En mi sueño, Becky y yo, con otros que están detrás de mí –algunos conocidos, otros, no –estamos frente a unos doce hombres vestidos de togas negras y sentados en un banco elevado. En la pared detrás de ellos se ven las siguientes palabras, “EL GRAN CONSEJO DE ANCIANOS”. Las palabras están formadas por grandes letras blancas con bordes negros, martilladas en la pared con clavos grandes.
Les pregunto a los ancianos si nos podemos arrodillar para orar antes de comenzar. Uno de los ancianos dice que ellos ya oraron, y que no hacen falta más oraciones. Les respondo que de todas maneras yo voy a orar. Hago una oración corta. Le pido a Dios que me dé fuerzas y que mis palabras sean las suyas. Menciono que Él me ha dicho que si necesitamos ángeles, lo único que tenemos que hacer es pedirlos y Él los enviará. Le pido varias legiones de ángeles, porque sé que las vamos a necesitar. Antes de que pueda decir ‘Amén’, uno de los ancianos dice, “Basta ya”. Él exige saber quién me creo ser, y quiénes pensamos que somos, y con cuál autoridad venimos. Y sigue preguntando, “¿Quién es usted?”. Otro anciano pregunta, “¿Con cuál autoridad va a nuestras iglesias?” Otro pregunta, “¿Con cuál autoridad comparte esos ‘tales’ sueños?” Otro pregunta, “¿Con cuál autoridad testifica a nuestro pueblo?” Y de nuevo otro pregunta, “¿Con cuál autoridad profetiza?” Y otro: “¿Conoce usted la pena por diseminar estas mentiras?” Varios de los otros ancianos allí sentados se burlan, “¡Ah, sueños!” Otros se miran y nos miran a nosotros.
A mi lado izquierdo está Becky. Volteo a mirar al grupo grande que está detrás de mí. Noto que muchos llevan un delantal con herramientas en los bolsillos. Veo que la hermana J está a mi lado derecho, pero un poco detrás de mí. Su delantal es blanco y todas sus guarniciones son doradas y plateadas. Ella tiene un sujetapapeles y un lápiz dorado. En sus bolsillos hay muchos papeles.
Cerca, detrás de nosotros, están la hermana E, el hermano B y Anónimo. Ellos están vestidos de blanco puro. Detrás de ellos están el hermano J, el hermano M y el hermano D con sus esposas. Ellos llevan delantales blancos y sus bordes están guarnecidos de plata. Veo que el hermano M tiene muchas herramientas en sus bolsillos, pero también tiene distintos mapas y lápices dorados brillantes. Recuerdo haber pensado que a pesar de que no conocía al hermano D personalmente, sólo por teléfono, sabía que era él al que veía. También veo a los hermanos M. Tenían grandes alas de luz blanca en sus espaldas y cada uno sostenía un megáfono. Reconozco al hermano W y con él hay otros que no conozco.
Por el lado izquierdo frente a los ancianos está el Pastor B. Él viste un traje negro, una camisa blanca brillante y una corbata blanca. A su lado está el hermano S, el cual tiene un delantal de plata pura. Ése también tiene muchos bolsillos. En sus brazos tiene muchos pergaminos. También tiene un teléfono de oro puro cubierto de vidrio.
Cuando miro hacia la izquierda, de repente aparece un ángel que camina a través de la pared a una velocidad muy grande y se detiene rápidamente. Entonces veo otro, y otro, y otro y muchos más. Ya no puedo ver las paredes ni el cielo raso porque sólo hay ángeles a hasta donde puedo ver. Es un número incontable de ángeles.
Entonces el grupo inmenso de ángeles se separa. Veo a Jesús, el Gran Juez, pasar en medio de ellos. Viene y se para precisamente delante de mí. Lo acompaña un séquito de ángeles. Algunos cargan jarros, muchos otros traen distintas capas, muchos visten armadura y hay muchos más que lo acompañan. Uno de los ángeles se acerca a Jesús y lo viste con una capa larga morada. Entonces Jesús se dirige hacia los ancianos y señalándonos a todos nosotros les dice, “Éstos son.”
Miro a los ancianos y veo como muchos cambian de semblante, convirtiéndose en criaturas de aspecto maligno. Éstos se levantan y salen huyendo. De los ancianos que quedan, algunos se despojan de sus togas negras y se arrodillan a los pies de Jesús llorando. Los demás se arrodillan y lo adoran.
