo también daré mi testimonio de quién yo sirvo y quién ellos sirven (señala al grupo grande de ángeles que vinieron con él). Para gloria de Dios, es un honor para mí relatar lo que ocurrió después de la muerte de nuestro amado Miguel, Cristo Jesús, el que abandonó su trono para que todos pudieran vivir. Él es tu Salvador, pero también es nuestro Salvador.”
El ángel Anunciador se me acerca y alza ambos brazos. Del suelo y a cierta distancia frente a mí, aparece un hermoso marco dorado, intrincado y adornado. En el medio hay una enorme catarata. Cuando el ángel comienza a hablar, las siguientes palabras en letras amarillas brillantes caen desde la parte superior.
“Vi ese fin de semana terrible cuando Jesús murió, cómo lo sacaron de la cruz y lo envolvieron rápidamente en lino antes del comienzo del sábado.
“Vi cómo colocaron a Jesús en una tumba preparada que era propiedad de otro. Vi que cuando nació no tuvo un hogar donde nacer ni su propia cuna para dormir.
“Vi a hombres fuertes hacer mucho esfuerzo para rodar una piedra muy grande y pesada sobre la entrada de la tumba.
“Vi a los soldados romanos cuidando la entrada de la tumba.
“Vi a una hueste de ángeles celestiales enviada para cuidar de los ángeles malignos la tumba y el lugar de la crucifixión. En ese entonces no se entendió la razón por la cual los ángeles de Dios debían proteger el sitio de la crucifixión, pero fue mencionado en el sueño “Eventos Finales y la Primera Cena.”
“Vi que mientras los guardias luchaban por mantenerse despiertos esa noche, la hueste de guardias angelicales se unió en un canto como tributo al que dormía durante el sábado.
“Vi al cielo iluminarse brillantemente alrededor de la tumba. No fue para los ojos humanos, sino como un faro de fe al universo entero que presenció que Jesús, el Hijo de Dios y nuestro Creador, ahora yacía inánime, porque se había entregado como un sacrificio. Él descansaría durante el sábado y resucitaría el domingo por la mañana, una vez terminado el sábado.
“Vi a una multitud de ángeles en el cielo y en la tierra, y seres por todo el universo esperando con fe el final de ese sábado. Cuando Jesús resucitó, Él vería que todos ellos tenían fe de que Él resucitaría, saldría de la tumba y volvería a trabajar. Si Él fuese a preguntar si hallaría fe cuando fuese llamado de la tumba, la respuesta sería un claro y resonante, ¡SÍ!
“Vi al amanecer del sábado que los discípulos de Jesús tenían miedo, y muchos de sus seguidores habían perdido las esperanzas y deseaban esconderse. Muchos lloraban y rasgaban su ropa.
“Vi en los salones y patios del cielo un silencio como nunca.
“Vi que este sábado afectó a muchos. A la puesta del sol, terminó el sábado y comenzaba el primer día de la nueva semana. Reinaba un silencio lúgubre mientras muchos se preparaban para dormir.
“Vi al Padre celestial dirigirse a Gabriel y lo oí darle instrucciones específicas. Él es el que tú llamas el Heraldo, el cual se para junto al trono del Padre. Cuando Lucero se rebeló, Gabriel tomó su lugar. Me fue dicho que debía pararme al lado de Gabriel.
“Vi al Padre colocar un manto hermoso sobre los hombros de Gabriel. Entonces, lo vi imbuido de gracia y poder para ir a la tierra y servir como se le mandó. Él recibió poder especial del Padre para llamar a Jesús de la tumba.
“Vi y escuché a Gabriel escuchar otras instrucciones y recibir de las manos y brazos extendidos del Padre otras ropas de una luz brillantísima.
“Vi a Gabriel darse vuelta y con gran autoridad llamar a los que están a su lado, como también a muchos ángeles más. Tomé mi trompeta y la toqué para que todos se preparasen para el gran evento que todos habíamos estado esperando. Todos conocíamos el plan de la salvación. Era hora de ver a Jesús regresar a su lugar legítimo en su trono. Vi esa gran procesión prepararse para ir con la bendición plena del Padre celestial. Vi las sonrisas de todos, sabiendo que es bueno tener el privilegio de servir.
“Vi a esa procesión salir rápidamente del cielo temprano en la mañana del primer día de la semana. Me sentí honrado y privilegiado de tocar mi trompeta como una señal para abrir las grandes puertas del cielo y permitir que la procesión saliera rápidamente. Vi a Gabriel, el capitán de los ángeles, guiar esa inmensa procesión con esas ropas, más brillantes que la nieve más blanca, dobladas bajo el brazo. Mientras viajábamos, toqué mi trompeta, y Gabriel se tornó aún más brillante.
“Vi al acercarnos a la tierra que alrededor de los guardias romanos vigilantes había mucha oscuridad. Muchos apenas empezaban a dormir cuando notaron el resplandor inusual de las primeras horas del primer día de la semana. Entonces, la panoplia de ángeles celestiales que cuidaba esa gran área alrededor de la tumba comenzó a cantar del que yacía adentro.
“Vi que al tocar Gabriel la tierra con sus pies y caminar hacia la tumba, hubo un gran terremoto. Nunca más podría la tierra mantener cautivos a todos en la muerte. Ahora los guardias romanos estaban bien despiertos, y verían la resurrección de Jesús.
“Vi que mientras Gabriel se dirigía hacia la gran piedra a la entrada de la tumba, hubo otro terremoto. Cuando él golpeó suavemente la gran piedra, rodó como si fuera una piedrecita.

“Vi a Gabriel sentarse encima de la piedra y mandar al que se para junto a él a entrar a la tumba y quitarle a Jesús las envolturas de lino. Después de hacerlo, las arrojé al suelo de la tumba.
“Vi que el cuerpo de Jesús había sido golpeado y desgarrado, y había un agujero en su costado.
“Vi el gran terremoto cuando Gabriel habló con autoridad, ‘Cristo Jesús, Hijo de Dios, tu Padre te llama a despertar y salir de la tumba.’ Inmediatamente, Jesús comenzó a respirar y entonces abrió los ojos y sonrió esa sonrisa que tanto he extrañado. Se dio vuelta e inmediatamente se levantó. Recogió sus paños de entierro, los dobló y los colocó sobre la losa donde Él había yacido.”
Todavía soñando, recuerdo que justo antes de salir del cielo, Jesús dobló su manto real y lo colocó sobre su trono. Y entonces, cuando resucito, dobló su “manto” fúnebre y lo colocó sobre la piedra en la tumba donde estuvo durante el sábado.

El ángel Anunciador sonríe y dice, “Vi cuando Jesús salió caminando de la tumba que su cuerpo torturado había sido transformado instantáneamente en salud perfecta. Sólo quedaban las cicatrices en su cabeza, costado, manos y pies. El cielo nocturno todavía estaba oscuro, pero rodeando a Jesús y brillando alrededor de la tumba había una luz tan brillante como el sol.
“Vi a los guardias romanos levantarse estupefactos, asustados y asombrados ante la escena que contemplaban. Habían visto a Jesús salir de la tumba. Personalmente vieron todo lo que ocurrió durante su resurrección. Vieron a Jesús vivo, hecho nuevo y caminando en resplandor.
“Vi y escuché a Gabriel llamar a varios ángeles asistentes para que tomasen el manto de luz muy brillante que él había traído consigo. Ellos recibieron el honor de envolver a nuestro amado Jesús en ese manto enviado por el Padre. [Este manto de luz representaba la justicia de Jesús. No era el manto real de su trono.]
“Vi momentos más tarde que llegaron mujeres para ungir el cuerpo de Jesús. Después de conversar con los dos ‘hombres’ ángeles, dos de las mujeres se fueron para contar a los discípulos lo que habían visto. Cuando Jesús se mostró a sí mismo a María Magdalena, ella lloraba y pensó que Él era el jardinero. Pero cuando Jesús pronunció su nombre, ella inmediatamente reconoció su voz y quería abrazarlo. Sin embargo, Jesús le dijo, ‘No me toques; debo ir ante mi Padre. Ve rápidamente y diles a mis discípulos las buenas nuevas que me has visto.’”
“Vi al Heraldo acercarse al lado de la tumba, para estar cerca de Jesús y hacer cualquier cosa que Él le pidiese.
Todavía soñando, aparto la vista de la catarata y vuelvo a mirar al Heraldo, quien ha estado sentado en silencio en la silla de agua entre las flores silvestres. Ahora él se para y viene con una sonrisa, como diciendo que él continuará de aquí en adelante con lo que él observó.
Llamándome por mi nombre celestial, el Heraldo señala hacia la catarata dentro del marco dorado. Dice, “Observé a Jesús sonreír y pronunciar una orden que causó un terremoto tan fuerte que sacudió la piedra que había tapado la abertura de la tumba. Como resultado de sus palabras, un sinnúmero de personas salió del suelo en el área general donde Jesús resucitó. Esos individuos habían estado durmiendo en la tierra hasta que la voz del Creador los llamó a levantarse.”6
La catarata deja de fluir y todo queda en silencio. Dice el Heraldo, “Hay algo que debe verse, porque los seres humanos no entienden la magnitud de lo que acaba de ocurrir. Más adelante volveremos a este punto, pero primero debo mostrarte algo simbólico, para que todos entiendan plenamente lo que acabas de observar.”
Nos elevamos en el aire lo suficiente para poder ver muchos lugares distintos alrededor del mundo. La tierra gira lentamente, y el Heraldo me dice que mire hacia un área en particular. Cuando miro hacia la tierra desde alto en el aire, me doy cuenta de que puedo ver la gente abajo tan claramente como si estuviese parado en el suelo cerca de ellos.
Llamándome por mi nombre celestial, el Heraldo me dice, “Recuerda la tarea que te dio el ángel Anunciador. Debes registrar con claridad, observar con cuidado todo lo que ves, y escribir tus pensamientos usando palabras claras.”
Cuando miro hacia abajo a la superficie de la tierra, veo salir a muchos de sus tumbas. Al instante sé que algunos han descansado sólo unas pocas horas o días; otros algunas semanas o meses; otros por muchos años. Al mirar a esas personas, veo que la estatura de algunos es baja, y otros son gigantes muy altos.
Miro al Heraldo y le digo que me gustaría estar ahí junto a ellos. Con una sonrisa paciente me dice, “Sólo mira, y aunque estás a más de mil seiscientos kilómetros de distancia, será como si estuvieras al lado de ellos.” Le digo que nuestro Creador es asombroso en qué y cómo crea. Vuelve a sonreír, como diciendo, “¡Si supieras!”
Ahora miro a un individuo específico y me doy cuenta de que puedo verlo como si estuviera junto a él. Mientras lo observo, me pregunto de los tiempos cuando vivió, qué edad tendría y qué habrá causado su muerte. Ahora ha sido perfeccionado, sin enfermedad ni pecado. No es tan alto como otros que veo, pero parece saber lo que ha sucedido. Este individuo que fue cautivo de la muerte ha sido liberado. Este hombre resucitado permanecerá en la tierra hasta que sea llamado a ascender. Él es un faro a las promesas cumplidas por un Salvador que ahora ha resucitado también. Mientras él y otros que fueron resucitados andan por ahí, muchos que aún no han muerto observan a éstos que han sido traídos de la tumba.
