La Nueva Teología que penetró la Iglesia ASD a través de algunos dirigentes en el Seminario de la Universidad Andrews, primeramente logró arraigarse en las décadas de 1940 y 1950. Edward Heppenstall (de Inglaterra) llegó al Colegio de La Sierra en 1940, y sirvió como profesor de Biblia y pastor de la Iglesia ASD de La Sierra. También fue el director del departamento de teología sistemática en el seminario en Andrews, y entonces enseño en la Universidad de Loma Linda hasta que se jubiló. Él fue el erudito principal que habló en contra de “La Teología de la Última Generación” de M. L. Andreasen. Él estaba en contra de la verdad en cuanto a la naturaleza humana de Cristo, la expiación y la perfección del carácter del pueblo de Dios, quienes deben mantenerse en pie justo antes de la segunda venida sin tener a Cristo como su Mediador.
En el 1957, fue publicado el libro Questions on Doctrine (Preguntas en Cuanto a las Doctrinas), el cual cambió la teología en cuanto a la naturaleza humana de Cristo y la justificación por la fe. M. L. Andreasen se mantuvo firmemente opuesto al libro y como resultado, sufrió. Se jubiló como Secretario de Campo para la Asociación General de los ASD y le quitaron sus credenciales ministeriales.
Para la década de los 1960, Desmond Ford estaba enseñando la Nueva Teología a pastores ASD en los EE.UU. y en el Colegio Avondale en Australia. Debido a que estaba causando tantos trastornos, lo enviaron a los EE.UU., donde continuó enseñando sus herejías. Con el tiempo lo despidieron como pastor, pero para la década de los 1980, ya la Nueva Teología se estaba esparciendo por todo el mundo. Las enseñanzas de Ford incluían lo siguiente: 1) No es posible que un individuo guarde la ley de Dios perfectamente; 2) El 1844 no es pertinente, cosa que niega la enseñanza del santuario; 3) Elena de White no tenía la autoridad de los profetas bíblicos.
Debido a que hace más de 50 años que se ha estado enseñando la Nueva Teología en la Iglesia ASD, una teología errada, esta sección se dedicará a la obediencia y el vencimiento, a la naturaleza correcta de Cristo, al pecado y a la perfección. Satanás ha logrado que los adventistas vayan de un extremo hacia el otro. Un énfasis en la obediencia puede llevar al legalismo o al perfeccionismo, obras sin el poder de Cristo. Intentamos hacer buenas obras por nuestra propia cuenta, y no porque amamos a Dios y deseamos obedecer su Palabra. Sólo podemos hacer buenas obras por medio de Cristo. La balanza incluye la fe y las obras. Somos salvados por la fe y juzgados por las obras, o sea, por la ley. La fe no puede existir sin la obediencia. La obediencia existe debido a la fe. Por otra parte, la doctrina de la imperfección permite la pecaminosidad. La desobediencia continua tomando la gracia de Dios como cosa merecida y duda del poder que Dios ha prometido dar cuando se lo pedimos. Duda de que Cristo fue nuestro Ejemplo y Sustituto, que es posible guardar la ley de Dios y que podemos vencer todo pecado antes de que regrese Jesús. La nueva “fe” de hoy se basa en los sentimientos, la imaginación, el consenso del grupo y el misticismo.
Santiago 2:26
Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.
Fe y Obras, p. 48
La fe y las obras van de la mano; actúan armoniosamente en la empresa de alcanzar la victoria. Las obras sin fe son muertas, y la fe sin obras es muerta.
Mensajes Selectos, tomo 1, p. 465
La gracia es un favor inmerecido y el creyente es justificado sin ningún mérito de su parte, sin ningún derecho que presentar ante Dios. Es justificado mediante la redención que es en Cristo Jesús, quien está en las cortes del cielo como el sustituto y la garantía del pecador. Pero si bien es cierto que es justificado por los méritos de Cristo, no está en libertad de proceder injustamente. La fe obra por el amor y purifica el alma. La fe brota, florece y da una cosecha de precioso fruto. Donde está la fe, aparecen las buenas obras.
Fe y Obras, p. 52
La ley de Dios es la única norma correcta de santidad. Por esta ley será juzgado el carácter.