Entonces Jesús se voltea y llama a los ángeles que tienen los jarros. Aparece un gran grupo de ángeles con jarros que forman un cuadrado. Jesús va y mete las manos dentro de uno de los jarros y entonces se frota las manos. Va rápidamente a los hermanos M, coloca sus manos sobre sus cabezas y les dice, “Vayan y SÓLO díganles que se ARREPIENTAN. Si ellos no escuchan o no quieren escuchar, sigan y no se detengan, porque ya no queda tiempo.” Entonces manda por muchos ángeles veloces. “Vayan, ayúdenlos y apúrense porque no queda tiempo.” Observo como los hermanos M, con muchos, muchos, pero muchos ángeles salen disparados hacia arriba como si fueran flechas de luz de alta velocidad.
Jesús vuelve a colocar sus manos dentro de un jarro y entonces las pone sobre las cabezas del hermano J, del hermano M, del hermano D y sus esposas. Él les hace esto a muchos otros que no reconozco. No puedo oír todo lo que se dice. Sí oigo que es necesario esparcir su mensaje a su pueblo. Entonces manda por otro grupo de ángeles para que trabajen al lado de ellos.
A continuación, Jesús coloca sus manos dentro de un jarro, va a la hermana J y le toca la cabeza. Le dice que sirva al último grupo en todas sus necesidades, pero que los mantenga conforme a las cosas escritas en el sujetapapeles. No puedo ver lo que está escrito en el sujetapapeles. Él asigna a varios ángeles para que estén con ella. Uno es un ángel que se distingue por su velocidad, otro se distingue por su sabiduría, y dos ángeles armados que sostienen escudos y lanzas.
Colocando de nuevo las manos dentro de uno de los jarros, Jesús va a la hermana E, al hermano B y a Anónimo y les dice, “Ustedes deben servir de asesores; den consejo y dirección según sea necesario.” Él coloca una banda dorada alrededor del cuello de la hermana E y el hermano B.
Nuevamente colocando ambas manos en un jarro, Jesús se dirige a Anónimo y pone sus manos sobre su cabeza. Entonces dice, “Grande es la fe de aquél que manda que una semilla de mostaza se convierta en una montaña.” Entonces le da un beso en cada mejilla y lo envuelve en una capa muy blanca. A estos tres les asigna ángeles de consuelo, ángeles de sabiduría, y ángeles armados.
Luego de volver a un jarro, Jesús pone su mano sobre la cabeza del hermano S y mientras la tiene allí, dice “Tú tienes la información necesaria y cómo comunicarla.” Nos señala a todos y le muestra al hermano S que “Éstos son.” Entonces manda a un ángel que coloque sobre sus hombros una capa blanca con bordes plateados y le añade una banda dorada alrededor del cuello.
De nuevo, Jesús pone sus manos dentro de un jarro, se dirige hacia Becky y a mí y pone sus manos sobre nuestras cabezas. Manda a un ángel que coloque sobre nosotros dos una capa grande azul con todos los bordes guarnecidos de oro y plata. Nos dice, “Vayan y compartan las cosas que les he mostrado en los sueños. No se preocupen por aquéllos que se crean más poderosos que ustedes. Yo soy el Creador de todo. Vayan y compartan los sueños. Preparen a mi pueblo. Díganles que ya voy. Les dije, ‘Voy a preparar un lugar para ustedes.’ Díganles que el lugar ya está listo para ellos. Prepárense porque voy a buscarlos para llevarlos conmigo. Tienen el apoyo pleno de todos los que he llamado y están reunidos aquí.”
Jesús regresa al grupo de ángeles con los jarros y mete las manos lo más profundo que puede dentro de dos envases. Entonces va al Pastor B y lo frota de pies a cabeza. Entonces manda a los ángeles que tienen las capas que le pongan una capa. La capa llega hasta el piso y es de un blanco resplandeciente con guarniciones de oro y plata a lo largo del borde. El borde tiene muchas joyas que brillan. Entonces Jesús coloca una banda dorada con muchas gemas brillantes alrededor del cuello del Pastor B. Pone su brazo derecho alrededor del Pastor B, extiende el izquierdo y dice, “Éstos son.” Mientras su brazo está extendido, veo destellos de luz blanca resplandeciente que salen de la herida en su mano izquierda.
Ahora Jesús se dirige a los ángeles con los jarros y les pide que derramen su Espíritu. Manda a los ángeles armados que vayan y protejan a “Éstos que son”. Entonces manda a un gran grupo de ángeles de batalla, formados en un cuadrado inmenso, que vayan y cumplan su mandato. Les dice a todos los que están allí reunidos que vayan adelante conforme se les ha mandado.