Miro por otro lugar y veo a los gigantes que vivieron antes del diluvio en los días de Noé. Son perfectamente simétricos, y aunque son tan altos como algunos árboles, se mueven con facilidad. La tez y el rostro de cada uno son perfectos y hermosos, como los ángeles. Su cabello largo es abundante y mantiene su forma. Cada parte de su cuerpo refleja el fulgor que Dios le dio a los que creó en el Jardín del Edén.
Vuelvo a mirar al Heraldo, el cual sonríe con mucha paciencia y dice, “Todavía no lo ves.” Le pregunto, “¿Qué es lo que no veo?” Pacientemente, el Heraldo repite, “Vuelve a mirar, pero abre tus ojos más para que puedas ver y entender. Mira hacia abajo, pero no sólo a 1, 2, 3, 10 ó 20 individuos que fueron cautivos y han resucitado.”
Me doy vuelta para mirar la tierra y al hacerlo, instantáneamente me siento abrumado. Estiro mi mano hacia atrás, torpemente tratando de agarrarme del Heraldo, porque estoy abrumado por la emoción y no puedo seguir parado. Cuando comienzo a llorar, el Heraldo habla e inmediatamente un ángel me rodea con sus brazos para soportarme, porque he perdido todas mis fuerzas.
El ángel dice, “La fuerza de Jesús te sostiene.” Al instante, pienso que aun este ángel rehúsa hablar de su propia fuerza, sino que declara que el poder viene de Jesús. Me pregunto, ¿Será ésta la humildad que tienen todos los ángeles de Dios—la humildad que el pueblo de Dios debe cultivar?
Ese mismo ángel dice, “Explica con palabras sencillas lo que ves allá abajo.” Cuando miro hacia abajo entre mis lágrimas, me doy cuenta de que no puedo hablar. Sin embargo, las palabras fluyen por mi mente como un chorro de agua brotando de una fuente.
Mientras la tierra gira lentamente debajo de mí, puedo ver y observar un pueblo, pero no es un pueblo cualquiera. Veo cautivos que han sido llamados de la tierra debajo de colinas y valles, y aun desde el fondo de las montañas más altas y las aguas más profundas. Vivieron desde los tiempos de Adán y Eva hasta Noé, y desde los días después del diluvio hasta la resurrección de Jesús.
Todavía soportado por el ángel y con lágrimas en mis ojos le digo al Heraldo que me doy cuenta de que durante seis mil años el hombre ha estado ocupado siendo fructífero y multiplicándose grandemente. Digo que yo nunca había pensado ni imaginado lo que ahora veo caminando por la superficie de la tierra—a los que habían sido cautivos, pero ahora son las primicias de Jesús.
Digo que ni siquiera me atrevo a calcular cuántos veo. Es una cosecha excelente y abundante. Sería como contar una inmensa muchedumbre de gente de varios tamaños—desde individuos muy grandes que vivieron cerca del comienzo del tiempo, hasta los que se parecen a nuestro tamaño actual. Imagínate contar semejante muchedumbre reunida en una llanura que se extiende muchísimos kilómetros hacia el norte, el sur, el este y el oeste. Observo asombrado al ver esa gran multitud dirigirse lentamente en una dirección. Las palabras que pronunció Jesús para resucitarlos proclamaron una victoria, mostrando claramente que Satanás ha perdido. Estoy viendo el grupo especial de personas que Jesús redimió y presentaría a su Padre.
En comparación a los que viven en estos últimos días, los que vivieron antes del diluvio eran gigantes bien parecidos y de buenas proporciones. A pesar de sus cuerpos enormes, se movían con gracia y elegancia, como los ángeles. Su cabello y tez reflejaban la perfección. En comparación, los que vivieron después del diluvio habían perdido su belleza y eran más pequeños y débiles.
Pienso, ¿Por qué no se ha escrito más sobre este gran evento? Debajo de mí veo tanta gente y me pregunto quiénes serán. ¿Estarán entre ellos Adán y Eva? ¿Sería uno de ellos Matusalén, Abraham, Isaac, David, Eliseo, Isaías o Daniel? Al estudiarlos en su belleza inmortal, noto que cada uno viste una prenda blanca, pura y brillante. ¿Quién sería el que inmediatamente hablaría de la resurrección de Jesús, diciendo que había resucitado cuando Jesús lo llamó de su tumba?
Entonces contemplo a un hombre muy alto. ¿Será Matusalén, Abraham o Noé? Elena de White escribió:
Los resucitados diferían en estatura y aspecto, pues unos eran de más noble continente que otros... Los que habían vivido en los días de Noé y Abrahán parecían ángeles por su gallardía y aspecto. Primeros escritos, p. 184
Cuando puedo pararme solo, dice el Heraldo que poco después de la gran resurrección, Jesús ascendió a los atrios celestiales y presentó a su Padre los que fueron resucitados y representan las primicias de Jesús.
Ahora el Heraldo extiende el brazo, veo una catarata y aparecen palabras que van bajando desde arriba. Mientras las palabras bajan, dice el Heraldo, “Lo que viste debe entenderse. Jesús mandó a su profetisa a registrar estas palabras acerca de sus primicias.”
Al resurgir él triunfante de la muerte y del sepulcro, mientras la tierra se tambaleaba y los fulgores del cielo brillaban sobre el sagrado lugar, MUCHOS de los justos muertos, obedientes a su llamamiento, salieron de los sepulcros como testigos de que Cristo había resucitado. Aquellos FAVORECIDOS santos salieron glorificados. Eran santos ESCOGIDOS de todas las épocas, desde la creación hasta los días de Cristo. De modo que mientras los príncipes judíos procuraban ocultar la resurrección de Cristo, hizo Dios levantar de sus tumbas cierto número de santos para atestiguar que Jesús había resucitado y proclamar su gloria… Los resucitados diferían en estatura y aspecto, pues unos eran de más noble apariencia que otros. Primeros escritos, pp. 183, 184
Noto que tres palabras en letras grandes y doradas se destacan del resto. Me dice el Heraldo, “Fíjate que a la profetisa se le mandó a escribir que ‘Muchos de los justos muertos’ fueron llamados de la tumba. Jesús no llamó a ‘todos’ de la tumba. Y, ¿quiénes fueron los seleccionados? Fíjate que fueron los ‘favorecidos’ y ‘santos escogidos de todas las épocas’. En la resurrección de Jesús, sólo un grupo pequeño de ‘escogidos’ fue llamado del suelo. Este grupo llamado pequeño, es el mismo grupo que Jesús llamó de la tumba. También son la multitud de cautivos mencionados en el Espíritu de Profecía.7
Debe entenderse que este grupo pequeño, que sin embargo es una muchedumbre, se llama pequeño porque una gran multitud aún descansa en la tierra esperando el regreso del Rey Jesús. Tal como prometió, Él llamará a TODOS sus redimidos de la prisión de la tierra. Esa gran multitud, desde los tiempos de Adán hasta los días justo antes de que venga Jesús, será resucitada para vivir con Él para siempre. Cada uno personalmente recibirá de Jesús un manto y una corona.” El Heraldo baja la mano, y la catarata vuelve a hundirse en el suelo.
Medito de las cosas que el Heraldo me acaba de explicar. Su ilustración mostró que Jesús resucitó un número inmenso de personas de muchas partes de la tierra, y desde los tiempos de Adán hasta el día cuando Jesús fue resucitado. Esa muchedumbre era una ofrenda—sus primicias para el Padre celestial.
En mi mente, las siguientes palabras aparecieron de repente, como si fueran presentadas en una gran pared.
Aun antes de que se pudiera reservar el diezmo, había que reconocer los derechos de Dios… Las primicias debían presentarse ante el Señor en el santuario, y luego se dedicaban al uso de los sacerdotes. Patriarcas y profetas, p. 565
Cuando Jesús llegó al cielo inmediatamente después de su resurrección, y antes de hacer otra cosa, Él presentó al Padre sus primicias, su santo diezmo. El llamó una décima parte de los redimidos hasta los tiempos de la resurrección de Jesús. En el cielo, los salvados verán que las primicias levantadas cuando Él resucitó son un número muy pequeño comparado con todos los que resucitará cuando venga por segunda vez.
Veo lo siguiente, como si cada palabra se desplegara en mi mente:
Las instrucciones dadas por el Espíritu Santo a través del apóstol Pablo en cuanto a las ofrendas se aplican también al diezmo: “Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado” … El Señor no sólo reclama el diezmo como suyo, sino también establece cómo debería ser reservado para él. Dice: “Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos.” …. La porción del Señor debe separarse en primer lugar. Review and Herald, febrero 4, 1902
El Heraldo me mira y dice, “Como prometí, ahora continuaré con lo que observé.” Mientras me llama por mi nombre celestial, vuelve a señalar a la catarata y una vez más comienza a declarar lo que observó como un testigo.
“Vi aparecer las primicias. Ya no eran viejos, enfermos, mutilados ni degenerados, sino saludables, con proporciones perfectas.
“Observé y noté que los que los resucitados ya no eran hombres o mujeres. Sin embargo, cada uno conservaba las características de su género. Ahora son como los ángeles, que no son ni hombres ni mujeres.
“Observé cuando Jesús volvió a hablar. Él mandó que se colocara una corona de inmortalidad sobre la cabeza de cada individuo resucitado, y al instante se lleva a cabo, gracias a su omnipresencia. Entonces, Él manda que cada uno sea revestido con un manto brillante.
“Observé y escuché cuando Jesús volvió a hablar: ‘Aquí están las primicias. Éstos son los cautivos que han sido rescatados de las ligaduras de la muerte. Son una representación viva—una prueba de mi victoria sobre la muerte. Éstos son sólo una pequeña muestra de la gran multitud que llamaré de las tumbas cuando vuelva a la tierra por segunda vez.’”8
En calidad de mensajero, trato de captar todo lo que veo. Sin embargo, estoy tan abrumado por la emoción que me debilito y no puedo permanecer en pie. Jesús me mira y sonríe. Al instante, aparece Perceivous y me rodea con sus alas, las cuales esta vez son azules en vez de blancas.
Ahora Perceivous me lleva a otro planeta. Cuando le pregunto dónde estoy, me contesta que estamos en un lugar que puede existir en el futuro. Me explica que Dios llama a muchos al servicio, pero Él no obliga, sólo pide. Este planeta está destinado para alguien que Dios desea que sirva como un siervo y en calidad de símbolo ya al final. Esa persona todavía no ha aceptado el llamado, pero si lo acepta, éste sería un planeta y una galaxia creada para esa persona. Un regalo tal sería apropiado, debido a quién esa persona representaría.
Perceivous sigue sosteniéndome, porque todavía no tengo fuerzas en mis piernas. Me llama por mi nombre celestial y entonces dice, “Ernesto, cuyo nombre es verdad, tú sirves como un mensajero de la verdad.” Entonces añade, “¿Qué habría sin la verdad?”