La gracia barata enseña que la obediencia va después de la fe, que la obediencia es el resultado de la salvación, y no la condición para la salvación. Sin embargo, no se puede separar la fe de las obras. El mundo moderno dice que Dios nos ama y nos acepta tal cual estamos. Se habla mucho en cuanto al amor; sin embargo, el amor se manifiesta en la obediencia. Muchos niegan el mandato de Dios, “Sed, pues, santos, porque Yo soy santo” (1 Pedro 1:16). Dios no nos ha mandado a permanecer en el pecado. Muchos usan su amor sin condiciones para equivaler “una vez salvado, siempre salvo”, que Cristo hizo todo por nosotros en la cruz, lo cual es una promesa falsa de salvación. Si eso fuera cierto, ¿por qué estamos todavía aquí en la tierra? Cristo podría regresar ahora, pero no lo hace porque su remanente aún no ha ganado la victoria. Cuando la obtenga, Cristo regresará. Dios no puede llevar pecadores al cielo, porque entonces el cielo se llenaría de pecado. Debido a que Dios no va a permitir que eso ocurra, es necesario despojarnos completamente del pecado.
El Cristo Triunfante, p. 83
La religión que hace del pecado un asunto liviano, espaciándose en el amor de Dios hacia el pecador sin tener en cuenta sus acciones, estimula al pecador a creer que Dios lo salvará mientras continúa en lo que sabe que es pecado
El Conflicto de los Siglos, p. 165
... el hombre no podía disfrutar de la gracia de Cristo, si seguía en el pecado.
The Signs of the Times (Las Señales de los Tiempos), 18 de julio de 1892
Hablan de la gracia, predican la gracia, al parecer piden la gracia en oración; pero no tienen la gracia de Cristo en sus corazones. [Trad.]
Cada Día con Dios, p. 297
Cierta opinión espuria se está diseminando ahora por todas partes con respecto al amor de Jesús, es a saber, que debemos permanecer en su amor, y que todo lo que necesitamos es tener fe en él. Pero esas almas deben ser instruidas de tal modo que lleguen a saber que cuando el amor de Jesús se halla en el corazón, nos inducirá a la humildad de vida y a la obediencia a todos sus mandamientos. “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él”. 1 Juan 2:4. El amor de Jesús que no pasa de los labios no salvará a nadie, y será en cambio un gran engaño.
My Life Today (Mi Vida Diaria), p. 250
Nadie que sinceramente ame y tema a Dios seguirá quebrantando el punto más insignificante de la ley. [Trad.]
El Conflicto de los Siglos, p.421
Los que vivan en la tierra cuando cese la intercesión de Cristo en el santuario celestial deberán estar en pie en la presencia del Dios santo sin mediador. Sus vestiduras deberán estar sin mácula; sus caracteres, purificados de todo pecado por la sangre de la aspersión. Por la gracia de Dios y sus propios y diligentes esfuerzos deberán ser vencedores en la lucha con el mal. Mientras se prosigue el juicio investigador en el cielo, mientras que los pecados de los creyentes arrepentidos son quitados del santuario, debe llevarse a cabo una obra especial de purificación, de liberación del pecado, entre el pueblo de Dios en la tierra. Esta obra está presentada con mayor claridad en los mensajes del capítulo 14 del Apocalipsis.
Cuando esta obra haya quedado consumada, los discípulos de Cristo estarán listos para su venida.
Ibíd., p. 657
El gran conflicto ha terminado. Ya no hay más pecado ni pecadores. Todo el universo está purificado. La misma pulsación de armonía y de gozo late en toda la creación. De Aquel que todo lo creó manan vida, luz y contentamiento por toda la extensión del espacio infinito. Desde el átomo más imperceptible hasta el mundo más vasto, todas las cosas animadas e inanimadas, declaran en su belleza sin mácula y en júbilo perfecto, que Dios es amor.
Maranata: El Señor Viene, p. 336
Si la justicia hubiera desaparecido y fuese posible que la misericordia divina abriese sus puertas a toda la humanidad, sin tomar en cuenta su carácter, habría en el cielo una situación de desafecto y rebelión peor que la que se produjo cuando Satanás fue expulsado. “Se romperían la paz, la felicidad y la armonía del cielo. El traslado de la tierra al cielo no cambiará el carácter de los hombres. La felicidad de los redimidos en el cielo será el resultado del carácter semejante al de Cristo que hayan formado en esta vida. Los santos del cielo habrán comenzado por ser santos en la tierra.
Palabras de Vida del Gran Maestro, p. 47
Cristo espera con un deseo anhelante la manifestación de sí mismo en su iglesia. Cuando el carácter de Cristo sea perfectamente reproducido en su pueblo, entonces vendrá él para reclamarlos como suyos.
Marcos 4:29
Cuando el fruto lo admite, en seguida mete la hoz, porque ha llegado la siega.
La justificación por la fe incluye tanto la justificación como la santificación. Por medio de nuestro arrepentimiento de los pecados anteriores y el perdón de Cristo de esos pecados, la justificación provee la liberación de la pena de muerte. Cristo nos imputa los méritos de su muerte. Nos acredita a nosotros lo que Él hizo por nosotros. Sin embargo, su muerte sólo nos salva cuando lo copiamos a Él por medio de la obediencia a la Palabra de Dios. Por medio de la santificación, la cual es de igual importancia, Cristo imparte su justicia al creyente obediente, de esa manera haciendo posible la victoria completa sobre el pecado y la preparación del individuo para el sellamiento con la lluvia tardía.
