Malaquías 3:7
Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos.
Isaías 10:20-21
Acontecerá en aquel tiempo, que los que hayan quedado de Israel y los que hayan quedado de la casa de Jacob, nunca más se apoyarán en el que los hirió, sino que se apoyarán con verdad en Jehová, el Santo de Israel. El remanente volverá, el remanente de Jacob volverá al Dios fuerte.
The General Conference Bulletin (Boletín de la Asociación General), 1o de julio de 1900
“Te perdiste, oh Israel, mas en mí está tu ayuda”. “Vuelve, oh Israel, a Jehová tu Dios; porque por tu pecado has caído. Llevad con vosotros palabras de súplica, y volved a Jehová, y decidle: Quita toda iniquidad, y acepta el bien. . . Yo sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia; porque mi ira se apartó de ellos”. [Trad.]
Mensajes Selectos, tomo 2, p. 130
Pero en la iglesia ocurrirán divisiones. Se formarán dos grupos. El trigo y la cizaña crecerán juntos hasta el momento de la cosecha.
El mandato de Cristo de permitir que crezcan juntos el trigo y la cizaña no es motivo para que los adventistas permitan que haya apostasía abierta en la iglesia. Aunque no podemos saber cuáles son los motivos de un individuo, podemos conocer sus “frutos”. Si los dirigentes de la iglesia en realidad desean que haya un reavivamiento y reforma, será necesario separar a muchos dirigentes, pastores, maestros y laicos de la iglesia, si no se arrepienten.
Testimonios para los Ministros, p. 46
Hay dos influencias opositoras que se ejercen continuamente sobre los miembros de la iglesia. Una influencia trabaja para la purificación de la iglesia, y la otra para la corrupción del pueblo de Dios.
Consejos para la Iglesia, p. 615
Pero los días de la purificación de la iglesia se están apresurando rápidamente. Dios tendrá un pueblo puro y verdadero. En el poderoso zarandeo que pronto ocurrirá, estaremos mejor capacitados para medir la fortaleza de Israel.
The Review and Herald (La Revista Adventista), 3 de junio de 1880
Lo que la iglesia necesita es ser purificada de aquéllos que la corrompen. Debe encenderse el espíritu de reforma entre nosotros, y esta clase debe convertirse o ser separada de la iglesia. Rogamos a vosotros que tenéis una conexión con Dios que oréis fervorosamente y con fe, y no os detengáis ahí, sino obrad y orad por la purificación de la iglesia. Estos días presentes exigen hombres y mujeres que posean un propósito moral firme, que no permitan que ninguna influencia no santificada los amolde ni domine. Por la gracia de Cristo, tan libremente otorgada, tales personas lograrán perfeccionar un carácter cristiano. [Trad.]
Sermons and Talks (Sermones y Charlas), tomo 2, p. 193
La iglesia militante no es la iglesia triunfante. Dice Pablo, “Porque no luchamos contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12). Nos enfrentaremos con seres humanos con poder e influencia que en el conflicto están de parte de Satanás; y también nos enfrentaremos con las agencias invisibles del mal. Seamos hallados en la posición correcta. [Trad.]
Reflejemos a Jesús, p. 218
Vi en visión dos ejércitos empeñados en terrible conflicto. Una hueste iba guiada por banderas que llevaban la insignia del mundo; la otra, por el estandarte teñido en sangre del Príncipe Emanuel. Estandarte tras estandarte quedaba arrastrando en el polvo, mientras que una compañía tras otra del ejército del Señor se unía al enemigo, y tribu tras tribu de las filas del enemigo se unía con el pueblo de Dios observador de los mandamientos. Un ángel que volaba por el medio del cielo puso el estandarte de Emanuel en muchas manos, mientras que un poderoso general clamaba con voz fuerte: “Acudan a las filas. Ocupen sus posiciones ahora los que son leales a los mandamientos de Dios y al testimonio de Cristo. Salgan de entre ellos y sepárense”...
La batalla seguía rugiendo. La victoria alternaba de un lado a otro. A veces cedían los soldados de la cruz, “como abanderado en derrota”. Isaías 10:18. Pero su retirada aparente era tan sólo para ganar una posición más ventajosa. Se oían gritos de gozo. Se elevó un canto de alabanza a Dios, y las voces de los ángeles se le unieron mientras los soldados de Cristo plantaban su estandarte en las murallas de las fortalezas hasta entonces sostenidas por el enemigo. El Capitán de nuestra salvación ordenaba la batalla y mandaba refuerzos a sus soldados. Su fuerza se manifestaba poderosamente y los alentaba a llevar la batalla hasta las puertas. Les enseñó cosas terribles en justicia, mientras que, vencedor y dispuesto a vencer, los conducía paso a paso.
Al fin se ganó la victoria. El ejército que seguía la bandera que tenía la inscripción: “Los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”, triunfó gloriosamente. . . .