Cuando miro al lugar donde he sido llevado, comienzo a sentir mucha fuerza. Dice Perceivous, “Es importante que prestes atención al lugar donde estás.” Cuando miro alrededor, siento que mayor fuerza entra a mi cuerpo. Le pregunto a Perceivous si éste será mi hogar. Ella sonríe y dice, “No. Esto es para otra persona que servirá con grandes pruebas y compartirá su propio cántico de Moisés.”
Veo una casa inmensa en medio de un magnífico bosque. Está en lo alto de una colina con vistas a hermosos valles. Los árboles son muy altos, y cada uno despide un aroma relajante, que parece prometer descanso a todos los que visiten. Dondequiera que miro, me rodean árboles majestuosos cuya belleza soy incapaz de describir. Pienso en los árboles que he visto en la tierra: pinos, secoyas, robles, arces, eucaliptos, álamos, sauces y muchos otros. Pero los árboles en este planeta especial hacen que los de la tierra parezcan matorrales inútiles.
Entro a la casa y me maravillo al ver la creatividad del Creador. Las paredes son gruesas, formadas de agua pura que se mueve. Dentro de las paredes hay muchas pequeñas criaturas acuáticas que yo llamaría peces. Sin embargo, éstas son mucho más que eso. Algunas despiden una luz tenue; otras producen una música suave.
Mientras voy andando por la casa, veo muchas habitaciones y niveles separados por muchos pisos, y todos están conectados. Unas partes del techo no son llanas, sino curvas, y siguen el contorno de la casa. Puedo pararme en un escalón muy grande hecho de agua, y se eleva a uno de los niveles. Veo que la parte más alta es plana, formada por muchos patios en diferentes niveles que miran hacia la panoplia—las copas de los árboles del gran bosque. Desde allí, veo tonos de colores que cambian constantemente en las hojas que centellean en la luz. También veo una gran variedad de criaturas voladoras y las que andan por el suelo. El planeta está vivo con formas de vida únicas que no existen en ningún otro lado.
De pie en esa gran altura, quisiera poder sentarme a disfrutar del panorama. Al instante, desde el piso de la terraza sale una silla reclinable hecha de agua. Feliz, me recuesto, y mientras pienso en cuánto disfrutaría de un vaso de agua fresca, a mi derecha se eleva una mesa hecha de agua. Ahora veo una ramita de hojas de menta dentro de un vaso vacío que aparece en la mesa. Entonces oigo a Perceivous decirme, “Recuerda que esto es un sueño, y no puedes comer ni beber hasta ese gran día cuando el pueblo de Dios se siente a la mesa y Jesús, el Mejor Anfitrión, los sirva personalmente.”
Perceivous sonríe y dice, “Has revivido, y es hora de que regreses, porque todavía falta mucho en lo cual debes servir como mensajero.” Cuando ella extiende la mano, al instante estoy de nuevo donde Jesús acaba de coronar a cada una de sus primicias y las ha vestido con su manto de justicia.
El Heraldo continúa su testimonio. “Observé mientras mi compañero (señala al ángel Anunciador) y yo y una gran hueste de ángeles rodeamos a Jesús, el Hijo de Dios. Inmediatamente salimos para acompañarlo al trono de Dios.
“Observé cuando el ángel Anunciador y los ángeles que se destacan en velocidad se adelantaron para anunciar y mandar a abrir sin demora las puertas del cielo para recibir al Gran Rey de la gloria inmortal.”
Mientras esta procesión pasa rápidamente por las puertas abiertas, miro al que abrió las puertas. Me pregunto, ¿Habrá sido Moisés? ¿Habrá pedido que se le permitiera abrir las puertas para dar paso a Jesús y a su séquito?
El Heraldo continúa, “Observé cuando Jesús fue conducido rápidamente a través de pasillos y grandes salones. Inmediatamente, todas las puertas se abrieron para permitir que entráramos hasta la presencia de Dios.” Todo queda en silencio. Noto que cuando el Heraldo se arrodilla, esa gran hueste de ángeles también se arrodilla.
Perceivous coloca su mano suave sobre mi hombro derecho y habla suavemente en mi oído. “Sería injusto, pero también indigno de Gabriel hablar de lo que ve ahora.” Ella susurra mi nombre celestial y me manda a anotar y relatar lo que veo. “Debes recordar quién eres. Se ha preguntado, ‘¿Sabes quién eres?’ Fíjate que todas las primicias están de pie, igual que Jesús.”
Es difícil hallar las palabras para describir lo que veo ahora. Reina el silencio mientras veo a Jesús acercarse al trono del Padre. Veo al Padre levantarse de su trono y descender los escalones. Va hacia Jesús, su único Hijo, y se para frente a Él.
Ruego a Dios que lo que veo ahora bendiga los corazones de todos los que lean esto. Es una escena del amor más puro. En calidad de mensajero, sabiendo que se me dijo que observara, atestiguara y anotara fielmente lo que vi, ahora declaro lo siguiente.
Observo al Padre rodear a Jesús con sus brazos, y los dos se abrazan. Cuando Jesús rodea sus manos cicatrizadas alrededor de su Padre, veo destellos de luz brillante irradiar de sus manos, pies y costado. Mientras se abrazan, las lágrimas forman un charco a sus pies.
En el salón del trono observo una gran hueste de ángeles, junto con muchas primicias de Jesús que vinieron con Él. Algunos son majestuosamente altos, y otros son pequeños. Visten una corona de inmortalidad y un manto de luz, como el que el Padre envió con el Heraldo para vestir a Jesús.
Ahora, Perceivous susurra en mi oído que debo repetir estas palabras, porque merecen ser escuchadas nuevamente.
Allí está el trono, y en derredor el arco iris de la promesa. Allí están los querubines y los serafines. Los comandantes de las huestes angélicas, los hijos de Dios, los representantes de los mundos que nunca cayeron, están congregados. El concilio celestial delante del cual Lucifer había acusado a Dios y a su Hijo, los representantes de aquellos reinos sin pecado, sobre los cuales Satanás pensaba establecer su dominio, todos están allí para dar la bienvenida al Redentor. Sienten impaciencia por celebrar su triunfo y glorificar a su Rey. El Deseado de todas las gentes, p. 773
Sigo observando mientras Jesús abraza a su Padre y dice suavemente, “Éstos son los que traje conmigo—mis primicias.”
Observo que el Padre abraza a Jesús aún más estrechamente, y le dice suavemente que está muy complacido con Él.
Ahora observo que el Heraldo se para y le hace señas al ángel Anunciador para que responda con su trompeta. El Heraldo canta una nota, y todos los demás ángeles que estaban arrodillados se ponen de pie y se unen en un himno. Lo que me impresiona no es la música, sino las palabras que cantan. Son palabras que Jesús enseñó a sus discípulos en la tierra.
Observo mientras este innumerable coro angelical canta en la presencia del Padre celestial, su Hijo y el Espíritu Santo. Me dice Perceivous que preste mucha atención a las palabras. Escucho atentamente mientras el coro canta de corazón.
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
Venga tu reino. Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
Danos hoy nuestro pan cotidiano.
Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal:
porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos.
Observo que cuando termina el himno, reina el silencio en el salón. Entonces oigo al Heraldo cantar otra nota, e inmediatamente, los ángeles cambian de posición para agrupar sus voces de otra manera. Los ángeles comienzan a cantar como en un suave susurro. El Padre y Jesús siguen abrazados, y de sus rostros caen lágrimas de felicidad.
Observo y escucho con gran interés mientras los ángeles cantan estas palabras como un pequeño tributo de sus corazones.
Cristo, Cristo, Cristo,
Dulce nombre sin igual,
Guía, Amparo, Cristo,
Cual aroma de lluvia estival;
Cristo, Cristo, Cristo,
Cielo y tierra le dan loor;
Fama y bienes aquí pasarán,
Pero ese nombre perdurará.
Observo y escucho al Padre decir que el sacrificio de Jesús es más que aceptable, y ahora Jesús recibirá todo el poder, no solamente en el cielo, sino en la tierra.
Observo la gran hueste de ángeles salir de ese gran salón en silencio y con mucha reverencia, y el Padre y el Hijo quedan solos.
Observo y espero. Unos momentos más tarde, veo a Jesús salir rápidamente del gran salón donde estaba con su Padre. Está vestido de lino blanco y una corona. Sobre los hombros lleva bandas doradas, plateadas, azules y una blanca que es casi luz pura. Después de pasar muy rápidamente por los patios y pasillos, se detiene en un lugar amplio donde saluda a todas sus primicias. Rápidamente explica que algunos de ellos deben permanecer en el cielo, y otros deben regresar a la tierra con Él. Entonces añade, “Los que permanecen aquí saben lo que deben hacer, y los que regresan conmigo sabrán y entenderán todo lo que deben hacer.”
En los ojos de Jesús observo el amor del amor de los amores. Aun en el salón del trono donde había tanta gloria, no olvidó a sus discípulos en la tierra que se sentían solos y abandonados. Jesús había recibido plenos poderes de su Padre, y con esos poderes regresaría a sus discípulos. Iba a compartir su poder con ellos y con otros que llegarían a ser sus seguidores.9
Ahora observo al grupo grande, junto con muchos ángeles, pasar rápidamente por la puerta vigilada. Todos pueden ver un profundo amor en los ojos de Jesús, y una mirada que muestra que Él sabe, con precisión exacta, adónde debe llegar muy rápidamente.
Observo que mientras Jesús se dirige a la tierra para reunirse con sus discípulos, las primicias de su estatura van con Él, acompañados de muchos ángeles invisibles. Los que son mucho más altos permanecen en el cielo. Los testigos que regresan a la tierra con Jesús van por toda Jerusalén y atestiguan que Él completó el plan de salvación y resucitó de la tumba. Veo a esas primicias hablar ante muchos de haber sido resucitadas para ser testigos de que Jesús está vivo.
Observo un testigo en particular que me llama la atención en forma especial. Me pregunto si será Juan el Bautista, porque se para sobre una plataforma, y su voz llega a gran distancia. Él emana mucha paz. Muchos se reúnen para escuchar sus palabras, porque las verdades que comparte los atraen. Habla con amor al explicar que Jesús lo levantó de la tumba con una simple palabra, y de esa manera venció a Satanás. Relata cómo le quitaron la vida por haber dado su testimonio a favor de Jesús, y que Jesús verdaderamente es el Rey de reyes. Menciona las mentiras que circulaban y dice que aún más mentiras circularían. Enfatiza que no debemos seguir a ningún ser humano, sino sólo a Jesús. Este testigo alza ambas manos y declara, “Alzad vuestros ojos al que dio su vida por vosotros. Aceptadlo como vuestro Salvador.” Sigue predicando de cómo aceptar a Jesús para el perdón de los pecados, porque Jesús es el Salvador y el Cordero celestial que fue sacrificado. Habla de cómo recibir al Espíritu de Dios, permitiendo que la sangre de Jesús lave los pecados de la vida. Al escucharlo, pienso, “Éste verdaderamente fue un gran testigo y un evangelista que testificó que Jesús ya no está muerto. Tal como prometió, Él ha resucitado a muchos que murieron.