Palabras de Vida del Gran Maestro, p. 45
En cada grado de desarrollo, nuestra vida puede ser perfecta; pero, si se cumple el propósito de Dios para con nosotros, habrá un avance continuo. La santificación es la obra de toda la vida.
The Review and Herald (La Revista Adventista) 19 de noviembre de 1908
El mensaje del tercer ángel debe iluminar la tierra con su gloria; pero sólo a aquéllos que hayan resistido la tentación en el poder del Todopoderoso se les permitirá participar en proclamarlo cuando se torne en el gran clamor. [Trad.]
Tanto la justificación como la santificación se obtienen solamente por la fe. No es posible ser justificado por la fe sin obtener la santificación por medio de la misma fe. Ambas son inseparables. De nuestra parte, ambas requerirán esfuerzo y disciplina propia. Sin embargo, la justicia no viene por medio de un gran esfuerzo por lograrla nosotros mismos, sino por la decisión de entregar nuestra voluntad a la de Cristo y de permitirle obrar en nosotros, pidiendo su ayuda y su poder cuando venga la tentación.
Hijos e Hijas de Dios, p. 117
...Como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios. Efesios 6:6.
Que nadie diga: “No puedo vencer mis defectos de carácter”; porque si tal es vuestra decisión, no podréis tener la vida eterna. La imposibilidad yace totalmente en vuestra voluntad. Si no queréis, entonces no podréis.
La verdadera dificultad consiste en la corrupción del corazón no santificado, y en la falta de disposición para someterse a la voluntad de Dios. Cuando nazca el determinado propósito en vuestros corazones de vencer, entonces estaréis en disposición de triunfar, y cultivaréis aquellos rasgos del carácter que son deseables, y emprenderéis el conflicto con esfuerzo continuo y perseverante. Ejerceréis una vigilancia constante sobre vuestros defectos de carácter, y cultivaréis modalidades correctas en las cosas pequeñas. La dificultad de vencer disminuirá en proporción a la santificación del corazón por la gracia de Cristo.
Nuestra voluntad debe decidir abandonar nuestros deseos pecaminosos y entregar todo a la voluntad de Dios. Esto debe llevarse a cabo cada vez que somos tentados. Pidamos el poder de Dios, y recibiremos la victoria. Jesús nunca dejó de tener tentaciones, y ellas nunca cesarán para nosotros. Es una batalla continua. Sin embargo, si confiamos en sus palabras, Dios nos ha prometido la victoria. Cuando controlamos nuestra voluntad y decidimos obedecer, a Dios cada momento, estamos venciendo—con sus fuerzas, no con las nuestras.
El Conflicto de los Siglos, pp. 518-519
Los discípulos de Cristo saben muy poco de las tramas que Satanás y sus huestes urden contra ellos. Pero el que está sentado en los cielos hará servir todas esas maquinaciones para el cumplimiento de sus altos designios. Si el Señor permite que su pueblo pase por el fuego de la tentación, no es porque se goce en sus penas y aflicciones, sino porque esas pruebas son necesarias para su victoria final. Él no podría, en conformidad con su propia gloria, preservarlo de la tentación; pues el objeto de la prueba es precisamente prepararlo para resistir a todas las seducciones del mal.
Ni los impíos ni los demonios pueden oponerse a la obra de Dios o privar de su presencia a su pueblo, siempre que éste quiera con corazón sumiso y contrito confesar y abandonar sus pecados y aferrarse con fe a las promesas divinas. Toda tentación, toda influencia contraria manifiesta o secreta, puede ser resistida victoriosamente: ¡No por esfuerzo, ni con poder, sino por mi Espíritu! dice Jehová de los ejércitos” Zacarías 4:6, VM.
Dios Nos Cuida, p. 65
Nada puede apartaros de Dios fuera de la voluntad rebelde.
La voluntad es el poder que domina en la naturaleza humana. Si se afirma la voluntad debidamente, todo el resto del ser quedará bajo su dominio. La voluntad no es el gusto o la inclinación, sino la capacidad de elegir y decidir, la capacidad suprema, que obra en los hijos de los hombres para obedecer o desobedecer a Dios.
Somos responsables por nuestras decisiones. Cuando pecamos, es porque hemos elegido pecar. La excepción es un pecado de ignorancia. Sin embargo, se nos pedirán cuentas por no investigar en qué consiste el pecado.
2 Timoteo 2:15
Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.