Satanás llevará a cabo sus milagros para engañar y establecerá su poder por encima de todo lo demás. Puede parecer que la iglesia está por caer, pero no caerá. Ella permanece en pie, mientras los pecadores que hay en Sion son tamizados, mientras la paja es separada del trigo precioso. Es una prueba terrible, y sin embargo tiene que ocurrir. Nadie fuera de aquéllos que han estado venciendo mediante la sangre del Cordero y la Palabra de su testimonio, serán contados con los leales y los fieles, con los que no tienen mancha ni arruga de pecado, con los que no tienen engaño en sus bocas. Debemos despojarnos de nuestra justicia propia y vestirnos con la justicia de Cristo.
Hay dos grupos en la iglesia hoy—los de la mayoría (la cizaña), los que están celebrando, y los de la minoría (el trigo), los que claman a voz en cuello y formarán la iglesia que no caerá.
El Evangelismo, p. 512
La obra pronto ha de terminar. Los miembros de la iglesia militante que han demostrado ser fieles integrarán la iglesia triunfante.
Los Hechos de los Apóstoles, pp. 479-480
La iglesia es la agencia de Dios para la proclamación de la verdad, facultada por él para hacer una obra especial; y si le es leal y obediente a todos sus mandamientos, habitará en ella la excelencia de la gracia divina. Si manifiesta verdadera fidelidad, si honra al Señor Dios de Israel, no habrá poder capaz de resistirle. . . .
Si la iglesia estuviese dispuesta a vestirse con la justicia de Cristo, apartándose de toda obediencia al mundo, se presentaría ante ella el amanecer de un brillante y glorioso día. La promesa que Dios le hizo permanecerá firme para siempre. La hará una gloria eterna, un regocijo para muchas generaciones. La verdad, pasando por alto a los que la desprecian y rechazan, triunfará. Aunque a veces ha parecido sufrir retrasos, su progreso nunca ha sido detenido. Cuando el mensaje de Dios lucha con oposición, él le presta fuerza adicional, para que pueda ejercer mayor influencia. Dotado de energía divina, podrá abrirse camino a través de las barreras más fuertes, y triunfar sobre todo obstáculo.
Manuscript Releases (Manuscritos), tomo 15, p. 130
Muchos tienen la idea de que sólo son responsables ante Cristo por su luz y experiencia, independientemente del Cristo reconocido en el mundo. Pero esto Jesús lo condena en sus enseñanzas, en los ejemplos y en los hechos que dejó para nuestra instrucción. Allí estaba Pablo, llevado directamente a la presencia de Cristo, a quien Cristo prepararía para una obra importantísima, uno que sería un instrumento escogido para Él. Sin embargo, no le enseñó las lecciones de la verdad. Le detuvo en su carrera y le convenció. Él preguntó: “¿Qué quieres que haga?” El Salvador no se lo dijo directamente, sino que lo puso en relación con su iglesia. Ellos te dirán lo que debes hacer. [Consejos para la Iglesia, p. 436, y Trad.]
La iglesia de Dios que se menciona aquí sólo puede ser aquéllos de la iglesia que sirven a Dios. No podemos reconocer a los que continúan en la apostasía. Nótese lo que dicen las citas siguientes.
Testimonios para la iglesia, tomo 1, p. 322
Vi que es nuestro deber en todos los casos obedecer las leyes de nuestro país, a menos que estén en conflicto con la ley superior que Dios dio en forma audible en el Sinaí, y después grabó en tablas de piedra con su propio dedo. “Daré mi ley en su mente y la escribiré en su corazón, y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo” Jeremías 31:33. Los que tienen la ley de Dios escrita en su corazón obedecerán a Dios antes que a los hombres, y preferirán desobedecer a todos los hombres antes que desviarse en lo mínimo del mandamiento de Dios. El pueblo de Dios, enseñado por la inspiración de la verdad, y conducido por una buena conciencia para vivir de acuerdo con cada palabra de Dios, adoptará la ley escrita en el corazón como la única autoridad que puede reconocer o consentir en obedecer. La sabiduría y la autoridad de la ley divina son supremas.
The Paulson Collection of Ellen G. White Letters (La Colección Paulson de Cartas de Elena G. de White), p. 124 (27 de enero de 1903)
En la actualidad, de la manera más resuelta siento pavor de asistir a campestres o congresos. Cuando estoy presente en reuniones tales, debo hablar clara y enérgicamente en cuanto a ciertos asuntos; porque no me atrevo a hacer otra cosa que decir la verdad. En esos momentos, la carga que me sobrecoge es muy pesada. Desde que regresé a América, las experiencias que he tenido me han causado mucha aflicción; porque parece que mis esfuerzos no están logrando nada. Los testimonios que presento ponen sobre mi alma un gran peso de responsabilidad, y parecen lograr tan poco para cambiar el orden de las cosas. Los testimonios son el tema de conjeturas, y no logran reformar los males existentes.