Cambia mi sueño, y veo a dos hombres mirando al suelo mientras andan por un camino de tierra. Noto un letrero de tránsito que muestra que Emaús está adelante. Debajo de ese letrero hay otro que muestra que Jerusalén está hacia atrás.10
Escucho mientras los dos hombres dialogan del triste fin de la semana anterior, y como habían pensado que Jesús de Nazaret era el Mesías prometido. Mientras caminan y conversan, están muy afligidos. Entonces noto que Jesús se acerca a ellos, pero ellos no lo reconocen. Mientras Jesús camina con ellos, les pregunta de qué están hablando.
Uno se presenta a sí mismo como Cleofas. Le pregunta al Extranjero si Él había estado allí durante las cosas horribles que ocurrieron la semana anterior. Jesús contesta, “¿Cuáles cosas horribles?” Ambos hombres hablan del Nazareno llamado Jesús, que hablaba como un profeta y realizó muchas cosas maravillosas. Uno dice, “Jesús habló y nosotros presenciamos muchos milagros. Lo vimos tornar agua en jugo de uva. Él multiplicó la merienda de pescado y pan de un muchachito en comida que alimentó a una multitud. Estuvimos presentes ante una tumba cuando Él habló y su amigo de mucho tiempo volvió a vivir. Pero, los dirigentes del templo lo entregaron a los romanos, quienes lo torturaron y crucificaron. Él murió y fue enterrado el viernes pasado.”
Los tres caminan varios pasos en silencio, entonces uno de los hombres menciona que ellos habían pensado que Jesús era el que salvaría Israel. Nuevamente guardan silencio. El otro dice, “Algunas de nuestras mujeres nos dijeron que fueron a la tumba muy temprano esta mañana, pero estaba vacía. Cuando otros de nuestro grupo fueron a la tumba, hallaron que estaba vacía, tal como habían dicho las mujeres.” Ambos hombres dicen que las mujeres insistían que unos ángeles les habían dicho que Jesús está vivo.
Después de que los tres caminan en silencio un poco más, Jesús rompe el silencio. Caminando, les habla, y ellos no saben quién es. Les habla de la fe que todos deben tener. Habla mucho de las palabras registradas por los profetas de Dios. Menciona a Enoc, a Moisés y muchos otros. Les cuenta que todo lo que ocurrió había sido enseñado, registrado y transmitido por muchas generaciones. Él repasa mucho de lo que estaba escrito en las Escrituras de Aquél de quien ahora hablan con mucha tristeza.
Al acercarse a Emaús, los hombres invitan a Jesús a su casa, aunque no saben quién es. Dicen que anochece, que el día ha sido largo y el viaje desde Jerusalén, cansador. Jesús acepta su invitación y sigue enseñándolos mientras se prepara la comida. Me doy cuenta de que ellos reconocen su voz cuando Él pide la bendición sobre el alimento. Entonces, al partir el pan y dárselo, ellos ven las cicatrices en sus manos. Esos dos hombres comienzan a llorar e inmediatamente caen de rodillas. Los oigo exclamar que el Maestro había estado con ellos, y ni siquiera se habían dado cuenta. Mientras lo miran, Él desaparece.
Mientras observo para poder preparar este mensaje, yo también comienzo a llorar, porque Jesús no sólo desapareció de su vista, sino de la mía también. Oigo una voz, pero no veo a nadie. Sin embargo, conozco esa voz llena de amor que restaura el gozo a mi corazón. “Tal como os he dicho, ‘Yo estoy siempre con vosotros.’ Sigue sirviendo, compartiendo e instruyendo.”
Jesús vuelve a hablar y me dice que comparta lo que Él mandó que otra mensajera escribiera. Sin verlo, pero al reconocer esa voz, pienso cuán importante es escuchar y conocer el testimonio de Jesús, el Espíritu de Profecía, especialmente hoy en día. En la pared de la casa aparecen las siguientes palabras que sólo yo puedo ver.
Olvidaron su hambre y cansancio, y dejaron el alimento preparado, porque no podían permanecer en sus hogares y retener de los otros discípulos el conocimiento recién descubierto. Anhelaban impartir su gozo con sus compañeros, para poder regocijarse juntos en un Salvador vivo, resucitado de los muertos. Aunque era tarde, dirigieron de nuevo sus pasos hacia Jerusalén; pero cuan diferentes eran sus sentimientos ahora de los sentimientos que los deprimieron cuando emprendieron su camino a Emaús. Jesús estaba a su lado, pero no lo sabían. Por el camino, Él escuchó con alegría sus expresiones de gozo y gratitud mientras hablaban.
Estaban demasiado contentos para fijarse en las dificultades del camino disparejo y oscuro. No había luna para alumbrarlos, pero sus corazones estaban iluminados con el gozo de una nueva revelación. Se abrían paso entre las piedras ásperas y los salientes peligrosos; en su apuro, a veces tropezaban y caían. Para nada perturbados por eso, perseveraban resueltos su camino. A veces perdían el camino en la oscuridad, y se veían obligados a retroceder sus pasos hasta encontrarlo. Entonces, renovaban su marcha con nueva velocidad. Anhelaban dar a sus amigos el precioso mensaje. Nunca antes habían tenido los labios humanos tales nuevas para proclamar, porque la realidad de la resurrección de Cristo sería la gran verdad alrededor de la cual se centrarían toda la fe y esperanza de la iglesia. Spirit of Prophecy, tomo 3, p. 215
Escucho a los dos hombres llorar al hablar. Hablan de la manera como Jesús les abrió las Escrituras durante su caminata, cuánto sus corazones anhelaban las verdades que le oyeron impartir, y que, durante todo ese viaje deprimente, Jesús había estado con ellos. Se miran y se levantan de la mesa para regresar a Jerusalén.
Al observar su felicidad, recuerdo que fue escrito en el testimonio de Jesús que Él acompañó a ambos hombres durante su regreso a Jerusalén. En la oscuridad de la noche, Él caminó con ellos el mismo camino. A pesar de que los dos hombres no llevan luz, rápidamente recorren el camino áspero, donde a veces tropiezan y se caen. Pienso en los ángeles que podrían haber iluminado el camino y quitado los obstáculos. Jesús eligió caminar con esos dos fieles seguidores. Este ejemplo demuestra que, tal como lo ha prometido, Él caminará con todos sus fieles seguidores hasta el fin.
En mi sueño, me pregunto por qué Jesús pasó tanto tiempo con esos dos hombres. También pienso cómo su comprensión los motivó a regresar al aposento alto en Jerusalén. Incapaces de contener su gozo y emoción, los dos hombres comparten las buenas nuevas con los discípulos que están ahí. “Nuestro Maestro ha resucitado! La tumba está vacía, porque Él resucitó. Todo es verdad. Un Extranjero nos acompañó casi todo el camino desde aquí a Emaús. No lo reconocimos hasta que oró y partió el pan. ¡Era Jesús! Lo vimos con nuevos ojos, y entonces desapareció. ¡Nuestro Maestro ha resucitado de los muertos!”
Cuando los dos hombres entraron al aposento alto, también entró Jesús.11
En tanto que se pronuncian esas palabras gozosas, de la misma manera como Jesús desapareció de los dos hombres en Emaús, ahora aparece ante todos los reunidos en el aposento alto. Oigo a Jesús anunciar, “Paz sea con vosotros; regocijaos hoy.”Todos se asustan al ver que de repente Alguien aparece delante de ellos. Jesús les pregunta por qué dudan y no tienen fe. Les presenta sus manos y sus pies, y les invita a tocarlo y ver que verdaderamente está vivo. Lo veo sentarse y decir que tiene hambre. Le dan de comer un pedazo de pescado y un panal de miel. Mientras come, les recuerda que Él les había enseñado que todo lo que está registrado en la ley de Moisés, los profetas y los Salmos debía cumplirse. Me doy cuenta de que el cielo estima la paciencia de los santos que guardan los mandamientos de Dios. Los que adoran a Dios y creen los testimonios de Jesús—el Espíritu de Profecía—son muy amados y bendecidos.
Tengo el privilegio de observar y escuchar mientras Jesús abre sus oídos, ojos y mentes para entender las Escrituras registradas por los profetas y los mensajeros. Les dice que el Mesías debía sufrir mucho, pero resucitaría el tercer día. Les enfatiza que el arrepentimiento y el perdón de los pecados deben ser predicados y enseñados a todas las naciones, y les asegura que les dará lo que el Padre prometió: poder del Espíritu Santo.12
Éste es el final del día de su resurrección. Ahora comienza el segundo día. Jesús permanecerá en la tierra con sus discípulos 39 días más.Mi sueño cambia y se me da a entender que han pasado 40 días. Durante ese tiempo Jesús dedicó mucho tiempo a enseñar a sus discípulos cómo testificar a otros. Debían pedir al Padre que les impartiese el Espíritu Santo, sabiduría y poder. También debían enseñar y predicar la nueva verdad en cuanto al arrepentimiento de los pecados, y que ya no era necesario sacrificar animales, porque Jesús, el gran Cordero, había sido sacrificado.
A continuación, veo a Jesús caminando hacia Betania con sus discípulos. Cuando llegan al Monte de las Olivas, Jesús les dice que ha llegado la hora cuando Él debe dar su servicio en el cielo. Les manda a regresar a Jerusalén para enseñar de la manera como han sido enseñados. Les asegura que Él intercederá por cada uno de ellos ante el Padre. Mientras Jesús alza sus manos para bendecirlos, asciende y una gran compañía de ángeles lo esconde de su vista. Ellos caen de rodillas adorándolo, y luego rápidamente regresan a Jerusalén. Pronto después se les encuentra enseñando en el templo y el mercado.
Diez días más tarde, en el día de Pentecostés, los discípulos están todos juntos en el aposento alto. Sus corazones laten en armonía. Sirven con un propósito. A través de la Biblia y el Espíritu de Profecía, yo sé y se me ha mostrado el comienzo del gran cometido, “¡Id por todo el mundo y predicad el evangelio!” Leemos en Hechos 2:1-4:
Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.
Mi sueño cambia y nuevamente me encuentro en aquel planeta, en la terraza con vistas a la parte más alta de ese hermoso bosque. El Heraldo está parado sin decir nada. Después de algunos momentos, se dirige hacia mí y pregunta, “¿Todavía no sabes quién eres? Se le ofrece este lugar a alguien que serviría tal como se le ha pedido. Dios os ama a vosotros, su pueblo. Algunos no sólo tendrán una mansión en el cielo, sino que unos pocos selectos tendrán un planeta en su propia galaxia, un lugar para que todos vean y visiten. Será un testimonio de que ese individuo eligió hacer lo que se le pidió, aunque no era lo que prefería. Ese lugar mostrará que un individuo renunció a todo y eligió caminar por el sendero que Dios le asignó—un camino que andaría con los ojos vendados y con plena fe.”13
Todavía de pie y en silencio, el Heraldo se da vuelta y contempla la panoplia multicolor. Después de unos momentos, y todavía admirando el paisaje, me dice, “Cuánto más uno vive, más información acumula. Debido a que Matusalén vivió casi mil años, sabía mucho y era paciente. También amaba mucho a su Padre celestial y permaneció fiel a Él.”