Juan 15:22
Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado.
Historical Sketches of the Foreign Missions of the Seventh-day Adventists (Bosquejos Históricos de las Misiones Extranjeras de los Adventistas del Séptimo Día), p. 234
Todos serán juzgados conforme a la luz que haya brillado sobre ellos. Si han recibido luz en cuanto al sábado, no podrán ser salvos si rechazan esa luz. Pero a ninguno se le pedirán cuentas por la luz que nunca recibió.
Mensajes Selectos, tomo 3, p. 395
En esta época hemos sido privilegiados con luz acrecentada y grandes oportunidades, y somos considerados responsables por el progreso de esa luz. Esto debe manifestarse por el aumento de la piedad y la devoción. Nuestra lealtad a Dios debe estar en proporción con la luz que brilla sobre nosotros en esta época.
Obreros Evangélicos, p. 170
La luz pone de manifiesto y corrige los errores escondidos en las tinieblas; y al aparecer ella, la vida y el carácter de los hombres deben cambiar de una manera correspondiente, para estar en armonía con ella. Los pecados que eran una vez pecados de ignorancia, debido a la ceguera de la mente, no pueden ya ser practicados sin culpa. Al recibir mayor luz, los hombres deben ser reformados, elevados y refinados por ella, o se volverán más perversos y obstinados que antes de llegarles la luz.
No podemos confiar en el yo, porque su inclinación natural es hacia el pecado. Sin embargo, mientras Cristo more en nuestros corazones, no pecaremos.
Romanos 8:1
Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
Si desconfiamos de nosotros mismos y confiamos en que Jesús produzca “en nosotros el querer como el hacer”, ésa es la victoria.
Filipenses 2:12-16
Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado.
El rendimiento del yo causa agonía, porque no muere fácilmente. Pero Cristo ha prometido darnos su poder para vencer cada pecado acariciado si nos entregamos a Él.
Palabras de Vida del Gran Maestro, p. 253
Cuando nos sometemos a Cristo, el corazón se une con su corazón, la voluntad se fusiona con su voluntad, la mente llega a ser una con su mente, los pensamientos se sujetan a él; vivimos su vida. Esto es lo que significa estar vestidos con el manto de su justicia.
El Discurso Maestro de Jesucristo, pp. 141-142
La vida cristiana es una lucha y una marcha; pero la victoria que hemos de ganar no se obtiene por el poder humano. El terreno del corazón es el campo de conflicto. La batalla que hemos de reñir, la mayor que hayan peleado los hombres, es la rendición del yo a la voluntad de Dios, el sometimiento del corazón a la soberanía del amor. La vieja naturaleza nacida de la sangre y de la voluntad de la carne, no puede heredar el reino de Dios. Es necesario renunciar a las tendencias hereditarias, a las costumbres anteriores. ...
Únicamente Dios puede darnos la victoria. Él desea que disfrutemos del dominio sobre nosotros mismos, sobre nuestra propia voluntad y costumbres. Pero no puede obrar en nosotros sin nuestro consentimiento y cooperación. ...
No se gana la victoria sin mucha oración ferviente, sin humillar el yo a cada paso. Nuestra voluntad no ha de verse forzada a cooperar con los agentes divinos; debe someterse de buen grado. ... La voluntad debe colocarse de parte de la voluntad de Dios.
Los hábitos pecaminosos deben ser reemplazados por buenos hábitos. Necesitamos una voluntad que elija continuamente morir al yo y al pecado, que prefiera aun la muerte física antes de deshonrar a Dios, y una voluntad que lo elija a Él por toda la eternidad.
Palabras de Vida del Gran Maestro, p. 255
Satanás había aseverado que era imposible para el hombre obedecer los mandamientos de Dios; y es cierto que con nuestra propia fuerza no podemos obedecerlos. Pero Cristo vino en forma humana, y por su perfecta obediencia probó que la humanidad y la divinidad combinadas pueden obedecer cada uno de los preceptos de Dios.
1 Juan 3:9
Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.
Desconfíe de informes en cuanto a la justificación por la fe de los siguientes individuos, quienes enseñan o han enseñado ideas falsas: Roy Adams, LeRoy Froom, Clifford Goldstein, Norman Gulley, William Johnsson, George Knight, Roy Naden, Jack Sequeira, Morris Venden, Martin Weber, Woodrow Whidden III, y otros como ellos. A continuación presentamos algunos ejemplos.
Faith That Works (La Fe que Obra), Morris L. Venden, Review & Herald Publishing, Hagerstown, Maryland, 1999, pp. 161-165
Todos somos pecadores, aunque nunca hayamos hecho nada ‘malo’. Lo que nos hace pecadores no es cometer pecado. Lo que nos constituye pecadores es el hecho de haber nacido. ... Nacimos pecadores, y pecamos porque somos pecadores. ¡No somos pecadores porque pecamos! ... Debido a que por naturaleza somos pecadores, nunca podremos, por nuestra propia fuerza, producir ninguna obediencia. [Trad.]