En este momento, me siento algo descorazonada. Desde el campestre en Fresno, he llevado la carga del campo del sur, en oposición completa a los planes de los hermanos dirigentes. He perdido la confianza de que algunos de estos hombres sean enseñados o dirigidos por Dios. Si ellos están siendo enseñados y dirigidos por Él, yo no estoy enseñando los caminos del Señor. Por lo tanto, estoy convencida de que mi lugar es en mi casa. Puedo seguir escribiendo, si evito las cargas aplastantes que me sobrecogen. Y estas cargas vienen sobre mí cada vez que asisto a una reunión donde hay hombres quienes yo sé que no están andando conforme al consejo de Dios. No deseo seguir enfrentando esos asuntos; porque me parece inútil hacerlo. [Trad.]
Manuscript Releases (Manuscritos), tomo 17, p. 64
Hay una obra que debo hacer, y ahora estoy tomando decisiones. Debo mantenerme alejada de las reuniones de la asociación. No debo asistir a los campestres. Como resultado de juzgarse los unos a los otros, el espíritu de separación se ha tornado tan común, y las iglesias se están leudando de este espíritu de tal manera, que no tengo ningún deseo de asistir a esas reuniones. Cuando regreso de ellas, con frecuencia pasan semanas antes de poder reanudar mi trabajo abandonado.
Debido a que hace años que los que ocupan puestos responsables han dejado el campo del sur sin trabajar, a pesar de los testimonios decididos instándoles a emprender esa labor; debido a que siguen descuidando este campo, y usan toda clase de estratagema para desarraigar la confianza de la gente en los que han hecho la obra más ardua y de mayor sacrificio en el sur, tengo muy poca confianza que el Señor les esté dando a los hombres que ocupan puestos de responsabilidad, la capacidad de ver y el discernimiento celestial. Su proceder me deja perpleja; y ahora deseo atender mi labor especial, sin tener nada que ver con ninguno de sus concilios, y sin asistir a ningún campestre, ni cerca ni lejos. No permitiré que mi mente sea arrastrada hacia la confusión por la tendencia que ellos manifiestan de obrar directamente en contra a la luz que Dios me ha dado. No quiero más. Conservaré la inteligencia que Dios me ha dado.
Se ha oído mi voz en varias asociaciones y en los campestres, Ahora debo efectuar un cambio. No puedo entrar en la atmósfera de las riñas, y entonces tener que presentar testimonios que me cuestan mucho más de lo que se imaginan aquéllos a quienes son enviados. Cuando asisto a las distintas reuniones, estoy obligada a tratar con hombres que ocupan puestos responsables, quienes yo sé que no están ejerciendo una influencia que Dios puede endosar. Y cuando presento un testimonio en cuanto a su proceder, se aprovechan de ese testimonio. Estos hombres no poseen un entendimiento claro. Si yo dijese las cosas que sé, con la experiencia actual que ellos tienen, no usarían esa instrucción sabiamente, y me acarrearían cargas inconcebibles. [Trad.]
The Ellen G. White 1888 Materials (Los Materiales de Elena G. de White Sobre el 1888), p. 692
Vosotros sabéis que, desde que regresé de Europa, no he escrito casi nada de mis libros, debido a esta carga terrible de mi alma de ver a hombres conectados con nuestras instituciones que han sido cegados por el enemigo de tal manera, que no son capaces de distinguir la voz del Pastor Verdadero de la de un extraño. Recogen en pos de sus almas las ropas de la incredulidad, y andan a la luz de las chispas que ellos mismos han encendido. Esto casi me ha partido el alma. Y a esto lo acompaña un espíritu de hierro. No poseen la simpatía, el amor y la ternura de Cristo, sino un espíritu despiadado, sin sentimientos, que seguramente es de un carácter satánico.
Todo esto me ha sido presentado de tal manera que, ya no creo que es mi deber trabajar y desgastar mi vida para que este espíritu satánico venga y obre con todas sus fuerzas para contrarrestar todo lo que yo intente hacer, bien sea con mi pluma, en una carta escrita o con mi voz. Cuando mis hermanos decidan respaldarme y apoyar mis esfuerzos, y llamen las cosas por su nombre debido, entonces sentiré que Dios desea que asista a las reuniones grandes.
Ha entrado en nuestro medio un espíritu atrevido, desafiante y perseverante para resistir el Espíritu de Dios. [Trad.]
Australasian Union Conference Record (Revista de la Unión Australasiana), 30 de diciembre de 1907
Cuando presentéis la Palabra a vuestros oyentes, clamen esta promesa de la presencia de Cristo. No hay ningún día, ninguna hora, cuando Él no os escuchará por medio de su Santo Espíritu. Él está presente en cada reunión que se celebre en su nombre [no en el de Satanás]. Su promesa ha sido dada mientras dure el tiempo.