Miro al Heraldo y le pregunto si ahora debo comenzar a preparar este sueño para enviarlo al pueblo de Dios. El Heraldo se da vuelta para mirarme. Sonriendo con paciencia me contesta, “Jesús bendijo a sus discípulos y ascendió, acompañado por un gran séquito de ángeles. El universo entero observó esta escena muy importante. Lo que ocurre después es lo que debe ser documentado. Mensajero, tú no has terminado con este mensaje. Jesús regresó al cielo después de enseñar a sus discípulos por 40 días. Durante ese mismo tiempo, sus primicias hablaron con muchos de la verdad en cuanto a la resurrección de Jesús. Ahora debo mostrarte lo que ocurrió después de que Jesús regresó al cielo.”
El Heraldo me explica que mucho de lo que me va a enseñar será simbólico, y yo no voy a entender mucho. “Pero sepas,” él añade, “que tú y todos los demás tendrán toda la eternidad para aprender. Hay, y siempre habrá, mucho que aprender.”14
Cuando el Heraldo extiende su mano hacia mí, noto que es grande y muy bronceada. Sin embargo, es una mano que demuestra amor y paciencia constantes. Pienso que es la misma mano que en el Getsemaní fortaleció a Jesús para beber la ‘copa’ y soportar el sufrimiento que vendría. Es la misma mano que sostenía una espada lista para defender a Jesús, pero se le mandó a contenerla. Es la mano que movió la piedra en la tumba de Jesús como si fuera una piedrecita. Es la mano que llevó el manto celestial para cubrir a Jesús cuando salió de su tumba. Y es la mano que se levanta para dirigir la gran hueste de coros.
El Heraldo interrumpe mis pensamientos y dice, “Debo repetir que quién somos no es ni nunca será importante. Las únicas manos que deben ser reconocidas son las manos santas de Jesús que fueron alzadas y clavadas a una cruz. Esas manos preciosas fueron dadas libremente para todos.”
El Heraldo me pide que observe y documente lo que aconteció después de que Jesús ascendió del Monte de los Olivos. Al instante de alzar la otra mano, mi sueño cambia. Desde lo alto, veo a Jesús preparándose para partir desde ese monte.
Dice el Heraldo, “Para que puedas ver lo que sucede, tendremos que viajar muy rápidamente. Pero antes de irnos, necesito asegurarme de que entiendes lo que sucedió durante los últimos 40 días, comenzando cuando Jesús salió de la tumba, ya no un prisionero.” Cuando el Heraldo extiende la mano, la tierra gira más lentamente hasta detenerse.
El Heraldo sigue hablando. “Jesús regresó rápidamente para estar con sus discípulos—caminar con ellos y enseñarles. Durante ese período, sus primicias hablaron como testigos, atestiguando por qué fueron resucitados por orden de Jesús. Los enemigos de Jesús se apresuraron a inventar historias y mentir sobre quiénes eran las primicias.”
El Heraldo me manda a volver a mirar la escena de Jesús ascendiendo del monte. Miro hacia abajo y lo veo rodeado por millares de ángeles. Mientras sigo mirando, ahora noto las primicias que vinieron a la tierra con Jesús para servir como testigos de su resurrección.
Me recuerda el Heraldo que Jesús resucitó al grupo escogido, ascendió rápidamente y lo presentó a Dios como sus primicias. A muchos les dijo que quedasen y preparasen. El Heraldo sonríe y dice, “¿Preparar qué?”
El Heraldo suelta la tierra para que el tiempo pueda continuar y dice, “Tenemos que movernos rápidamente para que puedas ver y observar.” Extiende su mano y cuando pronuncia una palabra, varios ángeles que se destacan por su velocidad vienen y nos toman de las manos. Me dice el Heraldo que tenemos que llegar instantáneamente, antes de que comience el gran evento.
Comenzamos a viajar a una velocidad que no puedo comprender. La Ciudad Santa todavía está muy lejos hacia el oriente. Todavía estamos en el espacio sideral, a cierta distancia de las puertas del cielo, cuando veo dos hileras de representantes de otros mundos parados frente a frente, como guardias de honor. En las manos, cada uno tiene algo brillante que no reconozco. A cada lado de ellos hay un sinnúmero de hileras y niveles de ángeles con trompetas. A medida que avanzamos rápidamente entre esas filas de escoltas, veo los rostros emocionados de todos los reunidos que aguardan al que va a regresar.
Ahora veo a muchos ángeles abrir de par en par las enormes puertas de la ciudad. Recuerdo el relato del hijo pródigo, pero pienso que esto es lo contrario. Ésta es una bienvenida distinta a cualquier otra que jamás haya sido preparada.
Al mirar más allá de las puertas, trato de captar la inmensidad del lugar. Desde el punto céntrico donde están los tres tronos, el área para la gran recepción se extiende miles de kilómetros en cada dirección—norte, sur y este. Los planes y preparativos para embellecer el paisaje de ese enorme espacio son asombrosos.
Al entrar rápidamente por las puertas, me doy cuenta de que el diseño y distribución de los edificios, aceras, árboles, riachuelos, céspedes y fuentes había cambiado en comparación con lo que había 40 días antes, cuando Jesús salió del cielo. Es como si los ángeles que se destacan en paisajismo hubiesen estado trabajando sin parar para hacer todo diferente para la fiesta de bienvenida. Sonrío al pensar que el clima será perfecto para esta ocasión fantástica.
Dentro de las puertas, a la derecha e izquierda, hay muchas mesas esparcidas a lo largo de miles de kilómetros, todas preparadas para el gran festejo. Es una cosecha abundante de muchos tipos de alimentos aportados por los habitantes de todo el universo. En este vasto jardín de jardines, los coros están listos para cantar un tributo especial, mientras el Rey de todos los reyes entra por las puertas abiertas del cielo.
A lo lejos puedo ver la Ciudad Santa. En un área elevada veo tres tronos muy altos que emiten un tremendo fulgor. En el medio hay un gran fulgor, que yo sé es el Padre. A la izquierda del Padre se sienta el Espíritu Santo, semejante a una forma de fuego y energía pura. Al lado derecho del Padre está el trono de Jesús, que sólo tiene una corona encima de un manto. Frente a los tronos y a cada lado de ellos, están parados Enoc, Moisés y Elías, quienes fueron llevados al cielo para caminar con el Padre.
A la derecha e izquierda de los tronos está parada la gran multitud de las primicias de Jesús. Cada uno está vestido en un manto especial forrado de un blanco purísimo, y una hermosa corona que parece producir frutos vivos. Ellos son los que permanecieron en el cielo para preparar los alimentos, planear el decorado y escoger los cantos para el coro. Ellos planearon y lograron mucho en 40 días.
Cuando miro hacia arriba, ahora veo una gran variedad de pájaros recién creados. Además, unas decoraciones increíbles llenan el aire, haciendo que el cielo sea tan hermoso como los terrenos. Estoy asombrado al ver bolas multicolores y translúcidas centelleando en el aire. Cuando explotan, el aire se llena de un riquísimo aroma floral. A medida que aparecen nuevas bolas, producen una canción bellísima, un testamento a Jesús y a la paz eterna.
En un círculo de lomas alrededor de este lugar inmensamente grande hay una gran hueste de ángeles con trompetas. Escucho una nueva y singular tonada de recepción. El Heraldo y yo nos apresuramos a regresar a las puertas que se mantienen abiertas.
A lo lejos, veo el séquito que ha estado viajando desde el Monte de las Olivas en la tierra. Disminuye la velocidad y muchos ángeles salen rápidamente para recibir y escoltar al resto de las primicias que sirvieron como testigos de Jesús. Traen y rápidamente visten a esos escogidos para que vayan a pararse junto a las otras primicias. Después de eso, todos los ángeles que escoltaron a Jesús entran rápidamente por las puertas del cielo y ocupan sus sitios con una multitud de otros ángeles.
Ahora veo que las dos largas hileras de seres entran rápidamente y ocupan sus lugares, aguardando la grandiosa entrada de Jesús. Ellos son los que estaban parados a cada lado del sequito que se aproxima—los habitantes de otros mundos que fueron seleccionados para servir de testigos. Sigo mirando en medio de las aclamaciones y los cantos del gran coro que llenan el aire de alegría. Jesús se para en el aire, a poca distancia de donde los representantes están parados.
Me doy vuelta rápidamente y vuelvo a mirar al trono del medio. Desde una gran distancia ahora veo lo que entiendo es el Padre levantándose de su trono. A su izquierda, veo que el Espíritu Santo se para al mismo tiempo. Todo queda en silencio. Todos dirigen la mirada a los tronos. Oigo un estruendo profundo como un trueno, pero también como el sonido de una gran catarata, un tierno riachuelo y una lluvia ligera.
El Padre habla. “Ante de todos los que he creado, ante el Gran Concilio Universal, ante de los que pronto servirán como el Concilio de los 24, ante todos los que están reunidos aquí, ante todos los habitantes a lo largo del universo: Con supremo placer y gran felicidad abro mis brazos para recibir a mi Hijo para que nuevamente se siente a mi lado. En Él, por todo lo que ha hecho, estoy muy, muy, muy complacido. A Él restauro plena potencia y poderío.” Reina el silencio; entonces oigo a esa gran voz declarar: “Hijo mío, ¡bienvenido! Por favor, ven y siéntate en tu trono, en el lugar que te corresponde.”
Para el asombro de todos los que están reunidos allí, veo aparecer una pasarela muy larga. Comienza desde el trono del Padre y se extiende más allá de las puertas del cielo. Su fundamento es una luz blanca, brillante e iluminadora que brilla hacia Jesús. Encima de esa luz blanca, pero dejando un amplio borde blanco, hay una pasarela azul rey que también se extiende desde el trono del Padre. Encima de la pasarela azul, pero dejando un amplio borde azul, hay una pasarela color rojo profundo. Encima de la pasarela roja hay una brillante pasarela plateada con un borde rojo debajo. Por encima de ésta, hay una pasarela brillante del oro más puro con un borde plateado. No soy capaz de comprender la distancia, pero esta asombrosa pasarela se extiende muy lejos.
Cuando veo a Jesús colocar su pie sobre esa gran pasarela, una tremenda aclamación hace eco por todo el universo. Nadie en el universo puede desconocer que Jesús ha regresado al lugar que le corresponde en el cielo.
Jesús camina lentamente entre las dos filas de representantes alineados a ambos lados de la pasarela. Me recuerda la entrada triunfal a Jerusalén, cuando la gente echaba sus mantos y ramas de palmera delante de Jesús. Los representantes de todo el universo pueden ver que Él es digno de caminar por esa asombrosa y singular pasarela. Oigo las aclamaciones y cantos de alabanza que llenan los atrios celestiales. ¡Cuánto gozo increíble! Veo a Jesús caminar con tanto gozo, pero aun así, es el ejemplo perfecto de la humildad. Después de lo que parecen ser momentos, pero realmente fue bastante tiempo, se acerca a las puertas del cielo. Oigo el sonido de los instrumentos que acompañan a los ángeles. Mientras ellos cantan gozosos desde las colinas lejanas, Jesús entra por las puertas del cielo.
Cuando Jesús se acerca al primer escalón al pie de los tronos elevados, todo queda en silencio. Sé que esto se me muestra de una manera que yo sea capaz de entender. Miro hacia arriba, y veo que cuando Jesús se acerca, el Padre baja los escalones de su trono. El Espíritu Santo también se pone de pie y desciende los escalones. El Padre, la Fuente de todo amor, extiende los brazos. Jesús extiende los suyos, de los cuales fluye el amor del amor de los amores. El Espíritu Santo extiende lo que sé son sus brazos.