To Know God: A Five Day Plan (Un Plan de Cinco Días para Conocer a Dios), Morris L. Venden, Review & Herald Publishing, Hagerstown, Maryland, 1983, pp. 22-23
El ser humano peca porque es pecaminoso. No es pecaminoso porque peca. ... Ni siquiera es necesario pecar para ser un pecador; lo único que hay que hacer es nacer! [Trad.]
Adult Sabbath School Lesson Quarterly (Folleto de la Escuela Sabática para Adultos), Primer Trimestre, Lección No 5, 23 de enero de 1983, p. 35
“Nacimos pecadores . . .”. (Morris L. Venden) [Trad.]
He aquí lo que la Librería adventista (ABC) dice en cuanto a La Fe que Obra:
http://www.adventistbookcenter.com/Detail.tpl?sku=0828014353
“Morris Venden explora el reino extraño y maravilloso de la gracia, y explica cómo pelear la batalla de la fe. Escribe Venden, ‘No se obtiene la justicia con el hecho de buscarla. La justicia viene cuando buscamos a Jesús’. Tanto los que buscan, como los que desean hacer todo por su propia cuenta, hallarán aquí todo una fiesta de cosas buenas. Abra este libro devocional y únase a la fiesta”. [Trad.]
No, muchas gracias. Es preferible abstenerse de las fiestas y celebraciones de este mundo y esperar las de los atrios celestiales.
Tristemente, durante el período cuando Roy Adams sirvió como redactor asociado de la Adventist Review (La Revista Adventista), él escribió el libro titulado The Nature of Christ (La Naturaleza de Cristo), el cual enseña que Cristo poseía una naturaleza no caída/unfallen. La idea del pecado original (que nacemos pecadores) enseña que todos seguirán pecando, por lo menos en su naturaleza, hasta que regrese Cristo, e insta que el enfoque en la perfección nos distrae de Cristo. Sin embargo, los que creen en obtener la victoria antes del regreso de Cristo, tienen la atención centrada en seguir a Cristo, porque desean tener un carácter como el suyo. No somos capaces de cambiar nuestra propia naturaleza, pero podemos cambiar nuestros caracteres. Cuando Cristo regrese por segunda vez, Él cambiará nuestra naturaleza pecaminosa.
La naturaleza humana pecaminosa o caída es la condición espiritual, mental y física con la cual nacemos. Por lo tanto, sin la ayuda divina, es cosa muy fácil cometer pecado. Sin embargo, debido a que hayamos nacido con una naturaleza caída no significa que siempre pecaremos. La naturaleza no decide pecar; ésa es obra del individuo. Por lo tanto, aunque Jesús tomó sobre sí una naturaleza caída, eso no lo obligó a pecar. Él eligió no pecar, de la misma manera que nosotros podemos elegir no pecar.
A diferencia de lo que enseña la nueva teología moderna, la Biblia nos da la única definición del pecado. “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley, pues el pecado es infracción de la ley” (1 Juan 3:4). Dios también nos ha dado la siguiente cita del Espíritu de Profecía para asegurar que no nos confundamos en cuanto a esta verdad fundamental.
El Conflicto de los Siglos, p. 484
La única definición del pecado es la que da la Palabra de Dios: “El pecado es transgresión de la ley”; es la manifestación exterior de un principio en pugna con la gran ley de amor que es el fundamento del gobierno divino.
General Conference Daily Bulletin (Boletín Diario de la Asociación General), 2 de marzo de 1897, párr. 32
La única definición del pecado que presenta la Palabra de Dios, es la transgresión de la ley.
Sermons and Talks (Sermones y Charlas), tomo1, p. 228
Cada pecador tiene el privilegio de preguntarle a su maestro en qué consiste el pecado. Dame una definición del pecado. Tenemos una en 1 Juan 3. “El pecado es la transgresión de la ley’. De toda la Biblia, ésta es la única definición.
Somos culpables sólo cuando elegimos pecar en nuestros pensamientos, palabras u obras, no porque ”hemos nacido pecadores”. El pecado consiste en ceder a nuestra naturaleza caída. Es la creencia falsa de la predestinación la que no nos permite el derecho de elegir a favor o en contra de Dios. El evangelio incluye el libre albedrío. El pecado tiene que ver con nuestra voluntad, no con nuestra naturaleza. Por lo tanto, Cristo pudiera haber heredado nuestra naturaleza caída, pecaminosa, sin ceder al pecado. En Él no hubo pecado, porque siempre eligió obedecer a Dios. Él no permitió que su naturaleza controlase sus decisiones. Él usó su voluntad para controlarse a sí mismo.