Ahí los Tres se abrazan y brillan más que cualquier sol. Mientras se abrazan, las lágrimas de felicidad fluyen y comienzan a acumularse. Son tan abundantes que fluyen por la larga pasarela y forman un tremendo arroyo simbólico que corre por la gran pasarela y se convierte en una catarata. ¡Es una ocasión de tanta felicidad!
Después de un buen tiempo juntos, el Padre y el Espíritu Santo dan pasos hacia atrás. El Padre habla y siete ángeles asistentes recogen del trono de Jesús la corona y el manto que Él había colocado allí antes de partir para vivir en la tierra. Cuando el Padre acepta el manto de cuatro de los ángeles, su color cambia y se transforma en tonos muy majestuosos. Noto que tiene muchos cordones y bandas. Cuando el Padre devuelve el manto a los cuatro ángeles, ellos se acercan a Jesús y colocan el manto sobre sus hombros. Entonces, cuando el Padre acepta la corona de los otros tres ángeles, su forma y colores cambian. Me digo a mí mismo que Jesús, el Rey de reyes, es el único que merece una corona tal. Pienso, ¡Tal como es Jesús, Jesús es! El Padre devuelve la corona a los tres ángeles, quienes se acercan a Jesús. Debido a que Jesús es más alto que los ángeles, se inclina para aceptar la corona muy grande, adornada y colorida.
Ahora observo al Padre extender sus manos, y en ellas aparece un cetro magnífico. No hallo palabras para describirlo, excepto para decir que es hermoso y apropiado para el único digno de recibirlo. El Padre y el Espírito Santo caminan juntos y se lo presentan a Jesús. Cuando Jesús recibe el cetro, éste brilla con un gran fulgor, y Él se ilumina mucho, no a causa del cetro, sino porque todos sus poderes le habían sido devueltos.a
Cuando Él asciende para tomar su lugar en su trono, el Padre y el Espíritu Santo también ascienden.Ahora noto que los tres tronos giran y forman un círculo, para que la Deidad se vean cara a cara. Los Tres se sientan a la vez, y una tremenda luz irradia hacia arriba y afuera para enviar aún más luz por todo el universo. Una vez más, los Tres están sentados juntos. Entonces se oye una aclamación tan grande de todos los ángeles, los habitantes de otros mundos, y la multitud que había sido traída, que causa una vibración de pura armonía por toda la Ciudad Santa. Luego, un canto de pleno gozo llena el aire.

Durante el canto, observo que el área alrededor de los tres tronos de la Deidad comienza a cambiar. Al frente y alrededor de cada uno de los tres tronos salen del suelo ocho tronos. Todos están a igual distancia el uno del otro, formando un total de 24 tronos. Cuando termina el canto, reina el silencio. Veo al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo alzar sus manos y pronunciar una orden al mismo tiempo.
Cuando miro hacia arriba, veo descender cuatro grupos de seis ángeles que vienen de cuatro direcciones distintas. Dos ángeles de cada grupo guían con trompetas. Detrás de ellos en cada grupo hay un ángel que lleva una gran bandeja dorada. Cada bandeja tiene seis coronas de oro puro, muy ornamentadas. Esas coronas centellean, mostrando que esa persona es valorada y de confianza. Detrás de los ángeles con las bandejas hay dos ángeles con trompetas. En cada grupo, detrás de los ángeles con trompetas, hay un ángel que lleva una gran bandeja dorada. En cada bandeja hay seis mantos muy ornamentados de color blanco puro.

Los cuatro grupos descienden y todos se paran en un cuadrado perfecto. En el centro hay cuatro ángeles, cada uno con seis coronas. A continuación, y parados en un cuadrado, están los cuatro ángeles con los seis mantos. Doce ángeles con trompetas forman otro cuadrado. Para completar el último cuadrado, hay cuatro ángeles con trompetas en cada una de las cuatro esquinas.

Con precisión y coordinación, los 16 ángeles alzan sus trompetas. Se oye una fanfarria que llama a 48 ángeles que descienden de lo alto en una sola fila, uno detrás del otro. Con gran precisión, se dividen en dos hileras de 24 ángeles. Unos momentos más tarde, las dos hileras de 24 se dividen en cuatro hileras de 12 ángeles. Entonces, veo que las cuatro hileras se dividen en seis hileras de ocho ángeles. Luego, las seis hileras se dividen en ocho hileras de seis ángeles. Entonces, las ocho hileras se dividen en 12 hileras de cuatro ángeles, y las 12 hileras se dividen en 16 hileras de tres ángeles. Finalmente, las 16 hileras se convierten en una sola hilera de ángeles que dejan de descender y se paran en el aire. Los 48 ángeles nuevamente están en una sola hilera. Ahora, esos ángeles forman un círculo perfecto y descienden. Veo que dos de ellos se paran frente a cada uno de los 24 tronos vacíos frente a los tres tronos de la Deidad.
Los 16 ángeles con las trompetas tocan otra fanfarria. Con precisión, los cuatro ángeles que llevan los mantos en las bandejas doradas se elevan en el aire una corta distancia. Desde lo alto, 24 ángeles descienden y se dividen en cuatro grupos de seis ángeles. Cada uno de los cuatro grupos desciende y se para frente a uno de los cuatro ángeles que tienen las bandejas doradas.
Cuando los 16 ángeles con las trompetas tocan otra fanfarria, cada uno de los 24 ángeles toma uno de los mantos de una bandeja y con los brazos extendidos sostiene el manto doblado. Los 16 ángeles con las trompetas tocan otra fanfarria, y con exactitud los cuatro ángeles con las bandejas descienden al cuadrado donde habían estado parados anteriormente.
Mientras los 16 ángeles con las trompetas tocan otra fanfarria, los cuatro ángeles colocan la bandeja ahora vacía debajo de su brazo izquierdo. Al mismo tiempo, los 24 ángeles con los 24 mantos descienden, y cada uno se para a la izquierda de uno de los 24 tronos vacíos.
Los 16 ángeles con las trompetas tocan otra fanfarria. Nuevamente, con precisión los cuatro ángeles que tienen las bandejas con las coronas se elevan en el aire una corta distancia. Desde lo alto, descienden otros 24 ángeles. Ellos se dividen en cuatro grupos de seis ángeles. Entonces, cada uno de los cuatro grupos de ángeles desciende y se para frente a uno de los cuatro ángeles que tienen las bandejas.
Los 16 ángeles con las trompetas tocan otra fanfarria. Entonces, cada uno de los 24 ángeles toma una de las coronas de la bandeja y la sostiene frente a sí mismo. Noto que el brillo de las coronas ilumina el rostro de cada ángel que la sostiene.
Nuevamente, los 16 ángeles con las trompetas tocan una fanfarria, y con precisión los cuatro ángeles con las bandejas descienden y regresan al cuadrado donde habían estado parados anteriormente.
Los 16 ángeles con las trompetas vuelven a tocar una fanfarria y, simultáneamente, los cuatro ángeles con las bandejas toman la bandeja ahora vacía, y la colocan debajo de su brazo izquierdo. Al mismo tiempo, los 24 ángeles que sostienen las 24 coronas descienden y se paran al lado derecho de uno de los 24 tronos vacíos.
Los 16 ángeles con las trompetas vuelven a tocar, pero esta vez es muy diferente. Es la tonada del Gran Sagrado y Santo. Inmediatamente, se arrodillan todos los ángeles que no forman parte de esta presentación.
Me doy vuelta para mirar hacia los tres tronos, y veo que Jesús se levanta del suyo. Se da vuelta, mira hacia el Padre y dice, “Con plenos poderes voy a mis hermanos. Fui a la tierra y me convertí en uno de ellos. Eres mi Padre, y eres el Padre de ellos. Por cuanto Yo soy tu Hijo, ellos también son tus hijos. Ahora voy a encontrarme con 24 de los que son mis hermanos para pedir que se sienten conmigo en un trono.”15
Cuando Jesús comienza a bajar por los escalones, veo que el Padre se pone de pie, levanta la mano y lo oigo declarar que está muy complacido con su Hijo. Entonces añade, “Conforme ya fue decidido, pido que los que han sido seleccionados sean escoltados a sus lugares en uno de los 24 tronos.”
Los 16 ángeles con las trompetas tocan otra fanfarria. Con exactitud y en una hilera, veo que 24 ángeles descienden rápidamente sobre esa gran multitud de sus primicias. Veo a esos 24 ángeles acercarse a ciertos individuos. Algunos son muy altos, y algunos tienen la estatura de la gente en los tiempos de Jesús. Vuelvo a mirar hacia los tronos y me doy cuenta de que todos los tronos son del mismo tamaño. Son solamente para los que son altos. Vuelvo a mirar a la gran multitud de sus primicias. Entonces veo que los 24 ángeles escoltas están parados junto a cada uno de los 24 individuos que fueron escogidos para servir como ancianos.
Los 16 ángeles con las trompetas tocan otra fanfarria diferente. Noto que los 24 ángeles no toman a cada individuo escogido para ayudarlo a volar, sino que cada uno de los redimidos tiene ese derecho, y ellos simplemente permiten que el ángel sea su escolta. Oigo a uno de los ángeles escoltas decir a uno de una estatura muy baja que es un tremendo honor escoltarlo al lugar donde va a servir. Le dice que el asunto de su baja estatura en comparación con los otros se va a resolver antes de que piense que desea pestañear.
De repente, noto que todos los 24 individuos que servirán como uno de los 24 ancianos tienen la misma estatura, y los 24 ángeles los escoltan al lugar donde se van a sentar. Cuando cada uno coloca un pie frente a su trono, Jesús baja al último escalón de los tres tronos. Puesto que todos sus poderes le han sido restaurados, estoy asombrado al ver a Jesús instantáneamente parado delante de cada uno de los 24 ancianos. Desde las colinas lejanas oigo a ese gran coro de ángeles entonar un canto muy tranquilo. Estoy seguro de que se trata de Jesús, aunque no sé la letra.
Jesús se dirige a cada ángel que sostiene un manto. Cuando Él toma el manto, el ángel baja los brazos a su lado y permanece parado en silencio. Cuando Jesús toma la parte superior del manto largo, blanco puro, éste se desdobla e ilumina. Él mira a cada uno de los 24 y dice, “Sacrifiqué mi vida en una cruz para que tú, y todos los otros que crean en mí, puedan tener vida eterna. La sangre que fluyó de mi cuerpo cayó sobre el propiciatorio, para que cada uno de mis fieles pueda sentarse junto a mí y ser mi hermano. Debido a que Yo soy tu Hermano, mi Padre es tu Padre. Te he escogido debido a lo que enseñaste, lo que rendiste y la vida que diste por mí.”16
Ahora veo algo que parece agua fluir de los tronos del Padre, de Jesús y del Espíritu Santo. Cae por los escalones y forma un cuerpo de agua pura en la base de los tronos. Mientras sigue fluyendo, los 24 tronos se elevan y quedan ubicados sobre el gran cuerpo de agua que parece un cristal sólido.