Esta forma de entender la naturaleza de Cristo fue enseñada en los mensajes de A. T. Jones, E. J. Waggoner, Elena de White y otros en 1888. Las buenas nuevas del evangelio son que cuando nos arrepentimos, la gracia de Dios nos perdona, y cuando le obedecemos por fe, nos restaura a su imagen para asemejarnos más y más a Cristo mediante el poder del Espíritu Santo.
Cuando Jesús es simplemente nuestro Sustituto perfecto, negamos su victoria sobre la naturaleza humana pecaminosa. Hagámoslo también nuestro Ejemplo perfecto. Nuestro Salvador, el cual nos ha proporcionado la expiación, guiará a su remanente hasta la victoria final. Sin embargo, nuestra naturaleza humana no será cambiada hasta que seamos glorificados cuando Cristo regrese.
Hebreos 2:16
Porque ciertamente no tomó a los ángeles, sino a la simiente de Abraham tomó.
El Deseado de Todas las Gentes, p. 32
Habría sido una humillación casi infinita para el Hijo de Dios revestirse de la naturaleza humana, aun cuando Adán poseía la inocencia del Edén. Pero Jesús aceptó la humanidad cuando la especie se hallaba debilitada por cuatro mil años de pecado.
Ministerio Médico, p. 237
Debe seguirse el ejemplo que él dejó. Él tomó sobre su naturaleza sin pecado nuestra naturaleza pecaminosa, para saber cómo socorrer a los que son tentados.
Primeros Escritos, p. 152
Satanás se alegró de nuevo con sus ángeles de que por haber causado la caída del hombre lograba hacer descender al Hijo de Dios de su excelsa posición. Dijo a sus ángeles que cuando Jesús tomara la naturaleza del hombre caído, podría vencerlo e impedir el cumplimiento del plan de salvación.
Mensajes Selectos, tomo 1, p. 296
¡Qué espectáculo contempló así el cielo! Cristo, que no conocía en lo más mínimo la mancha o contaminación del pecado, tomó nuestra naturaleza en su condición deteriorada. Ésta fue una humillación mayor que la que pueda comprender el hombre finito. Dios fue manifestado en carne.
Primeros Escritos, p. 150
También les dijo que ellos tendrían una parte que cumplir: estar con él, y fortalecerlo en varias ocasiones; que tomaría la naturaleza caída del hombre, y su fortaleza no equivaldría siquiera a la de ellos [de los ángeles] . . .
Comentario Bíblico Adventista del Séptimo Día, tomo 7-A, pp. 450-451
Revestido del manto de la humanidad, el Hijo de Dios descendió al nivel de los que deseaba salvar. En Él no había ni engaño ni pecado; siempre fue puro e incontaminado; y sin embargo tomó sobre sí nuestra naturaleza pecaminosa. Al revestir su divinidad de humanidad, para poder relacionarse con la humanidad caída, trató de recuperar para el hombre lo que Adán había perdido, como consecuencia de la desobediencia, tanto para sí mismo como para el mundo.
The Spirit of Prophecy (El Espíritu de Profecía), tomo 2, p. 39
Era el plan de Dios que Cristo tomase sobre sí el cuerpo y naturaleza del hombre caído, para que fuese perfeccionado por medio del sufrimiento, y soportase en sí mismo la fuerza de las fieras tentaciones de Satanás, para que Él pudiese comprender cómo socorrer a los que fuesen tentados. [Trad.]
Mensajes Selectos, tomo 3, p. 151
Aunque no tenía ninguna mancha de pecado en su carácter, condescendió en relacionar nuestra naturaleza humana caída con su divinidad. Al tomar sobre sí mismo la humanidad, honró a la humanidad. Al tomar nuestra naturaleza caída, mostró lo que ésta podría llegar a ser si aceptaba la amplia provisión que él había hecho para ello y llegaba a ser participante de la naturaleza divina.
Mensajes Selectos, tomo 1, p. 477
Me han llegado cartas que afirman que Cristo no podría haber tenido la misma naturaleza que el hombre, pues si la hubiera tenido, habría caído bajo tentaciones similares. Si no hubiera tenido la naturaleza del hombre, no podría ser nuestro ejemplo. Si no hubiera sido participante de nuestra naturaleza, no podría haber sido tentado como lo ha sido el hombre. Si no le hubiera sido posible rendirse ante la tentación, no podría ser nuestro ayudador. Fue una solemne realidad que Cristo vino para reñir las batallas como hombre, en lugar del hombre. Su tentación y victoria nos dicen que la humanidad debe copiar el Modelo. El hombre debe llegar a ser participante de la naturaleza divina.
1 Pedro 2:21-22
Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca;
Cristo tomó sobre sí mismo nuestra naturaleza humana caída, pero Él nunca pecó. Él dejó a un lado su divinidad y se aferró de la divinidad perfecta de Dios como su ejemplo perfecto. Si Jesús pudiese haber usado su divinidad, ¿por qué oraba a su Padre celestial pidiendo ayuda? Eso no tiene sentido. Él jamás usó su divinidad. Él se aferró de la divinidad de Dios. De esa manera, Él no tuvo ninguna ventaja que nosotros no tuviésemos. Él es nuestro Ejemplo perfecto sobre cómo guardar los Diez Mandamientos. Nosotros, también, podemos aferrarnos de la divinidad de Dios y así recibir omnipotencia, tal como la recibió Jesús cuando estuvo en la tierra. Cristo tomó nuestra naturaleza humana caída para que nosotros fuéramos partícipes de su naturaleza divina. Cuán grande amor, y cuánta esperanza nos infunde. Cuán insensatos seríamos si no aprovechamos ese poder.
Palabras de Vida del Gran Maestro, pp. 267-268
Un carácter formado a la semejanza divina es el único tesoro que podemos llevar de este mundo al venidero. Los que en este mundo andan de acuerdo con las instrucciones de Cristo, llevarán consigo a las mansiones celestiales toda adquisición divina. Y en el cielo mejoraremos continuamente. Cuán importante es, pues, el desarrollo del carácter en esta vida.
Los seres celestiales obrarán con el agente humano que con determinada fe busque esa perfección de carácter que alcanzará la perfección en la acción. Cristo dice a cada uno de los que se ocupan en su obra: Estoy a tu mano derecha para ayudarte.
Cuando la voluntad del hombre coopera con la voluntad de Dios, llega a ser omnipotente. Cualquier cosa que debe hacerse por orden suya, puede llevarse a cabo con su fuerza. Todos sus mandatos son habilitaciones.
El Deseado de Todas las Gentes, p. 619
El Salvador anhelaba profundamente que sus discípulos comprendiesen con qué propósito su divinidad se había unido a la humanidad. Vino al mundo para revelar la gloria de Dios, a fin de que el hombre pudiese ser elevado por su poder restaurador. Dios se manifestó en él a fin de que pudiese manifestarse en ellos. Jesús no reveló cualidades ni ejerció facultades que los hombres no pudieran tener por la fe en él. Su perfecta humanidad es lo que todos sus seguidores pueden poseer si quieren vivir sometidos a Dios como él vivió.
Manuscript Releases (Manuscritos), tomo 13, p. 18
Él pudiera haber pecado; Él pudiera haber caído, pero ni por un momento hubo en Él alguna propensión maligna hacia el pecado. [Trad.]
Mensajes Selectos, tomo 1, p. 299
Al tomar sobre sí la naturaleza del hombre en su condición caída, Cristo no participó de su pecado en lo más mínimo.
El Deseado de Todas las Gentes, p. 86
A pesar de que los pecados de un mundo culpable pesaban sobre Cristo, a pesar de la humillación que implicaba el tomar sobre sí nuestra naturaleza caída, la voz del cielo lo declaró Hijo del Eterno.
Mensajes Selectos, tomo 3, p. 153
El Redentor del mundo pasó por el mismo terreno donde Adán cayó por haber desobedecido la ley expresa de Jehová; y el unigénito Hijo de Dios vino a nuestro mundo como un hombre, para revelar al mundo que los seres humanos podían guardar la ley de Dios. Satanás, el ángel caído, había declarado que ningún hombre podía guardar la ley de Dios después de la desobediencia de Adán.
The Signs of the Times (Las Señales de los Tiempos), 16 de enero de 1896
Satanás declaró que era imposible que los hijos e hijas de Adán guardasen la ley de Dios, y entonces acusó a Dios de carecer amor y sabiduría. Si ellos no eran capaces de guardar la ley, era la culpa del Dador de la ley. Al aseverar que el ser humano no puede guardar la ley de Dios, los individuos controlados por Satanás repiten las mismas acusaciones contra Dios. Jesús se humilló a sí mismo, revistió su divinidad con la humanidad, de manera que pudiese estar a la cabeza de la familia humana y, tanto por precepto como por ejemplo, condenar el pecado en la carne y desmentir las acusaciones de Satanás. Él fue sujeto a las tentaciones más terribles que la naturaleza humana pueda soportar, sin embargo, no pecó; porque el pecado es la transgresión de la ley. Por fe se aferró de la divinidad, de la misma manera como la humanidad puede aferrarse del poder infinito por medio de Él. Aunque fue tentado en todo, tal como son tentados los hombres, Él no pecó. Él no abdicó su lealtad a Dios, como lo hiciera Adán. [Trad.]