Dice Jesús, “Sobre cada uno de vosotros coloco mi manto. Con mi manto serviréis. Tendréis copas que representan las oraciones de los santos. Observaréis y daréis a nuestro Padre vuestra opinión en cuanto a la hora de juzgar a los muertos, cuándo destruir a los que causan destrucción a la tierra, y cuándo recompensar a los que ahora y en el futuro servirán como profetas y mensajeros. Presentaréis recomendaciones en cuanto a los santos que reverencian y adoran a nuestro Padre de la manera correcta.”
Jesús se dirige a cada ángel que sostiene una corona. Cuando Él la toma, el ángel baja los brazos a su lado y permanece parado en silencio. Jesús coloca una corona en la cabeza de cada anciano y dice que cada uno es digno.17
Dice, “En el servicio debes liderar, como en el liderazgo debes servir.”Los 16 ángeles con las trompetas tocan otra fanfarria. Cada uno de los 48 ángeles que sirvió como portador de una corona o un manto se eleva al aire. Entonces, Jesús se da vuelta y sube los escalones hasta su trono. Cuando Él se sienta, todos los ángeles unen sus voces como un solo coro. Escucho las palabras de un canto que cantan los ángeles como un tributo de sus corazones.
Padre, te adoro,
Coloco mi vida delante de ti,
¡Cuánto te amo!
Jesús, te adoro,
Coloco mi vida delante de ti,
¡Cuánto te amo!
Espíritu, te adoro,
Coloco mi vida delante de ti,
¡Cuánto te amo!
Entonces, de todos los redimidos escucho un “Amén” unido. Ahora, los 24 que están de pie delante de sus tronos se arrodillan, se quitan las coronas y declaran que no son dignos.
A continuación, miro hacia arriba y veo que desciende un fulgor. Es un ser que emite rayos de energía. En tanto que desciende ese ser, todo queda en silencio. Momentos más tarde me doy cuenta de que es Perceivous. Más cerca, pero aún en el aire por encima de todos los tronos, ella deja de descender. Dice, “Cuando echasteis vuestras coronas al pie de vuestros tronos, dijisteis que sois indignos. Es verdad. Ninguno es digno de acercarse al trono del Padre por sus propios méritos. Es solamente por los méritos de Jesús que todos los que están aquí han sido hechos dignos. Cada individuo que se salve va a necesitar toda la eternidad para absorber la profundidad y el significado del sacrificio increíble de Jesús.” Ella desciende un poco más cerca al suelo y sigue diciendo, “El fundamento de este estudio es la fe. Todos deben creer y saber que su valía es un resultado del sacrificio que hizo Jesús.”
Al acercarse Perceivous aún más, delante de los 24 tronos donde cada anciano está de pie con su corona a sus pies, ella se convierte en muchas. Se dirige a cada uno y dice:
“Yo estaba presente cuando tomaste tu primer aliento.
“Yo estaba presente cuando te caías.
“Yo estaba presente cuando te lastimabas la rodilla o el codo.
“Yo estaba presente cuando despertabas de una pesadilla.
“Yo estaba presente mientras jugabas.
“Yo estaba presente mientras crecías.
“Yo estaba presente mientras cada día se convertía en una experiencia de aprendizaje.
“Yo estaba presente en cada momento difícil cuando decidiste hacer lo recto, lo cual hizo de ti alguien que el Padre podía usar.
“Yo siempre estaba presente cuando el Espíritu Santo te hablaba tiernamente para guiarte.
“Yo estuve presente hasta que llegó el momento cuando coloqué un ángel marcador en el sitio de tu descanso.”
Perceivous permanece en silencio un momento. Entonces dice, “Vosotros sus redimidos, que también sois unos pocos escogidos especiales, os sentiréis indignos. Cada uno de vosotros sabe que es por medio de vuestra fe en Jesús que seríais hallados dignos a los ojos del Padre.
“Tal como se ha dicho antes, Jesús es el Salvador de todos en la tierra. Jesús es la única manera que cualquiera puede ser salvado del pecado. Cada individuo debe orar con fe y aceptar lo que Jesús ha hecho. Cada uno debe pedir el perdón de sus pecados, y creer que el Padre oirá y contestará sus peticiones expresadas en el nombre más precioso, Jesús. También debemos entender que es a través del sacrificio de Jesús que todos los ángeles y las creaciones fieles de Dios se mantendrán a salvo del pecado.18
Jesús es y siempre será el Salvador de todos. El precioso nombre de Jesús siempre será el único nombre digno de ser pronunciado. Su cuerpo y la sangre que Él sacrificó es lo que os ha hecho dignos.”Perceivous permanece callada un momento para dar tiempo a que todos entiendan el significado y la importancia de lo que dijo. Se inclina y recoge la corona a los pies de cada anciano y la vuelve a colocar sobre sus cabezas. Entonces, Perceivous vuelve a hacerse una y se eleva en el aire. Mira al Heraldo, como diciendo, “Sabes lo que debes hacer a continuación.”
El Heraldo se eleva un poco del suelo y dice, “El fundamento de la fe es primero reconocer nuestra gran necesidad de Jesús y aceptar su gran sacrificio. Éste es el principio de una vida de obediencia, por medio de la cual Dios considerará a cada uno digno y lo verá como hijo suyo.”19
El Heraldo baja la cabeza, vuelve a mirar hacia arriba y alza la mano derecha. Al instante, veo un gran movimiento entre los ángeles mientras se colocan en sitios precisos. Casi al mismo tiempo, el Heraldo canta una nota.
En ese momento preciso, veo 144 ángeles parados lado a lado en 12 hileras de 12, formando un cuadrado perfecto. Como cada uno tiene una voz de bajo profundo, el que los oye siente una fuerte vibración. Como una sola voz cantan, “Misericordioso Señor, te necesito cada momento.”
Junto a ellos hay otro grupo de 144 ángeles parados lado a lado en 12 hileras de 12, también en un cuadrado perfecto. Cada uno de ellos canta con una voz de tipo femenino, muy alta pero dulce. Como una sola voz este grupo canta, “Sólo tu voz puede proveer la paz.”
A través de todo el cielo, veo ángeles reunidos en cuadrados de 12 por 12. Es un coro de proporciones magníficas. En muchos cuadrados esparcidos por todas partes, los ángeles cantan este himno, todos como uno solo, con voces de una perfección inigualable. Un sinnúmero de grupos de ángeles configurados de igual manera se extiende a lo largo de miles de kilómetros.
Parado ahí, escucho a los ángeles unidos cantar y nuevamente dedicarse a sí mismos. Es su promesa y compromiso al servicio. Cada uno proclama que acepta a Jesús y que siempre lo va a necesitar. Éste es el motivo por el cual cada uno siempre dice que sólo hay un nombre que debe ser pronunciado: JESÚS.
Dondequiera que miro veo ángeles reunidos en grupos de 12 parados en 12 hileras. Debo hacer énfasis en cuán magnífico es el sonido de este inmenso coro. Cada nota y palabra es pronunciada y cantada precisamente al mismo momento. De todos los coros jamás reunidos, este coro canta con una precisión y tiempo tan perfectos que no puedo comenzar a describir la belleza que escucho.
Cada ángel participa. A todos los ángeles se les ha dado el tremendo don del canto. Pienso que algunos se destacan por su velocidad, fuerza o inteligencia, pero todos sobresalen en el canto. Ningún oído humano puede siquiera aproximarse a entender lo que tengo el privilegio de escuchar. Hay algo que noto claramente: Ninguno de los ángeles canta para llamar la atención a sí mismo, sino para expresar su gran amor y dedicación a Jesús. Las palabras que cantan presentan claramente por qué cada uno siempre dice que quién ellos son no es importante. Jesús es el único nombre digno de ser pronunciado. Cada ángel canta de su corazón, como si fuera el único que canta.
Mientras los ángeles siguen cantando, veo que los 24 ancianos están arrodillados, así como todos los que tienen una corona que dio fruto. En su dedicación a Jesús, todos echan sus coronas hacia los tronos de la Deidad.
Misericordioso Señor, te necesito cada momento;
Sólo tu voz puede proveer la paz.
Te necesito cada momento; quédate cerca de mí;
Las tentaciones pierden su poder cuando Tú estás conmigo.
Te necesito cada momento, en el gozo o en el dolor;
Ven presto y mora aquí; la vida no es nada sin Ti.
Te necesito cada momento; enséñame tu voluntad,
Y tus ricas promesas cumple en mí.
Santísimo Dios, te necesito cada momento;
Bendito Hijo, hazme tuyo en verdad,
Coro:
¡Te necesito! O, ¡te necesito! Cada momento te necesito.
Bendíceme ahora, mi Salvador; acudo a ti.
Mientras este coro canta esas palabras desde su corazón, pienso de todo lo que he visto, oído y experimentado. Entonces recuerdo que todo me fue mostrado de una manera que pude entender. Pienso en cuán degradados estamos después de 6.000 años de pecado en esta tierra. He visto la belleza y perfectas proporciones de los primeros seres humanos en la tierra, desde la creación hasta los tiempos del diluvio. He visto la diferencia entre la perfección de las primicias que Jesús resucitó, y la gente de hoy que manifiesta las grandes huellas del pecado.
Mi sueño cambia, y nuevamente estoy caminando por esa orilla del mar. Miro detrás de mí y frente a mí. Estoy completamente solo. De mis hombros derecho e izquierdo cuelgan dos bolsas muy grandes llenas de rollos de papel. Ambas correas están raídas y desgastadas. Las bolsas todavía son enormes y pesan mucho. Una bolsa pesa mucho más, porque acabo de recibir otro mensaje. Es entonces cuando me doy cuenta de que las bolsas no son pesadas; en realidad no pesan nada. Puedo tener las correas sobre mis hombros, pero yo no llevo la carga.20
Cuando empiezo a caminar de nuevo, comienzo a tararear que necesito a Jesús cada momento. Tarareo que verdaderamente ese nombre tiene algo especial.
Mientras sigo caminando, oigo una voz tierna que pronuncia estas palabras: “Invoca mi nombre y Yo te contestaré. Estoy contigo en todo momento.21
He dicho que siempre estaré contigo. Llamé dos a servir mientras caminaban a Emaús. Yo estuve allí, y ellos no sabían que Yo anduve con ellos, aun en la oscuridad de la noche.”Ahora se me manda a preparar este sueño que ha tomado muchas semanas compilar. Se me ha dicho claramente que todos deben comprender lo siguiente: Yo no soy la única persona a quien se dirige este sueño. Es para todos los que creen en estos mensajes. Si caminas por tu propio camino oscuro “desde Emaús de regreso a Jerusalén” sabe que Jesús ha prometido siempre estar contigo. Lo único que debes hacer es invocar su nombre.