Si Cristo hubiese venido con una naturaleza no caída, Él no pudiese haber muerto, porque nadie que posea una naturaleza tal puede morir. ¿Por qué habría sido tentado Cristo si no pudiese haber pecado? Es más, si Cristo hubiese venido con una naturaleza no caída, nosotros no tendríamos ninguna esperanza de obtener la victoria. No habría esperanza de que los 144,000 pudiesen vivir sin tener a su Intercesor en el Lugar Santísimo justo antes de que Él regrese a esta tierra para llevarlos al hogar. Satanás quiere que muramos en nuestros pecados, no que seamos salvados de ellos. ¡Debemos estar muy agradecidos de que su mentira haya sido expuesta y que al mismo fin de la historia de esta tierra, un pueblo remanente vindique la ley de Dios al obtener la victoria sobre el pecado! Un correcto entendimiento de la naturaleza de Cristo incluye un entendimiento cabal de la salvación, del mensaje del santuario, de las normas y la conducta, como también de la segunda venida.
Tito 2:12-14
Enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.
Apocalipsis 14:12
Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.
The Review and Herald (La Revista Adventista), 26 de octubre de 1897
La obediencia a los mandamientos de Dios es la única señal verdadera de la santificación. La desobediencia es la seña de la deslealtad y la apostasía. [Trad.]
Efesios 4:11-15
Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños, zarandeados por las olas y llevados a la deriva por todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que aferrándonos a la verdad en amor, crezcamos en todo hacia aquél que es la cabeza, esto es, Cristo.
Mateo 5:16
Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
Mateo 7:21
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
La perfección cristiana consiste en permitir que Dios haga su obra en nosotros mientras que nosotros dependemos de Él por la fe. Significa la victoria plena sobre el pecado, porque ya no deseamos rebelarnos contra la voluntad de Dios. Esto también incluye aprender cuál es la voluntad de Dios para nosotros. Anhelamos dar gloria a Dios, no a nosotros mismos. Todavía vendrán tentaciones, pero no cederemos. Ser perfecto no significa que seremos iguales a Cristo, y nunca sentiremos que somos perfectos. La perfección también consiste de una relación continua con Dios, tal como la tuvo Jesús. Es un reflejo de su carácter.
The Review and Herald (La Revista Adventista), 5 de febrero de 1880
Dios se complace con los que no creen que han logrado la perfección, sino que constantemente están tratando de mejorar. Él desea que lleguemos a tener una conexión con Él, que aumentemos en entendimiento, y que reformemos nuestros hábitos, siempre alcanzando más y más alto, y acercándonos más a la norma de la perfección. [Trad.]
2 Pedro 1:3-7
Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de Aquél que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.
Gálatas 5:22-23
Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
The Review and Herald (La Revista Adventista), 26 de abril de 1881
La unidad es el resultado seguro de la perfección cristiana. [Trad.]
Manuscript Releases (Manuscritos), tomo 12, p. 155
Debe unirse el esfuerzo humano con el poder divino, para que podamos hacer la obra final para este tiempo. [Trad.]
Mensajes Selectos, tomo 2, p. 343
Que las iglesias que pretenden creer la verdad y predican la ley de Dios, observen esa ley y se aparten de toda iniquidad. Que cada miembro de la iglesia resista las tentaciones que lo invitan a practicar el mal y a complacerse en el pecado. Que la iglesia comience la obra de purificación delante de Dios mediante el arrepentimiento, la humillación y la investigación profunda del corazón, porque nos encontramos en el verdadero día de la expiación, en una hora solemne cargada de resultados eternos.
No somos salvos mientras estemos en el pecado, pero Dios protegerá a los sinceros de su pueblo quienes Él sabe se arrepentirán. En la Biblia, muchos fueron protegidos aunque pecaron, y Él hará lo mismo hoy en día.
El Conflicto de los Siglos, p. 605
Así, en el tiempo de angustia, si el pueblo de Dios conservase pecados aún inconfesos cuando lo atormenten el temor y la angustia, sería aniquilado; la desesperación acabaría con su fe y no podría tener confianza para rogar a Dios que le librase. Pero por muy profundo que sea el sentimiento que tiene de su indignidad, no tiene culpas escondidas que revelar. Sus pecados han sido examinados y borrados en el juicio; y no puede recordarlos.
Apocalipsis 2:7
El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios. [2:11] El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte. [2:17] Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquél que lo recibe. [3:5] El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. [3:12] Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo. [3:21] Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. [21:7] El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.
Mateo 5:48
Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.
Mateo 6:13
Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.