1. | ↑ | Manuscript Releases, tomo 16, p. 151A veces siento un gran cansancio. He llevado cargas pesadas. He tenido que dar a otros testimonios muy claros. He escrito muchos testimonios privados a distintos individuos, y aún mantener la labor de mis escritos ha puesto a prueba mis fuerzas. |
2. | ↑ | Salmo 94:9-10El que hizo el oído, ¿no oirá? El que formó el ojo, ¿no verá? El que castiga a las naciones, ¿no reprenderá? ¿No sabrá el que enseña al hombre la ciencia? |
3. | ↑ | Spirit of Prophecy, tomo 1, p. 69Pero si hubo un pecado más que otros que exigió la destrucción de la raza por el diluvio, fue el nefando crimen de la amalgama del hombre y las bestias [humanos con humanos y animales con animales], lo que desfiguró la imagen de Dios y produjo confusión por doquier. |
4. | ↑ | Génesis 6:5-7Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón. Y dijo Jehová: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho. |
5. | ↑ | La Historia de la redención, p. 60El Señor desplegó más ampliamente ante Enoc el plan de salvación, y por medio del espíritu de profecía lo condujo a lo largo de las generaciones que vivirían después del diluvio, y le mostró los grandes acontecimientos relacionados con la segunda venida de Cristo y el fin del mundo. |
6. | ↑ | Mateo 27:50-53Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos. Mensajes selectos, tomo 1, p. 358 Cuando Cristo exclamó en la cruz: “Consumado es” (Juan 19:30), hubo un gran terremoto que abrió las tumbas de muchos que habían sido fieles y leales al dar su testimonio contra toda obra de mal y magnificar al Señor de los ejércitos. Cuando el Dador de la vida salió del sepulcro proclamando: “Yo soy la resurrección y la vida” (Juan 11:25), convocó a esos santos de sus tumbas. Mientras vivían, habían testificado resueltamente de la verdad. Ahora habían de ser testigos de Aquel que los había levantado de los muertos. Éstos, dijo Cristo, no son más cautivos de Satanás. Los he redimido; los he traído de la tumba como primicias de mi poder para que estén conmigo donde yo esté, para que nunca más vean la muerte ni experimenten pesar. |
7. | ↑ | El Deseado de todas las gentes, p. 730Al resucitar Cristo, sacó de la tumba una multitud de cautivos. El terremoto ocurrido en ocasión de su muerte había abierto sus tumbas, y cuando él resucitó salieron con él. |
8. | ↑ | Ibíd.Durante su ministerio, Jesús había dado la vida a algunos muertos. Había resucitado al hijo de la viuda de Naín, a la hija del príncipe y a Lázaro. Pero éstos no fueron revestidos de inmortalidad. Después de haber sido resucitados, estaban todavía sujetos a la muerte. Pero los que salieron de la tumba en ocasión de la resurrección de Cristo fueron resucitados para vida eterna. Ascendieron con él como trofeos de su victoria sobre la muerte y el sepulcro… Los santos resucitados atestiguaron la verdad de las palabras: “Tus muertos vivirán; junto con mi cuerpo muerto resucitarán.” Su resurrección ilustró el cumplimiento de la profecía: “¡Despertad y cantad, moradores del polvo! porque tu rocío, cual rocío de hortalizas; y la tierra echará los muertos.” Isaías 26:19. |
9. | ↑ | Palabras de vida del gran Maestro, p. 268Cuando la voluntad del hombre coopera con la voluntad de Dios, llega a ser omnipotente. Cualquier cosa que debe hacerse por orden suya, puede llevarse a cabo con su fuerza. Todos sus mandatos son habilitaciones. |
10. | ↑ | El Deseado de todas las gentes, p. 738Hacia el anochecer del día de la resurrección, dos de los discípulos se hallaban en camino a Emaús, pequeña ciudad situada a unos doce kilómetros de Jerusalén. |
11. | ↑ | Spirit of Prophecy, tomo 3, p. 216Manos cautelosas abrieron la puerta ante la exigencia repetida de los dos viajeros. Ellos entraron, y con ellos también entró Jesús, quien había sido su acompañante invisible todo el camino. |
12. | ↑ | Los Hechos de los apóstoles, p. 25La presencia visible de Cristo estaba por serles quitada a los discípulos, pero iban a recibir una nueva dotación de poder. Iba a serles dado el Espíritu Santo en su plenitud, el cual los sellaría para su obra. “He aquí—dijo el Salvador, —yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros: mas vosotros asentad en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de potencia de lo alto.” Lucas 24:49. “Porque Juan a la verdad bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo no muchos días después de éstos.” “Mas recibiréis la virtud del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros; y me seréis testigos en Jerusalén, y en toda Judea, y Samaria, y hasta lo último de la tierra.” Hechos 1:5, 8. |
13. | ↑ | Fe y obras, p. 24¿Qué es fe? “La certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Hebreos 11:1. Es el asentimiento de la mente a las palabras de Dios, que ciñe el corazón en voluntaria consagración y servicio a Él, quien dio el entendimiento, enterneció el corazón, y tomó la iniciativa para atraer la mente a fin de que contemplara a Cristo en la cruz del Calvario. La fe es rendir a Dios las facultades intelectuales, entregarle la mente y la voluntad, y hacer de Cristo la única puerta para entrar en el reino de los cielos. Fundamentals of Christian Education, p. 341 Morar en fe es desechar los sentimientos y deseos egoístas, andar humildemente con el Señor, apropiarnos de sus promesas y aplicarlas en todas las ocasiones creyendo que Dios cumplirá sus propios planes y propósitos en vuestro corazón y en vuestra vida por la santificación de vuestro carácter; es depender completamente, confiar implícitamente en la fidelidad de Dios. Si se sigue este rumbo, otros verán los frutos especiales del Espíritu manifestados en la vida y el carácter. |
14. | ↑ | Comentario bíblico tomo 7A (Comentarios de Elena G. de White), p. 479Al hombre le tomará toda la eternidad entender el plan de la redención. Se le revelará línea sobre línea, un poquito aquí y un poquito allá. |
15. | ↑ | El Cristo triunfante, p. 253Cuando la humanidad sufriente lo cercaba, Aquel que se hallaba con la salud de una perfecta virilidad, era como uno que sufría con ellos. Esto era esencial para que pudiera expresar su amor perfecto en beneficio de la humanidad. |
16. | ↑ | El Deseado de todas las gentes, p. 730Al resucitar Cristo, sacó de la tumba una multitud de cautivos. El terremoto ocurrido en ocasión de su muerte había abierto sus tumbas, y cuando él resucitó salieron con él. Eran aquellos que habían sido colaboradores con Dios y que, a costa de su vida, habían dado testimonio de la verdad. Ahora iban a ser testigos de Aquel que los había resucitado. |
17. | ↑ | The Spirit of Prophecy, tomo 3, p. 253El Salvador presenta a los cautivos que ha rescatado de las ligaduras de la muerte al precio de su propia vida. Sus manos colocan coronas inmortales sobre sus cabezas; porque ellos son los representantes y muestras de los que serán redimidos por la sangre de Cristo de todas las naciones, lenguas y pueblos, y saldrán de los muertos cuando Él llame a los justos de sus tumbas cuando venga por segunda vez. |
18. | ↑ | Signs of the Times, diciembre 30, 1889Los ángeles atribuyen a Cristo honra y honor, porque incluso ellos no están seguros, excepto al contemplar los sufrimientos del Hijo de Dios. Es mediante la eficacia de la cruz, que los ángeles son guardados contra la apostasía. Sin la cruz, no estarían más seguros que lo que estaban los ángeles antes de la caída de Satanás. |
19. | ↑ | A fin de conocerle, p. 231En el mundo cristiano hay muchos que pretenden que todo lo que se necesita para la salvación es tener fe; para ellos las obras no significan nada, y la fe es lo único esencial. Pero la Palabra de Dios nos dice que la fe sin obras es muerta si está sola. ... La fe y las obras van mano a mano. ... Las obras no nos salvarán nunca; es el mérito de Cristo lo que tendrá valor para nosotros. Mediante la fe en él, Cristo tornará aceptables para Dios todos nuestros esfuerzos imperfectos. La fe que se nos pide que tengamos no es una fe que no hace nada; la fe que salva es la que obra por amor y purifica el alma. El que levante manos santas hacia Dios, sin ira ni dudas, andará con inteligencia en la senda de los mandamientos de Dios. Signs of the Times, 12 de mayo, 1890 La genuina fe en Cristo obra por amor y purifica el alma. La fe y las obras van mano a mano, porque la fe sin las obras es muerta. Dios requiere hoy de cada alma lo que requirió de nuestros primeros padres en el Edén—la obediencia perfecta a su ley. En la vida debe hallarse una lealtad inquebrantable a Dios, una justicia sin defectos en el carácter. Debemos estar revestidos con la justicia de Cristo, y presentarnos ante Dios sin tacha alguna. El requisito que Dios ha hecho en la gracia es el requisito que Dios hizo en el Paraíso. Manuscript Releases, tomo 6, p. 19 La fe y las obras van juntas, y cada una es muerta si está sola. No es que las obras os salven; son el fruto de la fe, y una fe viva se revelará en la acción. La mano de Cristo está extendida para recibiros; ¿colocaréis vuestra mano en la del amoroso Salvador diciendo, Guíame; mi Salvador, yo te seguiré? No debéis descuidar las condiciones de la salvación, las cuales son la fe y la obediencia. Debe haber una cooperación de lo humano con lo divino. |
20. | ↑ | Review and Herald, 11 de enero, 1887Los que son llamados a los cargos de responsabilidad en la obra de Dios, con frecuencia creen que están llevando pesadas cargas, cuando podrían tener la satisfacción de saber que Jesús las lleva todas. Permitimos que haya en nosotros un sentimiento total de excesiva preocupación, de angustia y perplejidad en la obra del Señor. Necesitamos confiar en Dios, creer en Él e ir adelante. |
21. | ↑ | ¿Sabes quién eres? 3 de enero, 2018“… lo único que debes hacer es invocar un nombre, el nombre más hermoso en todo el universo. Quizás no lo entiendas ahora, pero algún día tus descendientes entenderán por qué es tan importante pronunciar e invocar el nombre de Jesús.” |
a. | ↑ | Ahora Jesús posee todos sus poderes, pero solamente por, desde y a través del Padre celestial. Cuando Jesús aceptó la humanidad, renunció voluntariamente más de lo que somos capaces de comprender. Alza tus ojos, p. 311Lleva consigo la humanidad santificada y allí [en el cielo] retenerla como hubiera sido si el hombre nunca hubiera violado la ley de Dios. A los vencedores, que en la tierra fueron partícipes de la naturaleza divina, los hace reyes y sacerdotes para Dios.—Manuscrito 156, del 26 de octubre de 1903, “Cristo, nuestro ejemplo divino-humano”. El Deseado de todas las gentes, p. 17Al tomar nuestra naturaleza, el Salvador se vinculó con la humanidad por un vínculo que nunca se ha de romper. A través de las edades eternas, queda ligado con nosotros… Para asegurarnos los beneficios de su inmutable consejo de paz, Dios dió a su Hijo unigénito para que llegase a ser miembro de la familia humana, y retuviese para siempre su naturaleza humana. Tal es la garantía de que Dios cumplirá su promesa. Mensajes selectos, tomo 1, p. 302[El Padre] … dio a su unigénito Hijo para que viniera a la tierra y tomara la naturaleza humana, no sólo por los cortos años de vida, sino para retener esa naturaleza en las cortes celestiales como garantía eterna de la fidelidad de Dios. |